Domingo 32º. Ciclo A. domingo 12 de noviembre de 2023

Sab 6, 12-16                            “La Sabiduría se deja encontrar por los que la buscan”

1 Tes 4, 13-18                         “Dios llevará con Jesús, a los que murieron por El”

Mt 25, 1-13                             “Ya viene el Esposo, salgan a su encuentro”

Evangelio

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

    El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
    Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: Ya viene el esposo, salgan a su encuentro. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: ¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan? Pero éstas les respondieron: No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: Señor, señor, ábrenos. Pero él respondió: Les aseguro que no las conozco. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.

Comentario

Esperando y peregrinando

            Nos estamos acercando a la finalización del año litúrgico de la Iglesia. El domingo 34º, solemnidad de Cristo Rey, se corona este tiempo durante el año, y nos preparemos para el inicio del Adviento.

            Los evangelios de estos domingos nos invitan a reflexionar sobre los temas relacionados con los sucesos finales de la vida y del mundo, llamados los novísimos, las cosas últimas, o en la terminología actual, la escatología cristiana (del griego: éskhatos: ‘último’ y logos: ‘estudio’, es decir, el tratado de las realidades últimas)

           Decían los famosos predicadores: “Muerte, juicio, infierno y gloria, tenlos siempre en tu memoria”. En un tiempo de apresuramientos y agitaciones, es muy conveniente y necesario detenernos para meditar en el sentido y orientación de la existencia humana. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?

            El relato del evangelio se vale de una parábola, conocida como las de las diez jóvenes del cortejo, para afirmar el tema de la vigilancia cristiana, el estar preparados al encuentro del Señor cuando El venga.

            Podemos decir que en nuestra vida cotidiana hay dos clases de espera. Una fastidiosa: largas colas aguardando para ser atendidos, un colectivo que no llega a hora, y tantas otras situaciones. Una gozosa: la espera del nacimiento de un hijo, la llegada de un amigo o del novio o la novia y demás realidades de nuestra existencia. Por lo tanto, la vida tiene un tono de espera. Pero también de peregrinación, de camino hacia una meta. Aguardamos la venida o llegada de algo o alguien, y vamos al encuentro de quien amamos. Espera y peregrinación, vigilancia y trabajo se entretejen en las cosas de la vida.

            En el texto, Jesús presenta las costumbres judías con respecto a las bodas. En la noche de la fiesta, el esposo, junto con sus amigos, salía al encuentro de su esposa, que lo aguardaba con el cortejo de sus amigas, para festejar todos con antorchas encendidas, el banquete del casamiento en la casa del esposo. Jesús se llama a sí mismo el esposo, como lo hizo en otros relatos, cuando hablando del ayuno, les dice a los discípulos: “llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán” (Mt 9,15). Cinco de las jóvenes eran prudentes, habían provisto aceite de reserva para sus lámparas, pero no las cinco necias.

            La primera lectura habla que “la Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo”, haciendo referencia a Dios, fuente de la sabiduría. Las jóvenes prudentes fueron también sabias, porque tenían la fe encendida y el aceite de las buenas obras, para recibir la llegada del esposo, que las llevaba al banquete del reino, en la casa del cielo para festejar eternamente la alegría de la felicidad plena

            Como el esposo se hacía esperar, dando a entender la incertidumbre de su llegada, se quedaron dormidas, en el sueño de la vida, pero a medianoche, la hora de Dios, como aparece la noche del Éxodo, se escucha el aviso: “Ya viene el esposo salgan a su encuentro”. Solo ingresarán las prudentes, porque las necias no estaban preparadas ni disponibles. Por eso se cerró la puerta, y la oportunidad se perdió.

Estar prevenidos

            El texto concluye, con esta sentencia; “Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora”. Estar prevenidos, es estar pre – parados, antes a la venida del Señor. Sinónimos de esta palabra son: precavidos, advertidos, avisados, alertados.

            Se ignora la visita o llegada del Señor al final de los tiempos, o en la hora de nuestra muerte o partida. Adelantar fechas o pronosticar años, es imprudente y sin base bíblica, como anuncian algunos pastores de diferentes sectas, alarmando a la población, ante los sucesos apocalípticos presentes en el mundo o la fuerte decadencia moral de la humanidad. Por lo tanto, estar prevenidos no es estar asustados, sino pre – parados, es decir parados, atentos, no sentados o dormidos como custodios o vigilantes descuidados.

            Ante la inseguridad que se vive en la sociedad, por robos, secuestros, escruches, (del lunfardo, robo con violación de la puerta y herramientas especiales) la reacción de la gente es comenzar a tener hábitos de seguridad; rejas en las casas, alarmas, vigilancias privadas, video cámaras, denuncias, y otros medios. Cabría preguntarse ahora, que si nos preparamos tan bien ante posibles delitos, ¿no faltaría también prepararse ante la venida, no de un ladrón sino del Señor, con el mismo esmero?

            No lo miremos tanto como una obligación sino como una necesidad. En nuestro examen de conciencia, pensemos si en estos momentos nuestra lámpara está encendida por la gracia o apagada por el pecado, si tenemos el aceite de las buenas obras por Dios y el prójimo o nuestras alcuzas están secas, como manos vacías.

            El salmo 62, presenta la actitud del salmista que duerme esperando en el Señor para continuar con confianza su trabajo diario, porque Dios le dio la fuerza para responder con el aceite de la caridad:

“Mientras me acuerdo de ti en mi lecho y en las horas de la noche medito en ti, veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas” La mejor almohada, así bien se dice, es una conciencia tranquila”.

            Ante el misterio de la muerte, la llegada de Esposo, del Señor, San Pablo ilumina esta realidad inexorable con el texto de la segunda lectura de la carta a los Tesalonicenses:

            “No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con Él”.
            El Señor avisará su última o segunda venida, como el grito del Evangelio; “salgan a su encuentro”: con lo que dice San Pablo: “Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo”

            El Señor Jesús no solo vendrá en la hora de la muerte y al final de los tiempos, en su regreso glorioso, como lo ha prometido, sino que viene a nosotros hoy. Dice la primera lectura:

“La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos”.

            El Señor nos busca y nos llama. Todos están invitados a entrar en el banquete, los que responden son los elegidos para el Reino. Sale a nuestro encuentro en nuestra conciencia y pensamientos, en las situaciones de la vida y en los hermanos, para despertarnos del sueño de la vida, y volver a encender la luz de la caridad y la entrega.

            Ser lámparas encendidas, que se gastan en el servicio e iluminan, alimentados con la luz de Dios, los caminos y circunstancias cotidianas. La muerte es la pascua del cristiano, el paso hacia el encuentro con el Señor, es como un sueño, (reconociendo que la tercera parte de la vida la pasamos durmiendo), donde  nos dormiremos en Jesús, para despertar con Él, y será también el viaje, hacia la vida verdadera y eterna, teniendo toda la documentación completa que presentaremos como avales ante Jesús, sus propios dones, trabajados en esta vida.

            Estar prevenidos, es estar vigilantes, estar con el corazón amando, como la madre de familia, que, aunque duerma, tiene su corazón despierto ante cualquier necesidad de su niño. Como dice el libro del Cantar de los Cantares: “Yo duermo, pero mi corazón está en vela” (5,2)
            En esta especie de vigilia de la vida, que siempre arda la vela de la vida, para cuando el Señor nos llame a su encuentro, y dejemos este mundo, pudiendo decir sin miedo: “Aquí estoy porque me has llamado” (1 Sam 3, 5) o con Santa Teresita: “Señor no muero, entro en la vida”

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario