Domingo 4° Adviento. Ciclo A. Domingo 18/12/22

Domingo 4º de Adviento. Ciclo A. domingo 18 de diciembre de 2022

Is 7, 10-14     “Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo”

Rom 1, 1-7    “Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe de David según la carne”

Mt 1, 18-24   “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa”

Evangelio

Jesucristo fue engendrado así: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: Dios con nosotros. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

Comentario

Un nacimiento anunciado

            Este cuarto domingo de Adviento, presenta en las tres lecturas, el tema del nacimiento. “La joven está embarazada y dará a luz un hijo” (1º) “Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe de David según la carne, y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador” (2º) “Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús” (Ev)

            En el primer texto, el que nacería es el hijo primogénito de Ajaz, que se llamará Ezequías, futuro rey de Judá; pero también es el anuncio del que sería el Emanuel, Dios con nosotros, el mismo Jesús.

            El segundo texto, describe al Señor en su Humanidad, como hijo de David, según la carne, de María Virgen, verdadero hombre; e Hijo de Dios, según el Espíritu, en su Divinidad, como verdadero Dios.

            El evangelio presenta que la concepción de Jesús, es obra del Espíritu Santo, sin intervención de varón, como obra de Dios, que con su omnipotencia Divina, engendra a su Hijo, la segunda persona de la Santísima Trinidad.

            Como ocurre en los nacimientos humanos, no puede faltar el nombre. En este caso excepcional y único, el nombre viene asignado por el mismo Dios, a través del Ángel.  Su nombre es Jesús, que significa; Yahvé Salva, porque el salvará a su pueblo de sus pecados. Su nombre es su misión. Podemos decir algo más. No solo es el Salvador, como persona divina, sino la Salvación, como misión especifica.

            San Mateo, reconoce el cumplimiento de la profecía de Isaías, anunciada siete siglos antes. Esta larga espera, este largo Adviento, marcará la plenitud de los tiempos, con la llegada del Mesías, que se insertará en el pueblo judío, por ser descendiente o del linaje de David. San José, al ponerle el nombre, lo reconoce legalmente como su hijo.

El silencio de los Santos

            En la descripción sobria, respetuosa y grandiosa de este misterio, es digno de admirar y bendecir, la actitud de la Santísima Virgen María y de San José. Ella guardaba el secreto de Dios en su corazón, ante su concepción virginal de Jesús, por obra  del Espíritu Santo, su divino esposo. Luego de visitar a su parienta Isabel, al regresar a su casa, comprometida con José, y sin vivir juntos todavía, se manifiestan los signos de su maternidad. Ante este asombro, San José, que es llamado un hombre justo, decide abandonarla en secreto, porque esta realidad supera totalmente su entendimiento. Tanto el silencio de María, que no le revela a su esposo, el misterio de la encarnación del Señor en su seno purísimo, como el silencio de José, que no se atreve a preguntar lo sucedido, hablan de la grandeza enorme y de la santidad de ambos.

            Al abandonarse en las manos de Dios, el Ángel del Señor, le aclara el misterio, y le dice, que no tema recibir a María su esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. San José, se rinde ante el maravilloso milagro, y obedece rápidamente el anuncio del Ángel. De esa manera llevo a María a su casa, ya que en ese tiempo las bodas tenían dos partes. La legal, llamada esponsales, que comprometía jurídicamente a los contrayentes, pero no les permitía convivir todavía, hecho sancionado por la ley de Moisés en caso contrario. La litúrgica, o festiva, que consistía, en acudir el esposo, junto con sus amigos, a la casa de la esposa, para llevarla en cortejo, juntos con sus amigas y las lámparas encendidas a la fiesta de bodas, que luego de finalizada habilitaba a la convivencia real como esposos.

            Ahora podemos entender que en ese lapso de tiempo, entre una ceremonia y la otra, ocurrió lo que narra el evangelio.

            ¡Que difícil es hoy vivir en silencio y del silencio! Tanto para buscar a Dios en la oración, como para guardar un noble secreto. La ayuda de Santa María y de San José, puede ser valiosísimos intercesores y modelos en la vida, así como de tantas virtudes que presenta el texto; el abandono en Dios, la confianza mutua, el amor recíproco y autentico, la fidelidad a Dios y a la ley, evitando las relaciones, hoy  de moda en tantos jóvenes, que lo ven como algo normal, porque muchos lo hacen, como si la verdad moral dependiera de la cantidad y no del sentido real del mandamiento, no cometerás actos impuros.

Dios con nosotros

            Próximos ya a vivir el misterio de la navidad, podemos meternos en la escena del evangelio, como un personaje más para contemplar y sacar algún posible propósito. Los mismos pesebres navideños nos ayudarán a rezar acercándonos a ellos.

            Desde hace muchos años, se ha inculturizado la figura del papa Noel, que aunque es la representación de San Nicolás, ha desplazado el verdadero sentido del nacimiento del niño Dios. Ahora se escucha, que te traerá Papa Noel de regalo. Es más, ya no oye decir con frecuencia, donde pasarás esta navidad, sino donde pasarás las fiestas, o solo Felices Fiestas. A veces esto ocurre entre los mismos católicos.

            Es una tarea ardua, pero no imposible, rescatar nuevamente el espíritu de la Navidad, del pesebre, de los villancicos, del nacimiento de Dios con nosotros, el Emanuel, no porque sea el nombre de Jesús, sino porque vino para quedarse en este mundo.

            Una viaje canción de navidad, decía con cierta razón, Si todo sigue igual que ayer, para que viniste al mundo. Por eso para que las cosas no sigan igual, cada uno puede aportar un granito de arena. El Señor esta entre nosotros y se acerca, viene para salvarnos, para sacarnos de situaciones difíciles en la que nos metimos, para sanarnos de muchas heridas que tenemos por nuestro propios pecados y para saturarnos de gracias y bendiciones si encuentra un corazón dócil y una puerta abierta del corazón para festejar a Dios en nosotros, por la gracia y el amor.

            Como dice el Salmo responsorial; Va a entrar el Señor, el Rey de la Gloria. Esta por llegar, va a entrar, esta a la puerta. Falta que podamos alejarnos un poco del ruido y del trajín de estos días, de las compras y de las tensiones, para prestar atención a este Dios, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, como dice el Credo, se hizo hombre, para darle al hombre, varón y mujer la dignidad de los hijos de Dios y la esperanza de encontrarlo.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario