Domingo 28º. Ciclo A. domingo 15 de octubre de 2023. Día de la Madre

Is 25, 6-10 El Señor ofrecerá un banquete y enjuagará las lágrimas de todos los rostros

Fil 4, 12-14.19-20      Lo puedo todo en Aquél que me conforta

Mt 22, 1-14               Inviten al banquete nupcial a todos los que encuentren

Evangelio

            Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
    El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.

De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: «Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas». Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: «El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren».

Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.

Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. «Amigo, le dijo, ¿Cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?” El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: «Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes». Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.

Comentario

Las nuevas bodas

            Los jóvenes que se casan por Iglesia en estos tiempos, tienen una particularidad muy especial. Un altísimo porcentaje, se acercan estando ya conviviendo. Ponemos un breve dato estadístico de nuestra parroquia de Santa Rosa de Lima. En las charlas o encuentros preparatorios, de 12 parejas de jóvenes, 11 estaban conviviendo y solo uno eran novios. Es valorable que se acerquen a celebrar el sacramento, otros siendo católicos ni lo hacen, pero es cuestionable esta realidad que ya pasó de ser una moda a ser un problema cultural, donde no se dimensiona la situación como algo pecaminoso, sino como algo tolerable y hasta necesario.

            Este tema que no solo es de nuestro país sino que ocurre a nivel mundial, nos sirve de introducción para meditar en los textos de este domingo.

San Mateo, nos trae en el evangelio una parábola en el contexto de las bodas, casamiento o fiesta con que el Rey agasaja a su Hijo, con varios elementos propios que resalta el relato. Esta el  banquete preparado, que es una comida espléndida, con terneros y los mejores animales, la sala nupcial, que se llenó con los invitados, convidados, o comensales, los guardias o custodios, que retiran al que no tiene el traje de fiesta, y los servidores, que convocan con sus invitaciones a dos grupos, a unos que se negaron a ir, y otros  que se excusaron, o no tuvieron en cuenta la invitación, porque se fueron a su campo, otros a su negocios y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.

            La parábola termina con la sentencia de que muchos son los llamados, pero pocos los elegidos, haciendo alusión a aquellos que fueron invitados y aquellos que respondieron.

En está parábola alegorizada, podemos destacar quien representa los personajes y las situaciones del relato sabiendo que no todo tiene un fondo realista. El Rey, es el mismo Dios, su Hijo, es Jesús, las bodas es el cielo, los servidores enviados en un primer momento son los profetas, y los enviados en segundo lugar, son Jesús y los apóstoles, los invitados que se negaron a ir, son las autoridades religiosas judías, y gran parte del pueblo, los que ingresan en otro momento son los pueblos paganos, la sala nupcial es la Iglesia, donde hay buenos y malos, la comida son los sacramentos, en especial la eucaristía, el traje de fiesta, son las buenas obras hechas en gracia de Dios, los guardias son los Ángeles y las tinieblas el infierno

            La primera lectura  del profeta Isaías trata el mismo tema. Presenta la gratuidad y generosidad de Dios al invitar a su pueblo, a través de la imagen del banquete y la alegría de estar entre los comensales:

“El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un banquete de manjares suculentos, un banquete de vinos añejados, de manjares suculentos, medulosos, de vinos añejados, decantados…Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación: es el Señor, en quien nosotros esperábamos; ¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación!”.

            La alusión a la montaña en el texto,  es una indicación que habla de la necesidad del esfuerzo por llegar al encuentro con Dios, que es nuestra riqueza, nuestro banquete, el que sacia nuestra hambre y nuestra sed. Dice muy bien San Pablo en la segunda lectura:

“Dios colmará con magnificencia todas las necesidades de ustedes, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús”.

            En este camino de la vida, no estamos solos. Dios como el buen Pastor, esta interesado en conducirnos hacia las aguas tranquilas, sostenidos por su amor, entre collados y montes de dificultades, para llegar a la salvación definitiva, incoada en esta vida. Lo expresa bellamente el salmo 22:

El señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza.

La sala nupcial

            Estos textos nos llevan a meditar en varios temas unidos alrededor de la correspondencia o respuesta personal a los dones de Dios. El postergar la invitación del Señor, el rechazarla, alegando excusas, son típicos motivos de soberbia, egoísmo y comodidad. Podemos estar más preocupados por las cosas de este mundo, que por el Dios de este mundo, más preocupados por lo que creemos urgente, el campo, los negocios, el trabajo, nuestros gustos y caprichos, que por lo importante, la misa, la oración, la confesión, el apostolado, etc. No basta estar físicamente en la Iglesia, deambulando por las instituciones o grupos. Necesito el traje de fiesta de la caridad, de la gracia, de la coherencia católica.

            La Iglesia es como una gran sala nupcial, donde hay buenos y malos, pero cada uno tendrá que responder delante de Dios para ver si es digno de continuar en la fiesta del cielo, o poder estar, Dios no lo permita, entre los expulsado del banquete a las tinieblas del infierno.

            Nosotros nos sentimos sacudidos a trabajar como los servidores, aunque nos rechacen o maltraten. Salir a los cruces de los caminos, en las calles, en las oficinas, en la parroquia, en todo lugar y momento.

Concluimos con una reflexión oportuna del Monseñor Carmelo Giaquinta, fallecido hace algunos años, sobre el sentido misional:

 
Las Misiones y la conciencia misionera

El mes de octubre está dedicado a orar por las Misiones y a ofrecer una colecta por ellas. Entendemos por “Misiones” los pueblos que todavía no han escuchado el mensaje evangélico. Sobre todo, muchos pueblos de Asia, África y Oceanía. No podemos ser indiferentes a esta situación. Un día, otros cristianos escucharon el mandato del Señor: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28,19), y llevaron la fe cristiana a los pueblos de nuestros abuelos, y, gracias a ellos, nos llegó el don la fe. También nosotros debemos escuchar el mandato del Señor, y hacer todo lo posible para que el regalo de la fe llegue a los pueblos que no la conocen. Sin embargo, las fronteras del paganismo no coinciden hoy con fronteras geográficas. Recuerdo que en 1946 una carta del Cardenal Suhard, Arzobispo de Paris, conmovió a la conciencia eclesial: Francia ¿País de Misión? Hoy nos preguntamos lo mismo de Argentina, porque sino somos evangelizados en profundidad mal podremos evangelizar a otros pueblos

¿Por qué hay católicos que dejan la Iglesia?

¿Qué ha sucedido para que las fronteras de la incredulidad hayan ganado a países considerados tradicionalmente cristianos? ¿Por qué no pocos abandonan la Iglesia católica y se pasan a otros movimientos religiosos? ¿Es debido sólo a fenómenos externos a ella? Hasta no hace mucho, responsabilizábamos al imperialismo norteamericano que fomenta las sectas para dividir a América Latina y así dominarla más fácilmente. ¿No habrá en nosotros, fieles y pastores, algún factor interno, una falla en la vivencia cristiana, que fomente esa defección? Los Obispos latinoamericanos, reunidos en Aparecida, diagnosticaron el problema: “Según nuestra experiencia pastoral, muchas veces, la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” creen, sino, fundamentalmente, por lo que ellos viven; no por razones doctrinales, sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos, sino metodológicos de nuestra Iglesia. Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes. Buscan, no sin serios peligros, responder a algunas aspiraciones que quizás no hayan encontrado, como debería ser, en la Iglesia”.

El problema de la defección de los católicos merece ser examinado más a fondo. Es fomentada de muchas maneras: por el formalismo religioso, la banalización de la pastoral popular y de la devoción mariana, la falta de preparación para la predicación y la catequesis, y el olvido del mandato de Jesús: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”.

Oremos al Señor para que bendiga y fortifique a los misioneros que trabajan en pueblos lejanos, nos abra los ojos del espíritu a los que vivimos en un pueblo llamado cristiano, suscite en nuestros corazones el deseo de recibir el Evangelio y no dé el impulso para llevarlo a quienes no lo conocen.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario