Domingo 29°. C. A. Domingo 22 de octubre de 2023. Elecciones presidenciales

Is 45, 1. 4-6         «Tomé a Ciro de la mano derecha, para someter ante él a las naciones” 1 Tes 1,1-5b         “Tenemospresente la fe, el amor y la esperanza” Mt 22,15-21         “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” Evangelio

Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque Tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?» Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto». Ellos le presentaron un denario. Y Él les preguntó:

Domingo 29°. C. A. Domingo 22 de octubre de 2023. Elecciones Presidenciales   Is 45, 1. 4-6          “Tomé a Ciro de la mano derecha, para someter ante él a las naciones” 1 Tes 1,1-5b         “Tenemos presente la fe, el amor y la esperanza de todos ustedes” Mt 22,15-21          “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” Evangelio Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque Tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?» Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto». Ellos le presentaron un denario. Y Él les preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?» Le respondieron: «Del César». Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios». Comentario Den al César lo que es del Cesar Seguramente han escuchado muchas veces o tal vez dicho está extendida expresión: “Ni religión ni de política se hablan”. No significa que este vedado hablar de estos temas, sino que son difíciles de abordar y en muchas ocasiones fuentes de conflicto y división. Por otro lado, tenemos que reconocer que existen personas que hablan de uno y de otro como si fueran expertos en la materia, y pontifican frases como dogmas inapelables. Esta realidad cotidiana, y estos temas, son presentados e iluminados por el evangelio de este domingo. Meditemos el texto. En el marco de la escena, en el relato de San Mateo, aparecen dos grupos que acuden con un cuestionamiento a Jesús, el Maestro: los fariseos y los herodianos, adversarios entre sí, pero ahora unidos en una causa común. Los primeros eran un grupo que estaba en contra de la dominación romana, y los segundos eran partidarios de Herodes y amigos del poder. Ambos se unen para hacerle una pregunta difícil y con intención maliciosa, ya que buscaban alguna manera de detenerlo, como dice el texto inicial: “Se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones”. Y arremeten diciendo: “¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?” Jesús conoce su malicia y los llama hipócrita, porque buscan tenderle una trampa. Por eso no responde inmediatamente y les pide que les muestre la moneda del impuesto. En caso de que Jesús respondiera que sí, estaba reconociendo la autoridad de los invasores romanos y se ponía en contra a los fariseos. Si decía que no, desobedecía a la ley, con escándalo de los herodianos, amigos de los romanos. Pero el Señor elude estas respuestas y deja una sentencia, que pasará a la historia: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”    Nos preguntamos quien era el Cesar. En la época de Jesús, los romanos eran el imperio más poderoso. Habían tomado posesión de los territorios judíos e impuesto su gobierno y sus leyes. En lugar del rey judío, había un gobernador que ejercía la autoridad en nombre del Emperador Romano, que en esos tiempos era Tiberio César. Por lo tanto, tenían el deber de pagar la contribución del impuesto, con el denario, moneda de plata que llevaba grabada la figura de Tiberio y una inscripción latina, que decía: Tiberio Cesar Augusto, hijo del Divino Augusto. A esto se suma otro problema religioso. El emperador se hacía tratar como un dios, usaba títulos divinos y exigía actos de culto a su persona Con estas palabras Jesús limita el poder del Cesar, que se arrogaba ser un dios, otorgando solo lo que le corresponde, y nada más, reconociendo el poder civil y sus derechos, los tributos necesarios para el orden temporal, sin avallar los derechos de Dios, y la libertad religiosa Pero también Dios tiene caminos misteriosos que elige para su gobierno en el mundo a través de su pueblo. La primera lectura presenta uno de esos caminos elegidos por Dios para conducir a su pueblo a la liberación, y al regreso a su tierra, por medio de una autoridad pagana, como era el Rey Ciro, jefe de medos y persas. Dice el texto de Isaías: “Así habla el Señor a su ungido, a Ciro, a quien tomé de la mano derecha, para someter ante él a las naciones y desarmar a los reyes, para abrir ante él las puertas de las ciudades, de manera que no puedan cerrarse… Yo te hice empuñar las armas, sin que tú me conocieras, para que se conozca, desde el Oriente y el Occidente, que no hay nada fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro” Por lo tanto, existe el compromiso de los ciudadanos de colaborar honestamente con las autoridades legítimas, como instrumentos elegidos por Dio para el Pueblo. Muy bien lo presenta el Cardenal Rainiero Cantalamessa Pagar lealmente los impuestos para un cristiano (también para toda persona honrada) es un deber de justicia y por tanto un deber de conciencia. Garantizando el orden, el comercio y todos los demás servicios, el Estado da al ciudadano algo por lo que tiene derecho a una contrapartida, precisamente para poder seguir dando estos servicios. La evasión fiscal, cuando alcanza ciertas proporciones -nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica- es un pecado mortal, similar al de cualquier robo grave. Es un robo hecho no al “Estado”, o sea, a nadie, sino a la comunidad, es decir, a todos. Esto supone naturalmente que también el Estado sea justo y equitativo cuando impone las tasas. La colaboración de los cristianos en la construcción de una sociedad justa y pacífica no se agota con pagar los impuestos; debe extenderse también a la promoción de valores comunes, como la familia, la defensa de la vida, la solidaridad con los más pobres, la paz. Hay también otro ámbito en el que los cristianos deberían dar una contribución más grande a la política. No tiene tanto que ver con los contenidos como con los métodos, el estilo. Es necesario desactivar el clima de lucha permanente, procurar mayor respeto, compostura y dignidad en las relaciones entre partidos. Respeto al prójimo, moderación, capacidad de autocrítica: son rasgos que un discípulo de Cristo debe llevar a todas las cosas, también a la política. Es indigno de un cristiano abandonarse a insultos, sarcasmo, rebajarse a riñas con los adversarios. Si, como decía Jesús, quien dice al hermano “estúpido” ya es reo de la Gehenna, ¿qué será de muchos políticos? Acercándose las elecciones presidenciales este domingo 22 de octubre, es necesario recordar los principios irrenunciables, que sintetizó en su momento Monseñor Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata: Un tema que no se habló en la campaña presidencial es acerca del proyecto de la muerte digna, sobre el cual habría que hacer algunas distinciones. Sería de desear que ese proyecto aclarara muy bien la diferencia que hay entre la renuncia al encarnizamiento terapéutico y ciertas prácticas que son eutanásicas. Por otra parte, existe una ley de protección del paciente que prohíbe toda práctica eutanásica. Hay que tener en cuenta que no se prive al paciente terminal de la hidratación y de la alimentación o si va a incluir en un futuro testamento biológico la posibilidad de renunciar a estos servicios que junto con los cuidados paliativos no deben negarse a ningún enfermo”. “Todo esto es una sugerencia para que, ustedes, en el escaso tiempo que nos queda procuren averiguar entre los candidatos qué es lo que piensan, qué opinan acerca de los temas fundamentales relacionados con el aborto, la eutanasia, la familia, la seguridad, la inflación, la corrupción. No son indiferentes estos temas sino tan capitales que de ellos depende, de alguna manera, la futura configuración de la sociedad argentina. Y para nosotros, cristianos, son innegociables”. A Dios lo que es de Dios   A Dios les corresponde todo nuestro amor, nuestro reconocimiento, la respuesta a sus mandamientos. Continua el Cardenal Rainiero: “Los hebreos estaban acostumbrados a concebir el futuro reino de Dios instaurado por el Mesías como una “teocracia”, es decir, como un gobierno dirigido por Dios en toda la tierra a través de su pueblo. Ahora en cambio, la palabra de Cristo revela un reino de Dios que “está” en el mundo pero que no “es” de este mundo, que camina en una longitud de onda distinta y que, por ello, coexiste con cualquier otro régimen, sea de tipo sacro o “laico”. Se revelan así dos tipos cualitativamente diversos de soberanía de Dios en el mundo: la “soberanía espiritual” que constituye el reino de Dios y que ejerce directamente en Cristo, y la “soberanía temporal” o política, que Dios ejerce directamente, confiándola a la libre elección de las personas y al juego de las causas segundas. César y Dios, sin embargo, no están al mismo nivel, porque también César depende de Dios y debe rendirle cuentas. “Dad a César lo que es de César” significa, por tanto: “Dad a César lo que ‘Dios mismo quiere’ que le sea dado a César”. Dios es el soberano de todos, César incluido. No estamos divididos entre dos pertenencias, no estamos obligados a servir “a dos señores”. El cristiano es libre de obedecer al Estado, pero también de resistir al Estado cuando éste se pone contra Dios y su ley. En este caso, no vale invocar el principio del orden recibido de los superiores, como suelen hacer ante los tribunales los responsables de crímenes de guerra. Antes que, a los hombres, hay que obedecer a Dios y a la propia conciencia. Ya no se puede dar a César el alma que es de Dios.” Luego de esta reflexión rezamos por los comicios presidenciales de este domingo para que el voto sea rezado, meditado, de acuerdo a nuestra fe católica, con discernimiento y buscando el candidato que mejor le pueda hacer al bien de la patria y a su futuro. Dios nos bendiga Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario

Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».

Comentario

Den al César lo que es del Cesar

           Seguramente han escuchado muchas veces o tal vez dicho está extendida expresión: “Ni religión ni de política se hablan”. No significa que este vedado hablar de estos temas, sino que son difíciles de abordar y en muchas ocasiones fuentes de conflicto y división. Por otro lado, tenemos que reconocer que existen personas que hablan de uno y de otro como si fueran expertos en la materia, y pontifican frases como dogmas inapelables.

            Esta realidad cotidiana, y estos temas, son presentados e iluminados por el evangelio de este domingo. Meditemos el texto.

           En el marco de la escena, en el relato de San Mateo, aparecen dos grupos que acuden con un cuestionamiento a Jesús, el Maestro: los fariseos y los herodianos, adversarios entre sí, pero ahora unidos en una causa común. Los primeros eran un grupo que estaba en contra de la dominación romana, y los segundos eran partidarios de Herodes y amigos del poder. Ambos se unen para hacerle una pregunta difícil y con intención maliciosa, ya que buscaban alguna manera de detenerlo, como dice el texto inicial: “Se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones”. Y arremeten diciendo: “¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?”         Jesús conoce su malicia y los llama hipócrita, porque buscan tenderle una trampa. Por eso no responde inmediatamente y les pide que les muestre la moneda del impuesto. En caso de que Jesús respondiera que sí, estaba reconociendo la autoridad de los invasores romanos y se ponía en contra a los fariseos. Si decía que no, desobedecía a la ley, con escándalo de los herodianos, amigos de los romanos. Pero el Señor elude estas respuestas y deja una sentencia, que pasará a la historia: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”       

       Nos preguntamos quien era el Cesar. En la época de Jesús, los romanos eran el imperio más poderoso. Habían tomado posesión de los territorios judíos e impuesto su gobierno y sus leyes. En lugar del rey judío, había un gobernador que ejercía la autoridad en nombre del Emperador Romano, que en esos tiempos era Tiberio César. Por lo tanto, tenían el deber de pagar la contribución del impuesto, con el denario, moneda de plata que llevaba grabada la figura de Tiberio y una inscripción latina, que decía: Tiberio Cesar Augusto, hijo del Divino Augusto. A esto se suma otro problema religioso. El emperador se hacía tratar como un dios, usaba títulos divinos y exigía actos de culto a su persona

        Con estas palabras Jesús limita el poder del Cesar, que se arrogaba ser un dios, otorgando solo lo que le corresponde, y nada más, reconociendo el poder civil y sus derechos, los tributos necesarios para el orden temporal, sin avallar los derechos de Dios, y la libertad religiosa Pero también Dios tiene caminos misteriosos que elige para su gobierno en el mundo a través de su pueblo.

         La primera lectura presenta uno de esos caminos elegidos por Dios para conducir a su pueblo a la liberación, y al regreso a su tierra, por medio de una autoridad pagana, como era el Rey Ciro, jefe de medos y persas. Dice el texto de Isaías:

       “Así habla el Señor a su ungido, a Ciro, a quien tomé de la mano derecha, para someter ante él a las naciones y desarmar a los reyes, para abrir ante él las puertas de las ciudades, de manera que no puedan cerrarse… Yo te hice empuñar las armas, sin que tú me conocieras, para que se conozca, desde el Oriente y el Occidente, que no hay nada fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro”

           Por lo tanto, existe el compromiso de los ciudadanos de colaborar honestamente con las autoridades legítimas, como instrumentos elegidos por Dio para el Pueblo. Muy bien lo presenta el Cardenal Rainiero Cantalamessa

      Pagar lealmente los impuestos para un cristiano (también para toda persona honrada) es un deber de justicia y por tanto un deber de conciencia. Garantizando el orden, el comercio y todos los demás servicios, el Estado da al ciudadano algo por lo que tiene derecho a una contrapartida, precisamente para poder seguir dando estos servicios. La evasión fiscal, cuando alcanza ciertas proporciones -nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica- es un pecado mortal, similar al de cualquier robo grave. Es un robo hecho no al “Estado”, o sea, a nadie, sino a la comunidad, es decir, a todos. Esto supone naturalmente que también el Estado sea justo y equitativo cuando impone las tasas.

        La colaboración de los cristianos en la construcción de una sociedad justa y pacífica no se agota con pagar los impuestos; debe extenderse también a la promoción de valores comunes, como la familia, la defensa de la vida, la solidaridad con los más pobres, la paz. Hay también otro ámbito en el que los cristianos deberían dar una contribución más grande a la política. No tiene tanto que ver con los contenidos como con los métodos, el estilo. Es necesario desactivar el clima de lucha permanente, procurar mayor respeto, compostura y dignidad en las relaciones entre partidos. Respeto al prójimo, moderación, capacidad de autocrítica: son rasgos que un discípulo de Cristo debe llevar a todas las cosas, también a la política. Es indigno de un cristiano abandonarse a insultos, sarcasmo, rebajarse a riñas con los adversarios. Si, como decía Jesús, quien dice al hermano “estúpido” ya es reo de la Gehena, ¿qué será de muchos políticos?

           Acercándose las elecciones presidenciales este domingo 22 de octubre, es necesario recordar los principios irrenunciables, que sintetizó en su momento Monseñor Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata:

          Un tema que no se habló en la campaña presidencial es acerca del proyecto de la muerte digna, sobre el cual habría que hacer algunas distinciones. Sería de desear que ese proyecto aclarara muy bien la diferencia que hay entre la renuncia al encarnizamiento terapéutico y ciertas prácticas que son eutanásicas. Por otra parte, existe una ley de protección del paciente que prohíbe toda práctica eutanásica. Hay que tener en cuenta que no se prive al paciente terminal de la hidratación y de la alimentación o si va a incluir en un futuro testamento biológico la posibilidad de renunciar a estos servicios que junto con los cuidados paliativos no deben negarse a ningún enfermo”.

        “Todo esto es una sugerencia para que, ustedes, en el escaso tiempo que nos queda procuren averiguar entre los candidatos qué es lo que piensan, qué opinan acerca de los temas fundamentales relacionados con el aborto, la eutanasia, la familia, la seguridad, la inflación, la corrupción. No son indiferentes estos temas sino tan capitales que de ellos depende, de alguna manera, la futura configuración de la sociedad argentina. Y para nosotros, cristianos, son innegociables”.

A Dios lo que es de Dios

            A Dios les corresponde todo nuestro amor, nuestro reconocimiento, la respuesta a sus mandamientos. Continua el Cardenal Rainiero: “Los hebreos estaban acostumbrados a concebir el futuro reino de Dios instaurado por el Mesías como una “teocracia”, es decir, como un gobierno dirigido por Dios en toda la tierra a través de su pueblo. Ahora en cambio, la palabra de Cristo revela un reino de Dios que “está” en el mundo pero que no “es” de este mundo, que camina en una longitud de onda distinta y que, por ello, coexiste con cualquier otro régimen, sea de tipo sacro o “laico”.

          Se revelan así dos tipos cualitativamente diversos de soberanía de Dios en el mundo: la “soberanía espiritual” que constituye el reino de Dios y que ejerce directamente en Cristo, y la “soberanía temporal” o política, que Dios ejerce directamente, confiándola a la libre elección de las personas y al juego de las causas segundas. César y Dios, sin embargo, no están al mismo nivel, porque también César depende de Dios y debe rendirle cuentas. “Dad a César lo que es de César” significa, por tanto: “Dad a César lo que ‘Dios mismo quiere’ que le sea dado a César”. Dios es el soberano de todos, César incluido. No estamos divididos entre dos pertenencias, no estamos obligados a servir “a dos señores”. El cristiano es libre de obedecer al Estado, pero también de resistir al Estado cuando éste se pone contra Dios y su ley. En este caso, no vale invocar el principio del orden recibido de los superiores, como suelen hacer ante los tribunales los responsables de crímenes de guerra. Antes que, a los hombres, hay que obedecer a Dios y a la propia conciencia. Ya no se puede dar a César el alma que es de Dios.”

           Luego de esta reflexión rezamos por los comicios presidenciales de este domingo para que el voto sea rezado, meditado, de acuerdo a nuestra fe católica, con discernimiento y buscando el candidato que mejor le pueda hacer al bien de la patria y a su futuro. Dios nos bendiga

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario