Gn 2, 4b. 7a. 18-24. “Los dos llegan a ser una sola carne”
Heb 2, 9-11 “El que santifica y los que son santificados tienen un mismo origen”
Mc 10, 2-16 “Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”
Evangelio
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?» Él les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?»
Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella». Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, «Dios los hizo varón y mujer». «Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne». De manera que ya no son dos, «sino una sola carne». Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
Él les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio».
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Comentario
El don del Matrimonio
Las lecturas de este domingo invitan a reflexionar sobre la realidad del matrimonio y la familia. El texto del Génesis presenta en un lenguaje antropomórfico, como Dios, bajo la imagen de un alfarero, crea al hombre con arcilla del suelo. El hombre en su soledad necesita de alguien que lo acompañe. Así se expresa el pasaje bíblico:
“No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”
Dios crea a los animales del campo y a los pájaros del cielo, para que estén con él y a su servicio. Este Señorío del hombre sobre los animales se manifiesta en la imposición del nombre.
Sabemos que estas creaturas de Dios le servirán de alimento, pero también de compañía. Tendrá la posibilidad de domesticarlos para que compartan su vida, alegren su existencia y consuelen su soledad, como ha sucedido y sucede en la historia. Pero su corazón no esta satisfecho o pleno. El versículo así lo dice, con mucho realismo:
“Pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada”
Es por eso, que Dios se encarga de crear a alguien de su misma naturaleza, identidad y dignidad. Con una expresión plástica y un lenguaje literario especial, Dios sacará una costilla del hombre para crear a la mujer, donde reconoce lleno de alegría, que ella sí es hueso de sus huesos y carne de su carne. Ella es la verdadera compañera, la ayuda adecuada, la que complementa el corazón del hombre, y ambos formarán un verdadera alianza conyugal. El amor llama a dejar a los mismos padres, sin abandonarlos, para unirse en matrimonio, abiertos a la vida, y al don de los hijos, a unirse en una común unión.
En este segundo relato de la creación que trae el libro del Génesis, está antes de la tragedia del pecado, donde Adán y Eva, vivían el proyecto original de Dios en armonía y felicidad. La unidad del matrimonio está presentada en este texto, los dos llegan a ser una sola carne. Así lo sintetiza el Catecismo de la Iglesia Católica:
“La Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2, 18). La mujer, «carne de su carne» (cf Gn 2, 23), su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como una «auxilio» (cf Gn 2, 18), representando así a Dios que es nuestro «auxilio» (cf Sal 121,2). «Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne» (cf Gn 2,18-25). Que esto significa una unión indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue «en el principio», el plan del Creador (cf Mt 19, 4): «De manera que ya no son dos sino una sola carne» (Mt 19,6)”. (Nº 1605)
El matrimonio, tiene a Dios como autor, creador, y diseñador, dándole los elementos propios a la fisonomía del hombre y de la mujer, para vivir en el amor, por el amor y para el amor. La segunda lectura de la carta a los Hebreos, habla que Dios es santificador, fuente de santidad, vocación universal de todo hombre y mujer, también para el matrimonio.
“Porque el que santifica y los que son santificados, tienen todos, un mismo origen. Por eso, Él no se avergüenza de llamarlos hermanos”
El 21 de octubre de 2001, a los 20 años de la Encíclica “Familiaris Consortio”, el Papa San Juan Pablo II, beatificó al primer matrimonio como esposos; Luigi Beltrame Quatrocchi y María Corsini. En su homilía dijo el Papa que supieron vivir una vida ordinaria de manera extraordinaria, durante más de 50 años de matrimonio, dando cumplimiento a la llamada del Concilio Vaticano II, a la santidad cristiana.
El amor para siempre es posible
En el evangelio Jesús, elude una cuestión discutida sobre las causales de divorcio, que los fariseos le presentan para ponerlo a prueba y enfrentarlo con la Ley de Moisés, que permitió esta práctica por la dureza de corazón de su pueblo, pero que al principio no fue así. El Señor retoma y recuerda el proyecto original de Dios en la creación del mundo y del hombre y la mujer.
“Pero desde el principio de la creación, «Dios los hizo varón y mujer». «Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne». De manera que ya no son dos, «sino una sola carne». Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”
La novedad y la exigencia está en que Jesús, ahora no solo afirma la unidad del matrimonio sino también la indisolubilidad, que el hombre no separe lo que Dios ha unido. Así lo explica el Catecismo y lo confirma el Código de Derecho Canónico:
“Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable (cf Mt 19,10). Sin embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada (cf Mt 11,29-30), más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí sus cruces (cf Mt 8,34), los esposos podrán “comprender” (cf Mt 19,11) el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana” Nº 1615
“Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad, que en el matrimonio cristiano alcanzan una particular firmeza por razón del sacramento” Canon 1056
El matrimonio, es como el sello de Dios sobre los esposos, que siendo ministros propios del sacramento se unen con un vínculo indisoluble o para toda la vida, para siempre. La salud social y espiritual de un país depende de la salud moral de los matrimonios y de las familias. Por eso dice el Concilio Vaticano II, en el Documento Gaudium Spes, citado por el Catecismo que:
“La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar» (G.S 47,1)”. N.º 1603
La realidad de las convivencias de los novios, como algo natural y normal, sin dimensionar la conciencia del pecado, las leyes de divorcios, que los multiplicaron, las separaciones prematuras, los adulterios, la ley de matrimonio igualitario, que no es matrimonio ni igualitario y tantos dramas en la vida de los esposos con los hijos de su separación, presentan el inmenso panorama de secularización y crisis moral de la familia y la tarea ciclópea de la Iglesia en la Evangelización de los matrimonios.
La gracia de Dios sostiene la vida de las familias y es testimonio esperanzador para el mundo, a pesar de las sombras de la vida conyugal. Porque el amor para siempre es posible, y Dios es amor.
Para terminar recogemos el pensamiento del Cardenal Raniero Cantalamessa sobre este pasaje el evangelio:
“Sin embargo Jesús no se limita a reafirmar la ley; le añade la gracia. Esto quiere decir que los esposos cristianos no tienen sólo el deber de mantenerse fieles hasta la muerte; tienen también las ayudas necesarias para hacerlo. De la muerte redentora de Cristo viene una fuerza –el Espíritu Santo- que permea todo aspecto de la vida del creyente, incluido el matrimonio. Éste incluso es elevado a la dignidad de sacramento y de imagen viva de su unión esponsalicia con la Iglesia en la cruz (Ef 5, 31-32)”.
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario