2° Domingo. Ciclo A. 2023

Domingo 2º durante del año. Ciclo A. domingo 15 de enero de 2023

Is 49,3-6          “Yo te destino a ser luz de las naciones”

1 Cor 1, 1-3    “Llegue a ustedes, la gracia y la paz que proceden de Dios”

Jn 1, 29-34      “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”

Evangelio

Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A Él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel. Y Juan dio este testimonio: He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo. Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios.

Comentario

El cordero de Dios

            Iniciamos un nuevo tiempo litúrgico, llamado tiempo durante el año o tiempo ordinario. Son 33 domingos que concluirán con la fiesta de Cristo Rey, como fin del año litúrgico. El color propio de  este tiempo es el verde, que nos habla de serenidad y esperanza, vida contenida que está por florecer. Estos domingos se verán interrumpidos por el inicio de la cuaresma, y la celebración de bendición e imposición de las cenizas.

            Luego de contemplar los misterios de la vida de Jesús en el tiempo de Navidad, que concluyó con la fiesta del bautismo del Señor, celebrada el domingo anterior, ahora veremos la actividad de Jesús en su vida pública.

            San Juan Bautista, el precursor del Señor, el que preparó el camino y al pueblo de Israel, para la llegada del Mesías, con un bautismo de penitencia y un llamado a la conversión, es el que ahora señala a sus discípulos, a Jesús, como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

            Este título dado por El Bautista al Señor, recuerda la figura del cordero en el antiguo testamento, principalmente el cordero pascual.

            Para prepararse al paso del Señor, siendo los hebreos esclavos en Egipto, Dios indicó a su pueblo Israel por medio de Moisés, que marcaran las puertas de sus casas con la sangre de un cordero sacrificado. Esta señal protegería a los judíos del paso del ángel de Dios sobre sus casas, y seriá el motivo para que el Faraón les permitiera salir de Egipto. Luego el pueblo, festejará cada año este acontecimiento sacrificando y comiendo un cordero, sin defecto, porque era la pascua del Señor.

            La realidad de ese animal inocente, aplicada al Señor, se extiende ahora para hablar de Jesús, como el cordero inocente, que se sacrifica por su pueblo. Ahora la sangre del verdadero cordero de Dios, Jesucristo, nuestro Señor, derramada en el altar de la cruz, quitará y limpiará los pecados del mundo, y se actualizará ese acontecimiento, en la celebración sacramental de la Santa Misa, cuando consagrando el vino, dirá el sacerdote: “sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos, para el perdón de los pecados”

            San Juan Bautista anunciará lo que el Señor hará posteriormente, quitar el pecado del mundo, concretado en distintas personas que presenta el evangelio. Solo citamos algunas. Cuando cura y perdona los pecados del paralítico, llevado en camilla por sus amigos. Cuando salva y perdona a la mujer adultera de su pecado, a punto de ser lapidada o apedreada, o cuando perdona al buen ladrón que reconoce su inocencia: “hoy estarás conmigo en el paraíso”.

            El poder de Dios, se manifiesta también en el perdón de los pecados, y no solo en sus milagros. Solo Dios puede perdonar los pecados, a quien está sinceramente arrepentido. Su acción se hace fecunda y eficaz, en el sacramento de la reconciliación o penitencia, cuando los penitentes se acercan a confesar sus pecados y por la misericordia de Dios y el ministerio de los sacerdotes, escuchan estas palabras: “Yo te absuelvo de tus pecados”. Es decir yo te desato, porque en ese momento el sacerdote es alter Cristus, otro Cristo, Ipse Cristus, el mismo Cristo. Que alegría y que dicha poder tener en la Iglesia este remedio para nuestra alma y para nuestro camino de santidad, como nos habla la segunda lectura, llamados a vivir libres de pecados, y colmados de la gracia de Dios. Dice San Pablo: “a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos”

El testimonio de San Juan Bautista

            Dice el adagio popular que las palabras vuelan y las acciones quedan. En este caso se unen las palabras elogiosas del Bautista con los títulos o nombres que da al Señor, y el testimonio valiente que hace de su persona en forma pública.

            Lo llama, en este pasaje del evangelio: “un hombre que me precede”, Jesús es el verdadero hombre, el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre. “El que existía antes que yo”. Afirma la preexistencia eterna de Jesús, antes de la creación del mundo. “Para que El fuera manifestado a Israel”. Habla de Jesús, como la Epifanía de Dios, o la gran manifestación del Dios al mundo. “He visto descender el Espíritu sobre El”. El Espíritu Santo, que lo consagra como el Hijo de Dios, y el Mesías Esperado. “El que bautizada en el Espíritu Santo”. Jesús como el nuevo bautizador en reemplazo del San Juan Bautista, que instituye el verdadero bautismo y le da eficacia. “Yo lo he visto y doy testimonio de que El es el Hijo de Dios”. Reconoce en Jesús, el título de Hijo de Dios, su filiación divina natural con Dios Padre, engendrado no creado, como dirá el credo Niceno.

            Nosotros también estamos llamados a dar testimonio, o ser testigos de Jesús en el mundo, tarea nada fácil pero posible. El testimonio, que en griego se dice mártir, es el reconocimiento público de la vida coherente con la fe. No podemos ser testigos mudos, también tenemos que anunciar su nombre, a veces denunciar lo que esta mal u ofende el nombre de Dios y otras veces renunciar a ciertas cosas para testificar con los hechos y acciones la propia fe.

            El divorcio entre fe y vida es unos de los dramas de nuestro tiempo. En el libro “el coraje de ser católicos”, de George Weigel, biógrafo de la vida del Papa San Juan Pablo II, que lo recomendamos, se habla de la necesidad de ser valientes cristianos, sin fanatismos ni fundamentalismos,  hombres y mujeres que se toman en serio a Dios y viven y sufren alegremente en su fe. Reconociendo y lamentando los escándalos en la vida de la Iglesia, y también del algunos clérigos, no deja de ser importante mirar a los verdaderos testigos, como los santos, y a aquellos ciudadanos comunes que viven heroica y sencillamente su vida cristiana, en la entrega y el servicio, aunque no sean noticia de los diarios. Sería penoso escuchar nuevamente esa frase de Mahatma Gandhi: “Me gusta Jesucristo, pero no me gustan los cristianos”

            La primera lectura habla del don de la vocación del profeta desde el seno materno, el llamado al servicio, y el reconocimiento de Dios por sus hijos: “Yo soy valioso a los ojos del Señor” para vivir la misión de ser luz de las naciones. Así dice Isaías: “Yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”. Esto se cumple plenamente en Jesús, el sol que nace de lo alto, la luz que brilla en las tinieblas, porque el mismo se autodenomino: “yo soy la luz del mundo”.

            Entre tanta confusión doctrinal, entre tanto desorden y desorientación, entre tantos que viven angustiados, sin rumbo ni horizonte, a veces escapando a través del mundo de las drogas, el cristiano, tiene la tarea y el deber de ayudar, iluminar, acercar con sencillez y caridad a los hombres y mujeres al encuentro del Señor. Sin esta preocupación, estaremos viviendo tibiamente nuestra fe cristiana.

            “Se mi luz”, le dijo Dios a la joven Teresa de Calcuta, cuando oyó esa voz en su corazón para ser una luz de esperanza con los pobres de la India, una testigo creíble y convocante de vivir el evangelio a fondo y en la realidad de todos los días.

            Dice San Josemaría Escrivá en su famoso libro, surco, punto 36 sobre respetos humanos, algo para examinar: “Asusta el daño que podemos producir, si nos dejamos arrastrar por el miedo o la vergüenza de mostrarnos como cristianos en la vida ordinaria”. Que este evangelio nos ayude en este domingo.

Oración: Jesús, recociéndome pecador, y necesitado de misericordia, acoge benigno esta simple oración, para pedirte fortaleza y auxilio, para poder ser luz y sal entre los hombres, testigo de la esperanza y anunciador valeroso de tu evangelio. Tú eres el Cordero de Dios, eres mi alimento y mi vitalidad. Que tu entrega y sacrificio, me animen a darme más a ti y a los hermanos. Amen

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario