Domingo 4°. C. A. 29/1/2023

Domingo 4º Tiempo Ordinario. Ciclo A. domingo 29 de enero de 2023

Sof. 2,3; 3, 12-13.     “Yo dejaré en medio de ti a un pueblo humilde”

1º Cor. 1, 26-31        “Dios elegió lo que el mundo tiene por necio”

Mt 4,25- 5,12            “Felices los que tienen alma de pobres”


EVANGELIO

Seguían a Jesús grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron».

La revolución interior

Comentario

            El evangelio de este domingo, es el evangelio de las ocho bienaventuranzas, que trae la versión de San Mateo, ya que San Lucas las sintetiza solo en cuatro.

            La palabra bienaventuranza es una expresión que se ha hecho clásica. Actualmente comienza el famoso sermón de la montaña, traduciendo esta  palabra como felices o dichosos.

            Jesús sube a una montaña, como el Nuevo Moisés, para proponer la carta fundamental del Reino de Dios, y hacer descubrir  el verdadero sentido y las exigencias más radicales de ley promulgada anteriormente en el monte Sinaí.

            El Señor, como un  maestro se sentó, junto a sus discípulos y a la multitud, para enseñarles el camino de la autentica felicidad.

            Narra la historia, que el poeta Torcuato Tasso, fue llamado un día por el Rey para preguntarle cual era la persona más feliz de su reino. Pensando que iba a responder haciendo referencia al El, le dijo que Dios. Sorprendido el rey, le aclaró que hacía referencia a una persona de esta tierra. Le respondió, que la persona más feliz, es aquella que esta más cerca de Dios.

            Por lo tanto el haber estado cerca de Jesús, era para los discípulos un momento de felicidad, de alegría. Pero esta bienaventuranza es más profunda. No se trata solo de cercanía sino de interioridad. Las bienaventuranzas están incorporadas también en el tercero misterio luminoso del Santo Rosario

            Las bienaventuranzas son en definitiva un autorretrato de Jesús. Dice el catecismo de la Iglesia Católica: “Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su pasión y de su resurrección, iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones”

            Esta especie de revolución interior, contrasta con el código de valores de este mundo. Reconocemos que en esta vida la felicidad plena no es posible. Podemos tener momentos de felicidad natural, pero debido a nuestra condición humana y nuestra propia fragilidad, esta dicha es imperfecta. Solo será total y acabada en la vida eterna, promesa de Dios y fin último de la vida.

            Como decía el poeta, solo Dios es felicísimo en si mismo. Pero Jesús, que busca y quiere el bien de la humanidad, y no pide cosas imposibles, presenta esta especie de tabla de valores sobrenaturales, para que vivamos con su ayuda, un nuevo estilo de vida cristiana.

            Jesús encarna, como hijo de Dios, el proyecto en anunciar y vivir las bienaventuranzas. No son algo teórico o una meta inalcanzable. Esta mirando también a su pueblo y a sus discípulos, que viven y vivirán aspectos de este programa de vida nueva.

            Los santos que están en cielo, se los llama bienaventurados, no solo porque su vivencia en este mundo, sino por la dicha de gozar la felicidad junto a Dios.

            Si el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo, es el resumen de la ley de la nueva alianza, la felicidad es como una consecuencia de concreción de este ideal. Las bienaventuranzas son como una escalera, que nos conduce y nos llevan a Dios. El acto supremo del amor a Dios y los hermanos, es el martirio, dar la vida, la sangre, como ya presagia la octava bienaventuranza.

Haciendo camino

            El que Jesús haya subido al monte, no solo era para predicar a la gente, estar cerca de ellos, para verlo y escucharlo, sino encerraba un signo, y otro intención. Para llegar a la cumbre de la vida, para vivir las bienaventuranzas, hay que recorrer el camino de la subida, con caídas, retrocesos, descansos, y progresos. Es algo grande, y alto, que nos lleva a Dios. Se trata de llegar. Dios, nos auxilia con su gracia, y contando con nuestra correspondencia nos espera en el cielo, haciendo ya un nuevo cielo en esta tierra, en nuestro corazón por su amor, aunque haya dolor y en el mundo, tratando de hacer feliz a otro, mostrando quien es el que tiene toda la felicidad, para darla: Solo Dios.

            Las bienaventuranzas no son resignaciones, o fracasos de la vida. Son gratificaciones, bendiciones o felicitaciones de Dios, que alienta y sostiene,  mostrando la grandeza de sus hijos, al vivir plenamente este camino de santidad. Anuncian una recompensa espiritual en este mundo y en la vida eterna. Promesa que Dios cumplirá.

            Se describen realidades de la vida de los hombres: Los pobres de espíritu, son los pobres de corazón, con espíritu de desprendimiento, mirados y ayudados por Dios, solicitando constantemente su auxilio. Esto nos libra del peligro, el apego y la idolatría del dinero. Los afligidos, son aquellos o aquellas que pasan penas o dolores interiores, a veces como consecuencia del testimonio cristiano. Los satisfechos o los que viven alocados, de fiesta en fiesta, son la cara contraria de esta bienaventuranza.

            Los pacientes, aquellos que llevan esta virtud con esperanza y valor, antes los ansiosos, atropellados y violentos de este mundo. Los justos, son aquellos que realmente buscan la santidad, y tienen hambre de justicia por Dios y los hermanos. Los deshonestos, los impunes, los ladrones y malvados no pueden tener la conciencia tranquila. Así podríamos ir describiendo todas las restantes.

            Nos queda el sabor en el corazón de meditar en este gran desafió. Que la eucaristía de este domingo, que podemos recibir, vaya anticipando la bienaventuranza, porque al recibir la comunión, estamos recibiendo un pedacito de felicidad.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario