Jornada Misionera Mundial
Sab 7, 7-11. “Tuve por nada las riquezas en comparación con la Sabiduría”
Heb 4, 12-13. “La palabra de Dios es viva y eficaz”
Mc 10, 17-30. “Vende lo que tienes y dalo a los pobres. Después ven y sígame”
Evangelio
Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia Él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre».
El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».
Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!»
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios».
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?» Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Él todo es posible».
Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna».
Comentario
El joven Rico
El evangelio de este domingo presenta la conocida escena del joven rico, que así lo llama San Mateo. Un muchacho que se acerca con una inquietud y preocupación. Por eso acude corriendo al Señor, y reconociendo la sabiduría del Rabí o Maestro Jesús, se postra ante el, en actitud de humildad y escucha. Le dice: “Maestro bueno ¿Qué debo hacer para heredar la Vida eterna, o conseguir el tesoro de verdadera vida? Jesús le responde que solo Dios es bueno, que El es la Bondad, por lo tanto todos nosotros tenemos focos de maldad, y les recuerda los mandamientos que hacen referencia al amor al prójimo. El joven, del cual no se dice su nombre, pensando que en el todos nos identificamos, le responde que todo eso lo cumple desde la juventud. Pero en realidad, Jesús va a corregir lo que el creía que esta viviendo, al decirle que solo le falta una cosa, vender todo lo que tiene y darlo a los pobres, es decir que se estaba olvidando o excluyendo a los pobres de su amor. La segunda condición que le pide el Señor es seguirlo, y de este modo será un verdadero discípulo del Reino, como lo son los apóstoles.
Pero el joven se marchó triste y apenado porque poseía muchos bienes, o mejor dicho porque los bienes lo poseían a él, es decir le falto capacidad de renuncia, y desprendimiento.
Esta es la gran lección del Evangelio, la necesidad de la virtud de la pobreza, para poder estar libre de los bienes materiales que todos necesitamos pero que tenemos que ponerlo en su lugar, sin que endurezcan el corazón a la generosidad con el prójimo, ni oscurezcan el amor a Dios. El amor al dinero es como el poxipol, se pega fácilmente a uno, y cuesta luego desprenderse.
La primera lectura muestra el testimonio de un orante que le pide a Dios prudencia y sabiduría, sobre los tronos, cetros, riquezas de piedras oro, plata, hasta por encima de la salud y hermosura. Al actuar así Dios le concederá todos los bienes.
“Oré, y me fue dada la prudencia, supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella”
El encuentro con la Palabra de Dios, que es viva y eficaz, como dice la carta a los hebreos, tiene la capacidad de tocar el corazón, y convertirlo, poner luz en el alma y discernir el camino del bien y del mal. Así se expresa el texto:
“La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu”
La generosidad nos hace ricos
Aunque pareciera que fuera difícil, como dice Jesús, que un rico entre en el Reino de Dios, no es imposible. Dios puede ganar el corazón de una persona para que su riqueza se convierta en solidaridad y comience a compartir con los necesitados. Ha habido y hay hombres y mujeres, como santos y santas que han elegido el camino del seguimiento del Señor al del apegamiento a las riquezas.
El peligro de las riquezas o de los bienes materiales no está en poseerlo honestamente sino en el uso o abuso de ellos. Por ser bienes, hacen bien a Dios, al prójimo y a si mismo. Pero se pueden convertir en males, que dañan a Dios, al prójimo y a uno mismo.
La avaricia, por un lado, que es una especie de idolatría, una esclavitud que encadena el alma, y no le permite ser libre, como el despilfarro escandaloso, son extremos de la virtud de la pobreza.
Se cuenta que un hombre, quiso compensar a tres de sus empleados con un beneficio. Coloco dos monedas de oro y una Biblia. Dos de ellos eligieron las monedas de oro, el último no le quedo otra alternativa que la Biblia, pero la llevo con gusto para su mama, que era ciega y que se pondría contenta cuando le leyera algunos pasajes de la Sagrada Escritura. La sorpresa fue que cuando la abrió para leer un texto a su madre, se encontró con dos monedas de oro. Moraleja; cuando uno elige a Dios o las cosas de Dios, el Señor recompensa, porque El es nuestro tesoro.
Ese joven estaba en busca de la felicidad, de una respuesta a su insatisfacción, de algo que lo llene o colme su corazón. Pero no se animó, no eligió a Jesús, se volvió a la tristeza de sus riquezas. Un cuento viene a graficar mejor este pensamiento. Se dice que dos personas llegaron al cielo. San Pedro ubico a una de ellas en un hermosísimo palacio, mientras que la otra le toco un pobrísimo rancho. La queja no se hizo esperar. San Pedro respondió: Mire lo que usted mandó de la tierra al cielo, alcanzó para un rancho, lo que envió la otra persona alcanzó para un palacio. Moraleja: Todo lo que por amor a Dios y al prójimo hacemos, tiene una dimensión de eternidad, es como un crédito con intereses en el cielo.
Hoy vivimos en un mundo donde junto con la enfermedad de la avaricia, esta también el escándalo público del enriquecimiento ilícito, donde personas han hecho de forma inesperada una fortuna desproporcionada. Esta brecha escandalosa entre unos pocos avaros y una multitud de pobres en la miseria, clama al cielo.
Que podamos dar sin acumular, que es la generosidad, y no acumular sin dar que es la avaricia. De este modo tendremos un tesoro en el cielo, porque estamos haciendo lo que Jesús predicó y vivió. Felices los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos. Porque la generosidad, nos hace ricos.
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario