Hch 1,1-11. «Galileos, ¿qué hacen mirando al cielo?»
Ef 1,17-23. «Y todo lo puso bajo sus pies»
Lc 24,46-53. «Mientras los bendecía se separó de ellos»
Evangelio
Jesús dijo a sus discípulos:
«Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto.»
Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.
Comentario
Subió a los cielos
“Durante cuarenta días se le apareció y les habló del Reino de Dios.” Así nos introduce la primera lectura de los hechos (Cf. Hc 1,1-11) donde el Señor permaneció resucitado con sus apóstoles, durante ese tiempo. Nos recuerda el mismo tiempo de oración en el desierto, cuando la iglesia inicia la cuaresma. Ese fue un tiempo de preparación personal de Jesús. Este es ahora un tiempo de preparación para los discípulos, de manera que puedan ser confirmados en la fe, para ser testigos de su resurrección y ascensión, fiesta que celebra la Iglesia, traslada al domingo, para la mejor participación de los fieles, ya que, siguiendo el periodo fijado, caería en un día jueves.
Ascensión, es la palabra que utiliza la liturgia para sintetizar las expresiones: “lo vieron elevarse” (1º Lectura) “y fue llevado al cielo”. Por lo tanto, ascensión, ascender, significa, subir, subir de un sitio a otro más alto.
En nuestro lenguaje cotidiano, también nosotros hablamos de que una persona ascendió en el cargo, como reconocimiento de sus méritos, o un militar u agente policial, fue ascendido en el grado jerárquico. En el campo futbolístico, se dice que un equipo ascendió de categoría, o también que otro descendió, o se fue al descenso.
Jesús subió a los cielos, reza el Credo, regreso a la casa del Padre, para preparar el lugar de sus hijos, y abrir definitivamente las puertas del cielo, cerrada por el pecado de la humanidad. Subió a los cielos para interceder por todos, como sacerdote eterno, y cabeza de la Iglesia, de la cual somos su cuerpo, sus miembros. Subió a los cielos, no para abandonar a los apóstoles sino para quedarse de otro modo, principalmente en los sacramentos, y de una manera especial en la eucaristía. Por eso dice, San León Magno, «lo que era visible en nuestro Salvador ha pasado a sus misterios» (S. León Magno, serm. 74,2). (Catec. 1115). Subió a los cielos, para enviarnos el Espíritu Santo prometido, el Paráclito, y ser revestidos con la fuerza de lo alto. Subió a los cielos, para continuar su misión, y prolongarla en el mundo, bendecidos por El, antes de partir, como indicando que ahora comienza el trabajo, la tarea de evangelizar a todos, hasta el final de los tiempos.
El prefacio de la misa sintetiza de manera admirable, el sentido litúrgico de esta celebración:
Porque el Señor Jesús, Rey de la gloria, triunfador del pecado y de la muerte, ante la admiración de los ángeles, ascendió (hoy) a lo más alto de los cielos, como Mediador entre Dios y los hombres, juez del mundo y Señor de los espíritus celestiales. No se fue para alejarse de nuestra pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde Él, nuestra cabeza y principio, nos ha precedido.
Para subir hay que bajar, para ganar hay que perder, para vivir hay que morir.
Esta frase, que encontré una vez en un libro, puede darle un sentido espiritual a esta fiesta. Para subir hay que bajar. Bajar en la humildad, en el servicio, al estilo de Jesús, que bajo de este mundo, del seno de Dios, al seno de la Virgen María, que bajo por la humillación y el sacrificio, a la crueldad de la pasión, que bajo por la muerte, al sepulcro, hasta descender a los infiernos, o lugares inferiores, donde estaban esperando las almas de los justos. Y el Padre lo resucito, subió a los cielos, y esta sentado a la derecha del Padre, para celebrar su triunfo, como la entronización del Rey, que viene de una gran conquista y se apresta a ocupar el lugar asignado.
Para ganar, hay que perder. Y esto lo comprobamos en la vida, cuantos fracasos, cuantas derrotas, cuantas desilusiones. Pero anclados en la fe, estos aprendizajes nos preparan para la victoria final, para esas cosas que salen después de varios intentos y con la ayuda de Dios, abrir caminos.
Para vivir hay que morir: Como la semilla, que muere para dar fruto, o la noche que se apaga para dar paso al nuevo día, como Jesús, que murió para resucitar. Así los cristianos, morir, o mortificarse para dar vida, renunciar, abnegarnos, exigirnos, disciplinarnos, para renovarnos, y crecer.
Esto no es crisis, esto es decadencia
Ante todas las cosas que suceden hoy en nuestra realidad, intentos de aprobar los matrimonios de personas del mismo sexo, y la posible adopción de niños, las corrupciones, injusticias, los abusos de menores, la prostitución, etc., están marcando un nivel humano de decadencia, que es como la cara contraria de la ascensión, porque es el descenso de los verdaderos valores permanentes y no negociables. Es el iceberg de la decadencia moral, espiritual, social, cultural, y religiosa de la sociedad.
Acá no se trata de subir, aplastando al otro, o acomodando a los ineptos, o comprando privilegios. Cada uno está llamado a subir su propio nivel, y salir de cierta chatura, pereza, mediocridad, tibieza, desgano. La vida es una subida sinuosa, pero hacia lo alto, con tropiezos y caídas, pero sabiendo a donde queremos ir, o a donde nos espera el Señor. El cielo no es solo la meta definitiva de este largo camino de la vida, o el premio a la correspondencia a la gracia de Dios. El cielo esta ya acá en la tierra. El cielo es Dios y donde esta verdaderamente Dios, ahí está el cielo, y el pequeño cielo es el corazón donde reina el Señor. Aunque es un cielo imperfecto con tierra humana, no me puedo quedar mirando al cielo, mientras la vida pasa y espera mucho de cada mí. Si miro al cielo, a lo alto será para pedir ayuda a Dios y volver a la tierra, a la lucha, a la labor, a darle una santa pelea a la vida.
Decía un dicho popular, que cuando el Santo señala el cielo, el necio mira el dedo. Se trata de ir a Dios y no quedarnos en cosas superficiales, y mirar el dedo de los demás.
La Ascensión, nos compromete primero a prepararnos con la oración, como los apóstoles que esperaron el Espíritu Santo, y luego comenzarían la misión. Decir ascensión, es como decir conversión.
Levantemos el corazón, es el grito de esperanza, que nos anima a continuar, con los pies bien en la tierra, y el alma en Dios. La gracia es el ascensor de la vida, no eleva, de lo natural a lo sobrenatural. Sacar a un chico de la profundidad de la droga, es como una ascensión, subirlo a la liberación de la salud, sacar a un chico de la ignorancia, de la indigencia, de la villa, es como una ascensión, pasarlo de la exclusión a la inclusión social; y así podríamos extender mucho más el panorama de la realidad. Existe una ascensión histórica, de nuestra fe, la del Señor Jesús, pero también están otras ascensiones, como la psicológica, que anima y promueve la autoestima, la ascensión socio cultural, que dignifica la promoción del trabajo y el empleo, la ascensión espiritual, que va volando del fango del pecado a la altura de la gracia. Esto es también celebrar la ascensión del Señor.
Oración: Señor, que estas en los cielos glorioso, y que estas en la tierra sacramentalmente, ayúdanos a ser testigos de tu ascensión. Bendícenos en nuestro trabajo, intercede para ser discípulos y misioneros. Danos el Espíritu Santo, para anunciar tu nombre y dignificar al hombre. Te adoramos humildemente en la tierra, para un día gozar de este pequeño cielo, el cielo de los cielos. Amen
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco, Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario