Solemnidad de la Asunción de la Virgen María. 15 de agosto de 2020
Ap 11, 19; 12, 1.3-6.10: Una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies
Sal 44, 10bc.11-12ab.16: De pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de ofir
1 Co 15, 20-27: Primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo
Lc 1, 39-56: El Poderoso ha hecho en mí grandes cosas
Evangelio
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: ¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.» María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.» María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Comentario
Una visita del cielo
La Iglesia celebra hoy en la liturgia la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, en cuerpo y alma a los cielos, dogma mariano, que fue proclamado por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, recogiendo el sentir del pueblo de Dios, la tradición de la Iglesia y el pedido de los Obispos.
La Iglesia en Argentina, tiene a esta fiesta como uno de los cuatro preceptos, que aparecen en el año litúrgico, junto al 8 de diciembre, la Inmaculada, el 25 de diciembre, la Navidad y el 1º de enero, María Madre de Dios. Compromete en conciencia a participar en la celebración de la Misa, que este año coincide con el mismo domingo.
Las lectura del evangelio esta tomada de la misa del día, ya que también tiene lecturas propias la misa vespertina. El texto presenta un suceso de la vida de la Virgen, conocido como la visitación a su parienta Isabel.
El Ángel del Señor, se alejo, dice San Lucas, llevando el fiat de María, el hágase en mi según tu palabra, al seno de Dios, como respuesta de su servidora. El si de María a Dios, se extiende ahora, necesariamente como un si al prójimo, concretada en la persona de Isabel, su prima, que esta embarazada de seis meses, la que era estéril, en espera de su hijo, Juan, que será llamado el Bautista, porque comenzara su ministerio predicando y llamando a un bautismo de conversión.
María partió y fue sin demora. La caridad verdadera, como amor a Dios y a los hermanos, sacrifica tiempos, comodidades, proyectos, por socorrer y atender al que lo necesita. La caridad no se hace esperar. Y así la Virgen, como primera discípula y misionera, se encamina con prontitud hacia la casa de Isabel, trayecto que tardaba cuatro días de camino, pasando por zonas montañosas.
María había recibido la visita del Ángel, de parte de Dios y el anuncio de la maternidad de Isabel. Ella llevaba en su corazón dos grandes alegrías. La del hijo de Dios, encarnado en su vientre purísimo y la maternidad de su parienta.
El encuentro, al llegar a la casa de Zacarías, el esposo de Isabel, es el abrazo de alegría de dos futuras madres, y de dos bendecidas por Dios, la de una Virgen joven y la de una anciana estéril.
María lleva en su seno al esperado de las naciones, al Mesías de Dios, que trae la salvación al mundo. María, peregrina, se transforma en el primer sagrario viviente del hijo de Dios, y en su marcha, inaugura la primera procesión eucarística de la historia
Una nueva alegría
Al oír el saludo de María, el niño salto de alegría en su seno. María es la portadora del gozo de Dios, como Madre y mediadora de la gracia divina. El niño en el seno de Isabel, reconoce misteriosamente a María y Jesús, devolviendo el saludo. Por eso, inspirada por el Espíritu Santo, Isabel, bendice a Jesús y a la Virgen, conociendo ahora su maternidad, como Madre del Señor y proclamándola feliz por haber creído. Esta breve alabanza de Isabel, forma parte de la oración del Ave María, que junto con una parte del anuncio del Ángel y el aporte de la Iglesia, constituye una de las oraciones mas queridas por el pueblo de Dios.
María bendecirá a Dios, con el cántico, conocido con la primera frase en latín, como el Magnificat, magnifica mi alma, o proclama mi alma la grandeza del Señor, que es todo un reconocimiento humilde de la obra de Dios en su vida y un llamado a convertir los corazones soberbios y enriquecidos de si mismos.
La Asunción hoy
«La Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte…» (Catecismo de la Iglesia Católica 966).
María, vive, como su Hijo, su propia pascua, el paso a la gloria del cielo. Es elevada, por eso se llama a este misterio, que también contemplamos en el 4º misterio del rosario, la Asunción, diferente de la Ascensión del Señor, que sube al cielo por su propia divinidad.
Aunque no aparezca explícitamente el hecho de la asunción en la Escritura, por la tradición y en base a otras insinuaciones bíblicas, Dios corona la vida de María, estando junto a su Hijo, como dice el prefacio de la liturgia» Con razón no quisiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro»
Esta fiesta es un cántico de esperanza, porque el cielo que, ya esta en germen en el corazón en gracia, es la meta y la vocación final del cristiano.
Con la muerte, el alma se separa del cuerpo, que queda en esta tierra, y el alma sale al encuentro de Dios para que en el juicio particular juzgue la vida de la humanidad, ansiando al final de los tiempos, cuando regrese el Señor, la resurrección definitiva, sea para la eternidad, o la posible condenación
Nos lleva pensar, que a veces el mundo hace un culto del cuerpo en detrimento del alma por tener a su Dios, o al contrario, espiritualiza tanto el alma, que se olvida de los compromisos por lo corporal o material.
En cuerpo y alma tenemos que trabajar cada día, poniendo todo de si por dignificar y humanizar el mundo, y elevar el nivel de los distintos estratos de la sociedad, con nuestra palabra, presencia y testimonio.
María es intercesora y madre de nuestro pueblo. Ella nos sigue visitando. Ella vive para siempre y anticipa el destino final de la humanidad. María ha visitado y se ha quedado en nuestra patria, a través de los acontecimientos históricos de la Virgen de Lujan, de la Virgen de Itatí, o de la Virgen del Valle, entre algunas de las tantas advocaciones de Marianas.
Necesitamos pedirle a la Virgen que se acreciente, se purifique y se intensifique la verdadera devoción a nuestra Madre del Cielo. Como dice el Cántico: un día la veré con Célica armonía, la gloria de María por siempre cantaré.
Oración:
María tu eres bendita entre todas las mujeres, tu eres nuestra Madre, y nuestro refugio en los momentos difíciles. Te alabamos en la tierra y pedimos del cielo tu intercesión para que seamos puros de alma y cuerpo, y un día, por la gracia y misericordia de Dios, podremos contemplar tu rostro. Amen
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario