Misa de Nochebuena

MISA DE NOCHEBUENA. 24 de diciembre de 2022

Is 9, 1-3. 5-6       “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz”

Tit 2, 11- 14        “La Gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús”

Lc 2, 1-14            “Hoy en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador”

Evangelio

En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.  José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.  Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:  ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!

Comentario

La gran fecha

            En esta misa de nochebuena, el texto del evangelio, corto, sencillo y sobrio, presenta en pocas palabras el gran acontecimiento de la historia de la humanidad, el nacimiento el niño Jesús, Dios con nosotros, hecho que marcará un antes y un después en el devenir del mundo y en los corazones.

            San Lucas, sin decir la fecha propia del nacimiento, que la tradición heredada de los primeros cristianos, sellará con el 25 de diciembre, presenta ciertos datos y personajes de la historia: El Emperador Cesar Augusto, el censo, Quirino, Gobernador de Siria, que dan a entender  la verdad de este gran suceso, que pasó inadvertido para la mayoría de los hombres y mujeres de ese tiempo.

            Dios, el Altísimo, se acerca a la humanidad, y es ahora el Emanuel, Dios con nosotros. Luego del Fiat o Hágase de la Virgen María, Dios encarnado en su seno purísimo, sin intervención de varón, por obra del Espíritu Santo, se convierte en nuestra nueva alianza. La antigua era un pacto, entre partes, parte de Dios y parte del hombre. Ahora esa parte, de Dios y del hombre es una persona divina, Jesús, nuestro Salvador, la palabra, el logos.

Eligió libremente, el camino del matrimonio, fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, vivió nueve meses en el vientre de María, Virgen y Madre, y nació por nosotros y nuestra Salvación.

Esta es la gran fecha, el comienzo de una etapa clave en la historia del mundo. Si hay fechas importantes en nuestra vida que tenemos presentes, recordamos y festejamos, también lo será este nacimiento, misterioso y pobre, grande y sencillo, milagroso y cercano.

Si el nacer, la posibilidad de ser acogido en este mundo, es un don de Dios y una alegría para los padres, esta fecha, será algo mucho más grande y único. Es también el nacimiento del Salvador y de la Salvación, el nacimiento de esperanza anunciada, el comienzo de una nueva historia, la llegada del Amor de Dios al hombre, y la venida de la paz al mundo.

Por eso esta fecha, no es cualquier fecha del calendario, aunque otros ingredientes de la cultura actual, traten de taparla, arrinconarla o hacerla olvidar, con el Papa Noel, el arbolito, los regalos, el consumismo o el ritmo vertiginoso de la vida. Es la verdadera fecha.

Es como dijo alguien: De pie, aplaudan todos, nació Jesús, el Señor, nuestro Dios. Esta es la buena noticia. Todo lo demás tiene sentido en El.

De Nazaret a Belén

            En el tiempo de Adviento, días propicios de preparación para la Navidad, como momentos fuertes de conversión, vigilancia y esperanza, nos invitaron a caminar al encuentro de la luz. La corona de Adviento, con sus cuatro velas nos acercaba al misterio. Este ir espiritualmente de Nazaret a Belén, este trayecto, pudo estar marcado por tropiezos, descansos, retrocesos, olvidos. Lo importante es llegar y agradecer a Dios, que podamos festejar una nueva Navidad. Otros, seguramente Dios los llamo a festejar la otra Navidad en la otra vida. Pero si llegamos reconciliados con Dios, con los hermanos y nosotros mismos, llegamos liberados del pecado y estamos ágiles para continuar y abrazar al recién nacido.

            La liturgia permite celebrar el acontecimiento histórico, ocurrido una vez, hace más de 2000 años, Pero ahora lo celebramos sacramentalmente, muchísimas veces, cada vez que ese Dios encarnado, se hace Palabra, se hace Eucaristía, se hace Cuerpo Místico, se hace Iglesia.

            De Nazaret a Belén, es llegar al pesebre y contemplarlo, es también llegar al Nuevo Belén, el templo, la parroquia, la capilla, donde podemos participar de la liturgia de la Misa, es llegar al corazón del pobre a quien podemos saludar y acoger, es llegar al encuentro del hermano, del vecino, del amigo, del alejado, del olvidado, es llegar, estar y quedarse.

            Luego vendrá el tiempo de salir de Belén y caminar hacia el mundo, hacia la vida de todos los días, hacia los problemas y dificultades, hacia los desafíos y las metas, hacia los proyectos y los ideales.

            Hoy es Navidad, hoy Dios se ha unido a nosotros, la ternura de Dios, se hizo niño, que ríe, que espera, que nos saluda, que nos abraza. Hoy se unieron Nazaret y Belén.

La luz en la noche

            La pedagogía divina, la providencia de Dios, armo este pesebre, esta escena maravillosa. El niño, por nacer es incorporado e integrado al nuevo censo, al nuevo pueblo de Israel. Llegaron María y José a Belén, pero no había lugar para ellos, posiblemente un lugar decente para el niño, o la mezquindad de los humanos no le permitió nacer allí, y todo fue en un pesebre, una cueva donde se refugiaban animales.

            En esa noche, nació la luz, en ese momento, nació la hora de Dios, entre el frío, nació el Calor divino, en el silencio nocturno, nació la Palabra, en ese lugar pequeño, nació la grandeza, en ese pobre pesebre, nació la riqueza de los hombres, en la debilidad de la carne, nació la fuerza de Dios, su Hijo único.

            Si pasaron muchas navidades, si pasarán muchas más, ahora la nuestra depende de nosotros. Que esta navidad se haga carne, o se encarne en nosotros. Lo que traerá el niño, es lo que anuncian los Ángeles, que se unen a la alegría del cielo, es la gloria y la paz. Gloria a Dios, es decir alabanza, adoración, admiración, anonadamiento, porque Dios se digno hacerse hombre, uno de nosotros, en todo como nosotros menos en el pecado. Nació la posibilidad de acoger ahora la salvación que traerá el niño Dios. La puerta se abrió. Falta que entremos a festejar este gran anuncio.

            María, nuestra madre, lo envolverá en pañales. Ella, la Inmaculada, la elegida, tendrá a su hijo, de manera milagrosa, un parto sin dolor, para reparar el pecado de Eva. Tendrás Hijos con dolor. Nació la luz; y así como la luz atraviesa el cristal sin dañarlo, siguiendo esta comparación, el niño nació, sin dañar la virginidad de su Madre, compromiso asumido por la Virgen, que la Iglesia llama el dogma de la virginidad perpetua: María es Virgen antes, durante y después del parto, para dejar establecido que no tuvo otros hijos, sino a su hijo, el Hijo de Dios.

            Y la escena nos conmueve y nos mueve a reflexionar en muchas cosas y a hacer muchas cosas. Uno de tantos regalos para este navidad es la paz, ante tanta crispación y violencia. Otro la comprensión y la tolerancia antes tantos agravios y descalificaciones. Otro es la reconciliación, el regreso a Dios y al sacramento, que se noto mucho este año con la nutrida afluencia de hombres y mujeres que se acercaban a la confesión.

            Estamos llamados a ser apóstoles de la Navidad, de esta buena noticia y misterio. Dios esta ahora entre nosotros. El que lo encuentra se lleva el gran regalo a su casa. Su amor. Así lo repite el salmo 95: anuncien su gloria entre las naciones.

            Feliz y Santa Navidad para todos y cada unos. Con la bendición del niño Dios.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario