Domingo 3°. C. A. 22/1/23

Domingo 3º Tiempo Ordinario. Ciclo A. domingo 22 de Enero de 2023

Is 8, 23b-9,3               “El Pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz”        

1 Cor 1, 10-14.16-17  “Que no haya divisiones entre ustedes”   

Mt  4, 12-23                    “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”

Evangelio

Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz;
sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca. Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: Síganme, y yo los haré pescadores de hombres. Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.


Comentario

Comienza la predicación

            En este año 2023, correspondiente al ciclo A, la liturgia de la Palabra en la misa, presenta el Evangelio de San Mateo. Entre algunas características de este libro, está la insistencia del autor, sobre el cumplimiento da las profecías del Antiguo Testamento, con respecto a la figura de Jesús. Por eso se lo ha llamado el Evangelio del cumplimiento.

            La personalidad de San Juan Bautista, el precursor del Señor, el último de los profetas, se va ocultando y alejando, ante la presencia y la predicación de Jesús. El texto comienza diciendo que Juan Bautista había sido arrestado, preparándose para su entrega martirial, para luego ser decapitado.

            Jesús dejando, Nazaret, la ciudad donde pasó treinta años de su vida en forma oculta, se retira a Galilea, estableciéndose en Cafarnaúm, para que se cumpliera lo que dijo el profeta Isaías, siete siglos antes, y que también trae la primera lectura: “El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz”.

            Así comienza el Señor su actividad pública, su predicación en la región de los paganos, tierra de Zabulón y Neftalí, invadida en tiempos del profeta Isaías por los asirios. Jesús que es la luz, predica la conversión y el reino. Dice: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”

            Caminando por esos lugares, donde la oscuridad de la ignorancia, la idolatría, y la corrupción moral, estaban más presentes, Jesús, invade con su palabra, y sus signos el corazón de los pobladores, para sacarlos del pecado, sanarlos de sus enfermedades y saturarlos con su enseñanza.

            Por eso el mensaje de Jesús se convierte en luz y salvación, como expresa el salmo responsorial, para la sed de estos pueblos.

            La predicación del Señor, conquistará luego el corazón de los discípulos, ante la novedad, la exigencia y la sublimidad de su enseñanza. Muchos años después,  San Pablo, será tocado también por la luz de Jesús resucitado, camino a Damasco, para convertirse en un apóstol o enviado de Dios para los pueblos paganos. Es lo que trae la segunda lectura de la misa: “Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia”

Unas de las dimensiones de la Iglesia Católica, inserta en su misión propia, como eco de las palabras de Jesús, es la misión de enseñar, catequizar, evangelizar, y anunciar, el nombre, la vida, la doctrina viva de Jesús, hijo de Dios, y Señor de la historia. Aquel que lo encuentra, como una gracia en el camino de la vida, encuentra la luz y la salvación. Por eso nadie tiene que perder el horizonte apostólico y misionero de la existencia, como un gozo y un deber prioritario de la vivencia cristiana, con la palabra, el testimonio coherente, y los distintos medios que puedan acercar a los hombres y mujeres al Señor.

Los primeros discípulos

            Para esta tarea enorme de llegar al corazón de los hombres, el Señor, busca y se vale de la generosidad de otros hombres, que elige libre y gratuitamente, para formarlos y prepararlos como discípulos y misioneros.

            Cautivados en encuentros anteriores por el Señor, les habla en forma directa, a dos grupos de hermanos, pescadores de oficio, Santiago y Juan, y Andrés y Pedro, para convertirlos en pescadores de hombres. Estos son los primeros frutos de su predicación. Estos son los primeros peces humanos rescatados del mar del mundo. Ellos formarán parte del futuro grupo de los doce apóstoles, que Jesús instituirá para la fundación de su Iglesia.

            El Señor asumirá en un primer momento toda la tarea evangelizadora. Los discípulos aprenderán viendo, escuchando, compartiendo experiencias. Luego llegará el tiempo en que ellos mismos, y en el nombre del Señor, comenzarán la misión de anunciar, sanar y guiar a los hombres al encuentro con Jesús.

            Al concluir el texto, dice San Mateo: “Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente”.

            Junto con la tarea de anunciar la buena noticia del reino, Jesús también sana las enfermedades y dolencias de la gente. Su compasión y misericordia, se extiende a tantos que necesitan la salud. Esta realidad confirmaba lo que anunciaban los profetas, que los tiempos de Mesías, eran tiempos de curación.            El dominio de Jesús sobre las enfermedades, milagros de su amor, manifiestan un signo de su divinidad. Los apóstoles también recibirán esta potestad para curar a los que padecen distintas dolencias.

            En nuestro mundo actual, se han hecho avances enormes en el campo de la salud, la ciencia y la tecnología. Distintos medios y métodos médicos alivian el dolor e intentan curar las enfermedades. Este progreso ha beneficiado a la humanidad.      

            Comentando este pasaje, el Cardenal Rainero Cantalamessa, hace una brillante reflexión. Dice el predicador del Papa: El hombre tiene dos medios para intentar superar sus enfermedades: la naturaleza y la gracia. Naturaleza indica la inteligencia, la ciencia, la medicina, la técnica; gracia indica el recurso directo a Dios, a través de la fe, la oración y los sacramentos. Estos últimos son los medios que la Iglesia tiene a disposición para «curar a los enfermos».

Lo malo empieza cuando se busca una tercera vía: la de la magia, la que hace palanca en pretendidos poderes ocultos de la persona que no se basan ni en la ciencia ni en la fe. En este caso o estamos ante pura charlatanería o –peor— ante la acción del enemigo de Dios.

            Cuando por ello se leen anuncios del tipo: mago tal de no sé quién «llega donde otros fracasan», «resuelve problemas de todo tipo», «poderes extraordinarios reconocidos», «expulsa demonios, aleja el mal de ojo», no hay que dudar ni un instante: son grandes engaños. Jesús decía que los demonios se expulsan «con ayuno y oración», ¡no vaciando el bolsillo de la gente!

            Hoy esta atinada observación se sigue cumpliendo y doy fe de todo esto, al escuchar en mi ministerio sacerdotal, a algunas personas llevadas por estos falsos profetas, que son engañadas y estafadas.

            Jesús no llama a la conversión, nos invita al seguimiento, no da su luz y salvación, para acercarnos a El y sanar nuestras dolencias.

            Podemos concluir con un mensaje de la Virgen de Fátima en la quinta  aparición del 13 de septiembre de 1917 a los pastorcitos, que ilumina esta realidad de la enfermedad. “Lucía le pide por varios enfermos. La Virgen le responde que algunos sí curarán, pero que otros no, porque Dios no se confía de ellos, y porque para la santificación de algunas personas es más conveniente la enfermedad que la buena salud”

Oración: Señor, tu eres mi luz y mi salvación. ¿A quien temeré? Tu eres el predicador de mi vida y el medico de mi corazón. Ayúdame a seguirte con más fidelidad y correspondencia, para animarme a ser pescador de hombres. Que la red del amor este lista siempre para arrojarla a todos los que encuentre y con tu gracia, llevarlos a la barca de la Iglesia. Amen

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario