LECTURAS EN LA MISA DEL 30 DE AGOSTO, SOLEMNIDAD DE SANTA ROSA DE LIMA

1° Os 2, 16b. 17b. 21-22 

Así habla el Señor: Yo llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto. Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor

 2° 2 Cor 10, 17-11, 2

Hermanos: “El que se gloria, que se gloríe en el Señor”. Porque el que vale no es el que se recomienda a sí mismo, sino aquél a quien Dios recomienda. ¡Ojalá quisieran tolerar un poco de locura de mi parte! De hecho, ya me toleran. Yo estoy celoso de ustedes con el celo de Dios, porque los he unido al único Esposo, Cristo, para presentarlos a Él como una virgen pura

Ev. Mt 13, 44-46

Jesús dijo a la multitud: El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas, y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró

Comentario

Santa Rosa y las direcciones del amor

Santa Rosa vivió gran parte de su vida en Lima, Perú. Fue la primera santa de América, canonizada en 1671. En el jardín de estas tierras, Dios sembró una semilla de vida y esperanza que floreció en esta joven, que vivió solo 31 años, muriendo el 23 de agosto de 1617. Ella encontró en su vida, una gran riqueza, un tesoro escondido, y descubrió algo único y valioso, una perla. Ese tesoro y esa perla, esa riqueza y esa belleza fueron el mismo, Jesús el Señor, su Dios, y Dios de todos, como dice el Evangelio de hoy. Santa Rosa, encarnó en su corazón las tres dimensiones del amor, como lo expresa el mismo Jesús en su palabra. El amor a Dios, al prójimo y a sí mismo

Haremos un breve comentario de estos tres aspectos de la vida cristiana en Santa Rosa.

El amor a Dios. Era una joven hermosa, en su rostro, pero más en su alma. Tenía muchos pretendientes, apoyados por los padres que buscaban celebrar la alegría de su casamiento. Pero ella descubrió otro amor más grande, que la cautivo. Como dice la primera lectura, descubrió la vocación a la consagración esponsal. Va a desposarse místicamente con Jesús. Se desposará o se casará, para siempre en el amor y en la fidelidad. Por eso, rezando ante la imagen de Nuestra Señora del Rosario, (providencialmente en el Año Mariano Arquidiocesano) en el Convento de los Padres Dominicos, del que era terciaria laica, va escuchar del niño Jesús, esas dulces palabras: Rosa, de mi corazón, se mi esposa. Por eso va a grabar en un anillo esta expresión. Se estaba preparando para encontrarse con el esposo de su corazón, porque el hecho ocurrió un domingo de Ramos del año en que va a partir de este mundo a la casa de Dios Padre, 1617. Alimento este amor a Dios, como una llama ardiente, con una oración constante, la comunión asidua, y purificó con sus penitencias y sus frecuentes confesiones, así como la consulta a los directores espirituales.

Este amor a Dios tenía un aspecto sufriente, admirable pero no imitable. Fue un don extraordinario que el Señor le concedió. Quería imitar la pasión de Cristo en su vida, a ejemplo de su maestra espiritual, Santa catalina de Siena, ofreciéndose como víctima de expiación cooperando con su aporte a la salvación de las almas. Por eso podemos entender mejor sus fuertes penitencias, ayunos, y sufrimientos que eran un tesoro de gracia acumuladas para el banco del cielo y de crédito para las almas del purgatorio

Este amor exclusivo, pero no excluyente, era muy inclusivo, en la otra dirección del amor. Su amor al prójimo. Fue samaritana de sus hermanos, enfermos, esclavos, pobres, indigentes, como también consejera con las personas de otras condiciones sociales. El amor a Dios no se desentiende del amor al prójimo. Es una extensión inseparable del amor a Dios y por Dios. Este es el que ama a sus hermanos el que ora mucho por su pueblo. Por la fuerza de su intercesión. Como cuando frente al santísimo sacramento, impidió el desembarco de la flota de los corsarios holandeses. La respuesta de Dios fue una fuerte tormenta. Santa Rosa nos invita a volver a rezar ante el Santísimo Sacramento por la paz social y la tormenta de la corrupción

El amor a sí misma, fue un amor radiante. Mantenía su rostro sereno y alegro, ocultando muchas veces sus dolores. Hizo rendir el talento que tenía en las tareas domésticas, como la fina costura, el cultivo del jardín y el tiempo de descanso en su ermita que construyo

Este amor de Santa Rosa, nos invita y compromete a volver a Dios y a su culto litúrgico, el compromiso fraterno y social con el prójimo y el cuidado de la propia vida espiritual y corporal

 Santa Rosa, breve historia

Traigo esta reseña biográfica de Santa Rosa, tomada de un aporte de una página de las redes sociales

Santa Rosa de Lima, nació en Lima, el 20 de abril de 1586 y murió en Lima, el 24 de agosto de 1617, de nombre secular Isabel Flores de Oliva, fue terciaria dominica canonizada por el papa Clemente X en 1671. ​ Entre las personas nacidas en América, Rosa de Lima fue la primera en recibir el reconocimiento canónico de santidad de la Iglesia católica.

Fue proclamada excelsa patrona de Lima en 1669, y del Nuevo Mundo y las Filipinas en 1670. Además, es patrona de institutos educativos, policiales y armados de Venezuela, Policía Nacional de la República del PerúPolicía Nacional del Paraguay y las Fuerzas Armadas argentinas. En virtud de la enfermedad que le produjo la muerte, es la patrona de los tuberculosos. ​

Primeros años

Isabel Flores de Oliva nació el 20 de abril de 1586 en Lima, ​ la capital del entonces virreinato del Perú. Fue hija de Gaspar Floresarcabucero natural de Baños de Montemayor, provincia de Cáceres, España, ​ y de María de Oliva y Herrera, hilandera y costurera, natural de Huánuco. ​ Además, fue la cuarta hija de doce hermanos, de los cuales solo se conoce a nueve: Gaspar, Hernando, Bernandina, Francisco, Juana, Antonio, Andrés, Jacinta y Francisco Matia. ​

Fue bautizada, según su documento de registro, el 25 de mayo de 1586, en la Parroquia de San Sebastián,​ en su ciudad natal por el sacerdote Antonio Polanco, siendo sus padrinos Hernando de Baldés y María Osorio. A los tres meses de edad una criada, Mariana, afirmó haber visto su rostro transformarse en una rosa, y desde entonces era llamada Rosa por su madre.

A temprana edad —emulando a la terciaria dominica santa Catalina de Siena— empezó a ayunar tres veces por semana y a realizar severas penitencias en secreto. Su compañero de juegos fue su hermano Hernando, quien siempre la apoyó y ayudó. A los doce años, se mudó con su familia hacia Quives, un pueblo a sesenta kilómetros de Lima, ubicado en el valle del río Chillón. Es aquí donde recibió la confirmación de manos del futuro santo católico Toribio de Mogrovejo, su padrino fue el sacerdote del pueblo Francisco González. Es en Quives donde, al parecer, empezó con sus mortificaciones contrayendo un reuma muy fuerte, con consecuencias dolorosas para su recuperación, que ella ocultaba a su madre.

El día de su confirmación, en el pueblo de Quives, el arzobispo Toribio de Mogrovejo la confirmó con el nombre de Rosa. Aunque le mortificaba que la llamasen así porque se burlaban de ella, ya que era la única con ese nombre. A los veinticinco años, aceptó y quiso que la llamaran Rosa de Santa María porque, según relató su madre, fue a conversar con un sacerdote a la iglesia de Santo Domingo y le manifestó la molestia que le causaba que la llamen Rosa. Pero el sacerdote la tranquilizó diciéndole: «Pues, hija, ¿no es vuestra alma como una rosa en que se recrea Jesucristo?». Con esto quedó tranquila y segura del nombre que le habían dado. Más adelante, según sus biógrafos, ella afirmó que en episodios de tipo místico, la Virgen del Rosario y el Niño Jesús (cuando se casó con él en desposorio místico) le confirmaron el nombre.

Regresó a Lima con su familia ya siendo una joven. Debido a problemas económicos de la familia, trabajaba el día entero en el huerto y bordaba para diferentes familias de la ciudad y así ayudar al sostenimiento de su hogar. Bajo esas condiciones precarias, también veía a su alrededor otra pobreza más humillante, la de los indios. Su aya Mariana, quien era india, la ayudó a tomar conciencia de la humildad de estos individuos. Entre ellas existía tal compenetración que el alma de Mariana veía a Rosa en toda la antigua población inca, maltratada por los hidalgos españoles. Rosa decía: «Si los cristianos están obligados a predicar amor por todas partes, ¿por qué llegaron a América con guerras, destrucción y odio?». Esa idea la torturaba, y se preguntaba con angustia: «¿Por qué deben sufrir tantos indios?». No encontró respuesta hasta que descubrió el valor redentor del sufrimiento. ​

Cuando fue admirada por su belleza, Rosa cortó su cabello y se afeo su rostro, molesta por haber atraído pretendientes. ​ Rechazó a todos sus pretendientes, a pesar de la oposición de amigos y familiares. Rosa pasaba varias horas al día adorando al Santísimo Sacramento, el cual recibía a diario —una práctica extremadamente rara en aquella época—. Finalmente, después de diez años, hizo voto de virginidad. Rosa atrajo la atención de los frailes de la orden dominica. Ella deseaba convertirse en monja, pero su padre se lo prohibió, por lo que al cabo de unos años ingresó en la tercera orden de Santo Domingo a imitación de su admirada santa Catalina de Siena.

A partir de entonces se recluyó, prácticamente, en la ermita que ella misma construyó, con ayuda de su hermano Hernando, en un extremo del huerto de su casa. Solo salía para visitar el templo de Nuestra Señora del Rosario y atender las necesidades espirituales de los indígenas y los negros de la ciudad. También atendía a muchos enfermos que se acercaban a su casa buscando ayuda y atención, creando una especie de enfermería en su casa. Muchos biógrafos escriben que ayudó a fray Martín de Porres, lo cual no está probado en el texto del Proceso de Martín de Porres (Lima, 1579-1639), el cual es santo desde 1962. Rosa se permitía dormir pocas horas al día, de tal forma que pudiera dedicar más tiempo a la oración.​ Usaba una pesada corona de plata, con pequeñas espinas en su interior, emulando la corona de espinas de Jesucristo.

Desposorio místico

Uno de los momentos importantes de su vida es el desposorio místico, ocurrido el Domingo de Ramos de 1617, en la Capilla del Rosario (Templo de Santo Domingo de Lima). Rosa, al no recibir la palma que debía portar en la procesión, pensó que era un mensaje de Dios por alguna ofensa que ella hubiese realizado. Acongojada se dirigió a la Capilla de imagen del Rosario y orando ante la Virgen, sintió el llamado del Niño Jesús de la imagen, que le dijo: «Rosa de Mi Corazón, yo te quiero por Esposa», a lo que ella respondió: «Aquí tienes Señor a tu humilde esclava».

Últimos días

Ya cerca del final de su vida, cayó gravemente enferma. Pasó los últimos tres meses de su vida en la casa de Gonzalo de la Maza, un contador notable del Gobierno virreinal, y de su esposa María de Uzategui. ​ En este lugar se levanta el Monasterio de Santa Rosa de Lima. Murió de tuberculosis a los 31 años de edad, ​ en las primeras horas del 24 de agosto de 1617, fiesta de San Bartolomé, como ella misma profetizó y contó el padre Leonardo Hansen, quien escribió la primera biografía de Rosa Peruana. ​ Hoy sus restos se veneran en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima (Santo Domingo), con notable devoción del pueblo peruano (y de América) que visita la Capilla dedicada a su culto en el Crucero del Templo dominicano.

Después de su muerte

Su entierro fue uno de los más notables que vivió la ciudad de Lima. En la casa de la familia de la Maza se formaron grandes multitudes para contemplar a Rosa. El gentío hubo de esperar a su traslado hacia la Iglesia del Rosario. Al traslado acudieron el virrey, el Cabildo Secular y Eclesiástico, las órdenes religiosas presididas por la orden de Santo Domingo de Guzmán, los oidores y personas notables.

El día de sus exequias y entierro, hubo de requerirse la fuerza de la guardia del virrey para impedir que Rosa fuera desvestida por los devotos, los cuales se abalanzaban sobre su cuerpo para arrancarle la vestimenta en busca de un recuerdo, aclamándola como santa. A pesar de ello, tuvieron que cambiarle tres veces los hábitos e incluso en el traslado algún irreverente seccionó uno de sus dedos del pie.

En el lecho de muerte, Gonzalo de la Maza hizo retratar el rostro de Rosa. A su efecto llamó al pintor italiano, Angelino Medoro, quien realizó el primer testimonio de su apariencia física.

La devoción del pueblo se excedió a tal punto, que en pocos años tuvieron que retirarla de la cripta y colocarla en la Iglesia del Rosario.

Devoción

Su casa (el santuario), ubicado en el Centro de Lima, conserva los lineamientos que tuvieron en el siglo xvi, época en que vivió Rosa. Anualmente es visitado por miles de devotos, peregrinos y turistas quienes recorren los ambientes que estuvieron directamente ligados a su vida y caridad para el prójimo.

Se conserva como reliquia una ermita donde ella rezaba. Cerca hay un pozo de veinte metros de profundidad donde sus devotos depositan sus deseos escritos. También se conserva la habitación donde dormía, la habitación (el corazón del santuario) en la cual nació y la enfermería donde atendía a sus hermanos necesitados.

La basílica-santuario fue empezada a construir luego de su canonización, con posteriores restauraciones durante los siglos XVII y XX. Hubo de ser remodelada y fue inaugurada finalmente el 24 de agosto de 1992. Este lugar es principal punto de peregrinación de todo el Perú y su arraigo popular es comparable al de la Virgen de Guadalupe en México.

La figura de Rosa de Santa María representa un símbolo de integración del pueblo peruano. En ella convergen todas las clases sociales. ​

Se han escrito cerca de cuatrocientas biografías sobre ella. Y se han realizado más de mil rostros en lienzos, estampas y esculturas. Hechos, entre otros, por renombrados artistas como Francisco de ZurbaránClaudio CoelloAngelino MedoroDaniel HernándezTeófilo Castillo, Francisco González, Sérvulo Gutiérrez y Walter Huamán. ​

Festividad en el rito romano

Se inscribió la fiesta de Santa Rosa de Lima en el calendario general romano en el año 1727, indicando como fecha de la celebración el día 30 de agosto, entonces el día más cercano del aniversario de la muerte de la santa (24 de agosto) no ocupado por la celebración de otro santo. La revisión general del calendario romano general decretada en el año 1969 liberó el 23 de agosto, día anterior al aniversario de su muerte. ​ Para los países hispanoamericanos de los que es patrona, como en el Perú, ​ se sigue conservando el 30 de agosto.

Canonización

A pocos días de su muerte se reunieron numerosos testimonios sobre su vida y virtudes. En 1634 se presentó a Roma la causa de beatificación. La beatificación se realizó en el Convento Dominico de Santa Sabina en Roma, en 1668. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671, proclamándola por principal patrona del Nuevo Mundo. En Lima, RomaEspaña y todos los países de América y Europa se celebraron fiestas suntuosas en honor de la primera santa natural de América.

Los pontífices en sus respectivas bulas la proclamaron santa con el nombre de Rosa de Santa María, y que posteriormente hubo de convertirse en Rosa de Lima, nombre toponímico común a muchos santos en el orbe cristiano.

La tradición cuenta que el papa Clemente X, luego de oír los argumentos sobre su canonización dijo: «¡Hum! ¡Patrona y santa! ¿Y Rosa? que llueva flores sobre mi escritorio si es verdad». Y la respuesta al instante fue una fragante lluvia de rosas sobre la mesa del papa, quien en ese momento procedió a la canonización.