Domingo 22º Ciclo A. Tiempo durante del año. Domingo 3 de septiembre de 2023

Jer  20. 7-9                              “La palabra del Señor es para mí oprobio”

Rom  12, 1-2                           “Ofrézcanse a ustedes mismos como una víctima viva”

Mt  16, 21-27                          “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo”

Evangelio

Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá. Pero Él, dándose vuelta, dijo a Pedro: ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.

Comentario

La Flojera Espiritual

Si arrimamos una sincera mirada y encuesta a la vida cristiana y católica de nuestro país, podemos afirmar que en general hay mucha flojera espiritual. Un simple dato, entre tantos, lo demuestra. Un 80 % de nuestra gente esta bautizada y solo un 5% participa en misa. Algo está pasando. O mejor sería decir que alguien no está pasando. Jesús se ha quedado en la puerta del corazón de mucha gente y sigue esperando a que le abran. Parece que en este partido de la vivencia de la fe, la flojera le está ganando el partido al esfuerzo. Sería mejor decir que el amor está perdiendo por goleada frente al equipo del egoísmo

Pero siempre hay revanchas y posibilidades de cambiar el resultado. Hoy el evangelio presenta un tema importante que nos ayudará a entender y a vivir con la sabiduría de Dios: Las renuncias. Así lo dice Jesús: El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Esta frase parece que ya nos complica la vida. Es probable. No suena agradable a nuestro oído y corazón hablar de renuncias y de cruz.

L a espiritualidad cristiana ha fijado algunos nombres al respecto: abnegación, o negarse a sí mismo, mortificación, o hacer morir en nosotros las cosas malas.

Por supuesto que sería un error para el alma y el cuerpo, pensar que somos masoquistas o sádicos, que nos deleita el sufrimiento propio o ajeno. La raíz de la renuncia esta en el seguimiento de Jesús. Por eso el Señor le dice a Pedro, que quería apartarlo del camino de la cruz, en primer lugar; el que quiera seguirme. Es una invitación. El amor no se impone. El amor se conquista, el amor seduce al alma. Y esto le pasó al profeta Jeremías en el relato de la primera lectura. “Te me has seducido, Señor y yo me deje seducir. Me has forzado y has prevalecido”. El amor de Dios le gano el corazón al profeta, lo conquisto, lo atrapo, lo sedujo. Dios había puesto en el alma del profeta como una llama encendida. Dice el mismo Jeremías: “Había en mi corazón como un fuego abrazador, encerrado en mis huesos, me esforzaba por contenerlo pero no podía”. Y el profeta acepto libremente este llamado y desafió. Y se bancó lo que le vino, las burlas,  y los desprecios. Porque el amor pudo más que todas las ofensas de su pueblo. Dios contuvo y consoló las lágrimas de este joven valiente

 Por lo tanto lo que da sentido a la renuncia es el amor. En el seguimiento del Señor es necesaria la renuncia, la cruz, porque si no, lo abandonamos, no perseveramos en el camino. La experiencia lo afirma. Podemos decir que la renuncia está al servicio del amor, lo alimenta y lo fortalece. Sabemos que nada bueno se consigue sin esfuerzo. El estudiante, el deportista, el trabajador, el padre y la madre de familia, y tantos que se esmeran en la vida para conseguir un título, un premio, un puesto, una casa, luchan por esta meta. ¡Cuánto más tendríamos que hacer, para conseguir la vida verdadera, la vida eterna! Sería una terrible pena que nos quedemos con este esfuerzo humano y perdamos la otra vida, que da sentido a la nuestra. Lo dice categóricamente Jesús: “¿De que le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?”

Las Renuncias

Por lo tanto ¿Qué es la renuncia? es decir que no a algo que no conviene para nuestra salvación. En toda renuncia hay un no fuerte.  La primera renuncia que nos pide el Señor es renunciar al pecado, es  decir  que no a lo que nos aparta de Dios. La segunda renuncia que nos pides el Señor es renunciar a esas cosas licitas y buenas que ofrezco como pequeña renuncia por un bien mayor.

En la primera categoría podemos poner las renuncias que aparecen en el rito del bautismo. Renunciar al pecado, al demonio, al mundo. Lo dice la segunda lectura de San Pablo: “no tomen como modele este mundo. Por el contrario transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de discernir cual es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.”

Por eso dentro de la renuncia hay un dato fundamental que lo menciono el Apóstol: el discernimiento, distinguir entre lo bueno y lo malo, lo que es Dios y lo que no lo es,  saber reconocer la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. Esto nos ayudara en nuestros pensamientos, palabras y acciones.

Por lo tanto renunciar es luchar por salir del pecado mortal. No es tarea fácil. Necesitamos pedir la ayuda de Dios para que sostenga nuestra decisión, y El lo hará. Tenemos que animar con caridad a mucha gente a que comienza a tachar en su hoja de la vida las cosas que tendría que renunciar. Ponemos algunos ejemplos: a los adivinos, al horóscopo, a la pornografía, al alcoholismo, a la droga, a las relaciones prematrimoniales, a los anticonceptivos, a la corrupción, etc., etc., etc. Sin impacientarse por esto, creemos que este es el camino del seguimiento, del verdadero discípulo de Jesús

En la segunda categoría están esas pequeñas renuncias licitas y buenas, como mortificación, para satisfacción de Dios y del prójimo, o por amor a Él y a los hermanos. Podríamos pensar o hacernos una lista: la sal, el azúcar, los dulces, la  televisión, la lengua, etc., etc., etc.

Hay renuncias o mortificaciones exteriores y renuncias o mortificaciones interiores. Así lo expresa San Josemaría Escrivá de Balaguer en su librito camino, con respecto a las segundas:

Esa palabra acertada, el chiste que no salió de tu boca; la sonrisa amable para quien te molesta;  aquel silencio ante  la acusación injusta;  tu bondadosa conversación  con los cargantes  y los inoportunos;  el pasar por alto  cada día, a las personas que conviven contigo,  un detalle y otro fastidiosos e impertinentes…  Esto,  con perseverancia,  sí que es sólida mortificación interior. (nº 173)

Una antigua anécdota comenta, que le preguntaron una vez al famoso artista Miguel Ángel Buonarroti, contemplando un bloque de mármol, como hacía para hacer sus obras. Le dijo, saco lo que sobra. Y esto es la renuncia en la vida para el seguimiento, sacar lo que sobra, lo que pesa, lo que no vale. De este modo seremos mejores imágenes de Dios

Renunciar para seguir a Jesús. Renunciar por amor. Renunciar con discernimiento. Renunciar para agradar a Dios. Renunciar al pecado, para vivir en la gracia de Dios, renunciar a las cosas buenas para ofrecerlas a Dios. Renunciar para sacar lo que sobra de la vida y ser mejores imágenes de Dios. Renunciar para ganar la vida eterna. Esta es la tarea. Este es el heroísmo cotidiano. La renuncia es la otra cara del amor. Con esta moneda, Dios nos ayudara a alcanzar la Vida Eterna

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario