3º Domingo de Adviento. Ciclo A. Gaudete. Domingo 11 de diciembre de 2022

Is 35, 1-6ª. 10    “Sean fuertes, no teman, ahí esta su Dios”

Stgo 5, 7-10      “Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima”

Mt 11, 2-11        “¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”

Evangelio

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? Jesús les respondió: Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ÍY feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo! Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: ¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él

Comentario

El domingo de la alegría

            Este tercer domingo de Adviento, es llamado domingo de la alegría, o domingo Gaudete, palabra tomada de la antífona de entrada de la misa, que recoge un texto de San Pablo: “Gaudete in Domino semper” (Flp 4,4) “Alégrense siempre en el Señor”.

            La primera lectura sigue también esta tónica de gozo y de alegría, ya que el profeta Isaías, anuncia a Israel,  un cambio de situación por el exilio en Babilonia y su pronto regreso: “Regocíjense el desierto… alégrese la estepa…prorrumpa en cantos de júbilo…volverán los rescatados por el Señor, entrarán con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua. Dios intervendrá en su favor, y el pueblo que estaba ciego, sordo, paralizado y mudo, volverá a ver, escuchar, caminar y hablar de su verdadero Señor.

            Esta alegría nos prepara a la gran alegría que enviará Dios a la humanidad con el nacimiento del niño Jesús, Dios con nosotros. Los mismos ángeles le dirán a los pastores: “les traigo una buena noticia, una gran alegría…hoy en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” Lc 2,10-11

            Por eso la liturgia nos regala este día, que por ser ya un domingo, es día de alegría y de liberación del trabajo, para que en este entretiempo, vayamos disfrutando  lo que vendrá y tomemos fuerzas nuevas para contagiar este gozo, y este júbilo.

            Esta alegría cristiana, es un don de Dios y un fruto del Espíritu Santo, para el corazón en gracia, que le permite vivir en forma compatible, con las contrariedades, dolores y pruebas de la vida. Los santos y santas vivieron esta actitud fundamental en la vida de la fe. San Alberto Hurtado, sacerdote Jesuita Chileno, decía: Contento, Señor contento” Expresión que en medio de la dificultades y hasta en su lecho de muerte, repetía.

            Es verdad, para estar contento, hay que estar contenido, de donde deriva la palabra, sino todo se desborda, y por el Señor es por quien nos sentimos contenidos y contentos. Es así que cuando uno no tiene una contención humana, la triste soledad comienza a mellar el corazón.

La Santa Madre Teresa de Calcuta decía, que por una sonrisa se puede empezar a ser más fácil la vida a los demás: “La revolución del amor comienza con una sonrisa. Sonríe cinco veces al día a quien en realidad no quisieras sonreír. Debes hacerlo por la paz”

            Dios ha puesto en el corazón de la humanidad el deseo de la felicidad, que es aquellos que todos quieren. Y cuando encontramos la felicidad en Dios, encontramos también la alegría. Esto lo explica brillantemente el Cardenal Rainero Cantalamessa, Franciscano Capuchino:

“Pero si todos buscamos la felicidad, ¿por qué tan pocos son verdaderamente felices y hasta los que lo son permanecen así por tiempo tan escaso? Creo que la razón principal es que, en la escalada a la cumbre de la felicidad, erramos de vertiente; elegimos la que no lleva a la cima. Y esto sucede porque buscamos la felicidad en nosotros mismos. Hacemos, de la felicidad, un ídolo. Esto explica por qué quien busca a Dios encuentra siempre la alegría, mientras que quien busca la alegría no siempre encuentra a Dios”

La figura de San Juan Bautista

            San Juan Bautista, es el precursor, el que preparó el camino al Señor, el último de los profetas del Antiguo Testamento, y el que anuncia al Señor. Por eso el más pequeño en el Reino de los Cielos, en el Nuevo Testamento, es más grande que El. Es el testigo de Jesús, por eso el Señor hace el mayor de los elogios: ¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?… ¿Un hombre vestido con refinamiento? Por su vida valiente y fiel, va ser llevado a la cárcel, cuando denuncie al rey Herodes, que no le es lícito tener la mujer de su hermano. Y es el mártir de Jesús, cuando el verdugo le corte la cabeza.

            El bautista, desde la cárcel, envía a sus discípulos,  a preguntarle a Jesús, si es El, el que ha de venir o deben esperar a otro. Extrañado y apurado porque sus palabras proféticas, no alcanzan a ver en la realidad el juicio de Dios, el Señor le da la señal de que sus obras demuestran y superan que El, es el verdadero Mesías esperado, como ya lo había anunciado Isaías. El viene a traer la salvación a su pueblo y la liberación del pecado.   

            San Juan Bautista, es grande porque se hizo pequeño, preguntó con humildad y acepto la respuesta del Señor. Su estilo de vida austero, orante y penitente, son un llamado de atención para los que están afincados en la superficialidad, la vanidad, la ostentación, el materialismo, el hedonismo y egoísmo.

            En este Adviento, el nos invita a volver al desierto, al retiro interior, al examen de conciencia, a escuchar a Dios, entre tantos ruidos que aturden, a la oración y a la reflexión para concretar en metas firmes nuestras cotidianas conversiones.

La santa paciencia

            La segunda lectura del Apóstol Santiago, nos habla de esperar con paciencia al Señor, como el sembrador espera el fruto de su tierra. Dice el texto: “Tengan paciencia, hermanos hasta que llegue el Señor. Miren al sembrador”

            Esta misma paciencia la vivieron los profetas, como Isaías y Juan bautista, modelos e intercesores en este adviento: “Tomen como ejemplo de fortaleza y paciencia a los profetas”

            La paciencia todo lo alcanza, dice Santa Teresa de Jesús. El dicho popular refresca esta idea cuando habla que la paciencia es la Madre de todos los éxitos.

            Paciencia no es pasividad, ni parsimonia, es una virtud activa que sobrelleva con amor sobrenatural, las contrariedades de la vida, y mira el tiempo de Dios, con la esperanza que la siembra llegará.

            San Josemaría Escrivá de Balaguer dice al respecto:

“Un remedio contras esas inquietudes tuyas: tener paciencia, rectitud de intención, y mirar las cosas con perspectiva sobrenatural.” (Surco, 853)

            Que podamos pedir a Dios el don de la alegría Cristiana, y darle como en grageas a los hermanos, manteniendo la esperanza paciente en la pronta venida de Jesús al corazón y al pesebre de este año.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario