El Bautismo de Jesús

EL BAUTISMO DEL SEÑOR. Ciclo A. Enero de 2023

Is  42, 1-4. 6-7     “Este es mi Servidor, a quien yo sostengo”

Hc 10, 34-38       “Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo”

Mt 3, 13-17         “Apenas fue bautizado…en ese momento se abrieron los cielos”

Evangelio

Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!
Pero Jesús le respondió: Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo. Y Juan se lo permitió. Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección.

Comentario

Una nueva Epifanía

            Con la festividad del Bautismo del Señor, concluye el tiempo litúrgico de Navidad, y se abre la puerta del tiempo ordinario o también llamado durante el año, que comenzará el domingo próximo.

            El día 6 de enero celebramos la solemnidad de la Epifanía del Señor o fiesta de los Reyes Magos. En la Liturgia Católica de Oriente, esta festividad se une a dos momentos de la vida del Señor, llamadas también Epifanías: El bautismo del Señor y el Milagro de las Bodas de Caná. Epifanía significa manifestación. En los Magos de Oriente, Jesús se manifestó a los Pueblos paganos, en el Bautismo, se manifestó al Pueblo de Israel, y en las Bodas de Caná, se manifestó a sus discípulos.

            Esta nueva epifanía que es el Bautismo, esta precedida por el Bautismo de San Juan Bautista, como preparación a la venida del Mesías. En el pueblo de Israel, en aquellos tiempos, había una gran expectativa sobre la pronta venida del Esperado de las Naciones. Dentro de ese clima espiritual y expectante, el anuncio de San Juan, dispone con un bautismo de penitencia, para el perdón de los pecados. Pero el mismo, proclama que vendrá otro, que bautizará con el Espíritu Santa y con Fuego.

            El Señor se hace eco de la voz del precursor, y se encamina desde Galilea hasta el río Jordán. Ese famoso río bíblico, está asociado al paso de los Hebreos, por el medio de sus aguas para entrar en la tierra prometida, guiados por Josué, el sucesor de Moisés. Ahora Jesús al sumergirse en estas aguas, no solo las santifica, sino que El se transforma en la nueva tierra prometida, y seguirlo a El, es entrar como pueblo de Dios, en su propia Iglesia.

            Observamos que San Juan, se resiste a bautizar a su Señor, pero es conveniente que así suceda, para que se cumpla la voluntad de Dios, dice el texto. Entre las filas de los pecadores se sumerge en las aguas, con gesto humilde y obediente. Pero Jesús, no confesó sus pecados, como lo hacían los judíos ese tiempo, porque el no tenía pecados, y vino como Cordero a quitar el pecado del mundo.

            Bautizar significa, sumergir, lavar. De esta manera Jesús, inaugura el nuevo Bautismo, y comienza su vida pública, su manifestación o epifanía a su Pueblo. El comienzo del otro bautismo, el de sangre o sufrimiento, dará comienzo a la otra etapa de la vida del Señor: la de su Pasión.

Los nuevos signos del Bautismo

            Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua, y se producen algunas manifestaciones o signos. Ellos confirman que realmente El era el anunciado por San Juan, y el Mesías Esperado por su Pueblo.

            Se abrieron los cielos: Según el relato del Libro del Génesis, después del pecado de Adán y Eva, llamado pecado original, por estar en el origen de la humanidad, nuestros primeros padres fueron expulsados del Paraíso. Así dice el texto. “Y después de expulsar al hombre, puso al oriente del jardín de Edén a los querubines y la llama de la espada zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la vid”. (Gn 3, 24)

            Por lo tanto, Jesús tiene ahora el poder de abrir los cielos y la puerta del paraíso, que estaba cerrada por el pecado. En cada bautismo cristiano, que se celebra, se abren los cielos espirituales, para mostrarnos donde esta nuestra verdadera tierra prometida, mientras peregrinamos por este mundo, hasta alcanzar con la ayuda de Dios y nuestra cooperación, la vida plena del cielo.

            Vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él: Dice la segunda lectura  cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Jesús estaba consagrado por el Espíritu desde su concepción en el seno purísimo de Santa María, su Madre. Decir Mesías, en hebreo, Christos en griego, significan decir Ungido. En la antigüedad se ungían con aceite los atletas para estar sueltos y ágiles, y para embellecer su cuerpo. En nuestro bautismo, también somos ungidos con un aceite, el de los catecúmenos, para estar ágiles y fuertes para Dios, y escurridizos ante las asechanzas del demonio.

            En Israel se ungían también a los reyes, a los sacerdotes y a los profetas, con un ungüento perfumado, sobre las cabezas, para consagrarlos a una misión. La Iglesia lo llama santo crisma, a este aceite perfumado, que transforma a los nuevos bautizados en participes de la triple misión del ungido por excelencia, Jesús, como sacerdotes o mediadores, profetas o maestros, y reyes o pastores en el pueblo de Dios.

            Ahora el Espíritu desciende sobre El, para la nueva misión pública que inicia, y señalado como el que dará y enviará el Espíritu a su Iglesia el día de Pentecostés. La paloma, inaugura, como en los tiempos de Noé, después del diluvio, los tiempos nuevos, una nueva creación, los tiempos de paz, porque el es nuestro paz.

            Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo muy querido: La primera lectura de Isaías, dice: Este es mi servidor, a quien yo sostengo, en quien se complace mi alma. La voz del Padre Dios, confirma a su nuevo servidor, el elegido, diciendo que El es su Hijo. De esta manera el bautismo del Señor, presenta la manifestación de la Santísima Trinidad. Antes de subir a los cielos, dejará el mandato misionero a los Apóstoles y a la Iglesia, de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En todo bautismo cristiano, también somos introducidos en la vida Trinitaria y en el Cuerpo Místico, como miembros de la Iglesia.

Nuestro Bautismo

            Muchas cosas podemos decir sobre este primer sacramento, donde en nuestro país, se conserva todavía este sentido religioso de incorporar a la Iglesia y hacer cristianos a los hijos. Pero ante una sociedad, con signos fuertes de relativismo y paganismo, se hace necesario volver a catequizar sobre el sentido y significado del bautismo. Desde no demorar este regalo de Dios para los niños, que a veces lleguen no en brazos de los padres sino caminando, hasta los nombres que colocan, muchos ajenos al sentir de la Iglesia y de los santos, pasando por el rol más social que de fe de los padrinos, y el poco compromiso de los padres en la tarea de educar en la fe a sus hijos.

            Será necesario también recuperar la participación de algunos miembros de la comunidad en los bautismos, como también en el acompañamiento de los laicos en la celebración, con sentido catequístico y festivo, de manera que no lo haga todo el sacerdote.

            Recordar el día de nuestro bautismo, y agradecerlo es síntoma de atención y delicadeza por los dones de Dios. Renovar la gracia del bautismo es vivir como verdaderos hijos de Dios, hermanos en Jesús, y templos de Espíritu, adhiriéndonos a la fe de la Iglesia y renunciando al pecado y sus consecuencias. Usar como corresponde el agua bendita, es hacer memoria de ese sacramento, con este sacramental de la Iglesia, que nos permite valorar la semilla de santidad que sembró Dios en nuestro corazón.  Pedir a Dios por los niños que no están bautizados o no pudieron llegar al bautismo, es también un compromiso de preocupación y apostatado.

            Que también nosotros, si fuera posible, como hizo San Juan Pablo II, cuando fue elegido Sumo Pontífice, podamos rezar y besar la pila bautismal donde nacimos como hijo de Dios. Que vivamos con gratitud y alegría este día.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario