Domingo 5º de Pascua. Ciclo B. domingo 28 de abril de 2024

Hc 9, 26-31                   “Les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino”

1º Jn 3, 18-24               “Su mandamiento es éste: que creamos y nos amemos”

Jn 15, 1-8                      “El que permanece en mí, y Yo en él, da mucho fruto”

Evangelio

Jesús dijo a sus discípulos:

«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.

Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.

Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»


Comentario

Permanecer en Jesús

            El evangelio de este domingo 5º de Pascua, presenta a Jesús como la verdadera vid. Esta imagen de la viña aparece también en textos del antiguo testamento con referencia al pueblo de Israel. Dios, con todo amor plantó una viña, su pueblo, pero no siempre le dio frutos deliciosos sino uvas amargas. La novedad de este parábola esta en que ahora Jesús, esta unido a sus discípulos, como el sarmiento o rama al tronco, donde reciben la savia nueva de su palabra y de su vida, que los hace permanecer en El, y poder dar fruto.

            Una palabra que se repite con frecuencia en el texto es permanecer:

“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes”

            Este permanecer es Jesús, significa estar unidos, injertados, comunicados, con el. Así como el sarmiento no puede recibir la savia del tronco, sino no permanece en el, tampoco el cristiano, sino no está unido al Señor por la fe y la gracia, no puede dar fruto, es como una rama seca.

            El permanecer en Jesús, ofrece la garantía de dar mucho fruto, porque separados de Él nada podemos hacer para la vida eterna. ¿Cómo podemos permanecer en Jesús?

Primero, por la fe en Jesucristo. Así lo expresa la segunda lectura: “Que creamos en su Hijo Jesucristo”.

Segundo, por su amor: “Nos amemos los unos a los otros”, dice también la primera carta de San Juan.

Tercero, por la ley: “El que cumple sus mandamientos permanece en Dios”, continúa diciendo el mismo texto

Cuarto, por la palabra de Dios: “Si ustedes permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes”, dice el evangelio.

Quinto, por la poda o la cruz. “Al que da fruto lo poda para que de más todavía”

            Estos son los caminos para permanecer en Jesús: La fe, el amor, la ley, la palabra y la cruz. Pero también la imagen de la vid nos habla de la Iglesia, que somos todos nosotros. Así como la cabeza, dirá San Pablo está unida al cuerpo, así el tronco con las ramas. Somos los sarmientos del Señor, que intentamos formar la comunidad eclesial, como los racimos de la uva. Es significativo que el Señor se haya fijado en este árbol frutal, ya que sus frutos en forma de racimo, nos hablan de la necesidad de estar unidos, en comunión con nuestros hermanos, en comunión de fe,  esperanza y caridad.

La poda de Dios

            La vida de Dios, la gracia divina, se comunica a través de los canales de los sacramentos. El don más grande es cuando recibimos al mismo autor de la gracia, a Jesús Eucaristía. De este modo se establece un vínculo único con el Señor, fuerte como la vid y los sarmientos.

            El pecado mortal, el como la rama seca del árbol de la vid, que no recibe la savia de la gracia divina. El Señor nos vuelve a insertar en su fuente de vida, por el don de la reconciliación o confesión.

            Una famosa poesía nos recuerda el don de la vida nueva, la gracia habitual, santificante o deificante, atribuida a Antonio Muñoz Feijoo (1851-1890)

«No son los muertos los que  en dulce calma

la paz disfrutan, de la tumba fría,

muertos son los que tienen muerta el alma

y viven todavía….

No son los muertos, no, los que reciben

Rayos de luz en sus despojos yertos,

los que mueren con honra son los vivos

los que viven sin honra son los muertos.

La vida no es la vida  que vivimos,

la vida es el honor y es el recuerdo,

por eso hay muertos que en el mundo viven

y hombres que viven en el mundo… muertos»

            Nuestra vida, como camino y peregrinación a la casa del Padre, esta sostenida por la promesa de Jesús, yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo. El amor de Dios llama y atrae el corazón del hombre, intenta conquistarlo. Cuando descubrimos las maravillas de la gracia divina, viviremos con la ayuda del Señor esa antigua consigna: “Vivir en gracia, crecer en gracia y morir en gracia”

            El Señor también nos purifica con su amor, para que demos más frutos. Él nos conoce y sabe que podemos dar más, para no dejarnos aburguesar. El Cardenal Rainero Cantalamessa, hace una aplicación de este evangelio, referido a la poda espiritual que el Señor hace con nosotros, para dar más frutos.

“La santidad se parece a la escultura. Leonardo da Vinci definió la escultura como «el arte de quitar». Las otras artes consisten en poner algo: color en el lienzo en la pintura, piedra sobre piedra en la arquitectura, nota tras nota en la música. Sólo la escultura consiste en quitar: quitar los pedazos de mármol que están de más para que surja la figura que se tiene en la mente. También la perfección cristiana se obtiene así, quitando, haciendo caer los pedazos inútiles, esto es, los deseos, ambiciones, proyectos y tendencias carnales que nos dispersan por todas partes y no nos dejan acabar nada.


Un día, Miguel Ángel, paseando por un jardín de Florencia, vio, en una esquina, un bloque de mármol que asomaba desde debajo de la tierra, medio cubierto de hierba y barro. Se paró en seco, como si hubiera visto a alguien, y dirigiéndose a los amigos que estaban con él exclamó: «En ese bloque de mármol está encerrado un ángel; debo sacarlo fuera». Y armado de cincel empezó a trabajar aquel bloque hasta que surgió la figura de un bello ángel.

También Dios nos mira y nos ve así: como bloques de piedra aún informes, y dice para sí: «Ahí dentro está escondida una criatura nueva y bella que espera salir a la luz; más aún, está escondida la imagen de mi propio Hijo Jesucristo [nosotros estamos destinados a «reproducir la imagen de su Hijo» (Rom 8, 29. Ndt)]; ¡quiero sacarla fuera!». ¿Entonces qué hace? Toma el cincel, que es la cruz, y comienza a trabajarnos; toma las tijeras de podar y empieza a hacerlo. ¡No debemos pensar en quién sabe qué cruces terribles! Normalmente Él no añade nada a lo que la vida, por sí sola, presenta de sufrimiento, fatiga, tribulaciones; sólo hace que todas estas cosas sirvan para nuestra purificación. Nos ayuda a no desperdiciarlas.


            Pidamos al Señor, que no nos separamos de Él, que nos ayude a dar frutos de amor, paz, servicio, entrega, frutos de santidad, porque la poda es para crecer y regalarle la uva dulce de la correspondencia.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario