Domingo 3° del Tiempo Pascual. Ciclo B. Domingo 18 de Abril de 2021

3º Domingo de Pascua. Ciclo B. domingo 18 de Abril de 2021

Hc 3, 13-15. 17-19              “Ustedes mataron al autor de la vida pero Dios lo resucitó”

1º Jn 2, 1-5ª                         “La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos”

Jn 24, 35-48                         “El Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día”

Evangelio

Los discípulos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes.»

Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: « ¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo.» Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: « ¿Tienen aquí algo para comer?» Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.

Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.»
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.»

Comentario 

El don de la paz

Las apariciones de Jesús suceden, según lo registrado en los evangelios los días domingos, día de la resurrección, día del Señor, domingo Pascual. El Señor ofrece la paz a sus discípulos, que no la tenían, ya que estaban atónitos, desconcertados, sin paz.

La paz nace de un corazón nuevo. Y esta paz es la que nos damos en la misa. Seguramente este es el motivo por la cual está previsto el domingo realizar el rito de la paz. Pero el domingo tendría que ser, un día de paz, de familia, liberados del trabajo innecesario. Un día de paz y alegría.
Alguien dijo: “la paz no es ausencia de problemas sino presencia de Jesús”. Y esto es cierto. Problemas en mayor o en menor medida todos los tenemos. Por eso más que los problemas es importante la presencia de Jesús en el corazón del hombre. Jesús se hace presente cuando estamos reunidos en su nombre y cuando lo descubrimos en medio nuestro. Estamos llamados a ser instrumentos de paz, como dice la famosa oración de San Francisco de Asís. Donde haya discordia pongamos la paz.

“La paz, empieza con una sonrisa”, decía Santa Madre Teresa de Calcuta. Por eso no solo en la misa nos damos la paz, sino que el sacerdote nos despide, diciendo pueden ir en paz. Y que mayor paz que la nos da la palabra de Dios y la que trae la eucaristía.

Recuerdo una vez una anécdota que contó el querido Padre Ignacio Aparicio, con respecto a la confusión de un sacerdote al terminar la misa. La fórmula del Misal de ese tiempo decía: la misa ha terminado, pueden ir en paz. Al padrecito se le mezclaron las palabras y dijo. La paz ha terminado, pueden ir a misa.

La misa del domingo tiene un gran valor, porque bien celebrada, de acuerdo con las normas litúrgicas, llena el alma de paz, y el Señor se aparece a nosotros con alguna palabra del evangelio, con alguna frase que nos dejó el sacerdote en la homilía, con la melodía de un canto, o el gesto de un hermano. Por eso decía un sacerdote, que no es tan importante como vengas a la misa, en sentido espiritual, lo más importante es cómo te vas de la misa. Si ponemos lo nuestro, Dios hará lo demás.

Testigos del Resucitado

Tanto la primera lectura de la misa, como el evangelio, hablan de ser testigos.

       “Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos… Ustedes son testigos de todo esto”.

El testigo, es el mártir, de donde proviene la palabra, el que está dispuesto a dar la vida. Por eso el primer testigo es el mismo Jesús, que por nosotros y por nuestra salvación murió y resucitó. El testimonio del martirio es el don supremo del amor, dado por Dios al discípulo. Pero también Dios va tejiendo la vida con nosotros, entre alegrías y esperanzas, entre pruebas y dificultades.

El auténtico católico, muchas veces tendrá que ir contra la corriente de los equivocados criterios de este mundo, y entonces es el momento del testimonio y ser testigos claros y valientes de la verdad. El testimonio pasa ser testigos del amor de Dios entre los hermanos, que lleva a la ejemplaridad y al apostolado. Por eso habrá ocasiones en que tendremos que aclarar en la confusión la doctrina de la Iglesia.

Dice Jesús que a los apóstoles: “les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las escrituras” Esto es muy importante para ver la integralidad y la unidad del Antiguo y Nuevo Testamento que anunciaban la venida del Mesías y todo lo que se refería a Él como dice el texto. Nosotros tenemos y debemos recuperar tanto la lectura orante como el estudio de la Sagrada Escritura y meternos más en lo que dice el texto, en lo me dice a mí, en lo que le puedo decir a Dios y en lo que puedo concretar, que son los pasos de la lectio Divina, esta forma de abordar el texto bíblico: la lectio, la meditatio, la oratio y la contemplatio.

“En su nombre debía predicarse la conversión…para el perdón de los pecados” nos dice el pasaje bíblico. Sabemos que tenemos que pedir nuestra conversión y trabajar en ella. Hoy se habla de la conversión personal, pastoral, ecológica, sinodal para citar algunas. Es un don y una tarea, sin caer en el perfeccionismo, ya que todos tenemos pecados y somos pecadores y en impecabilidad, ya que el justo como dice la escritura cae siete veces al día.

En este tiempo pascual, que durará hasta la Pentecostés, tenemos que pedirle a Dios no solo la paz, la conversión, el perdón de nuestros pecados sino la alegría pascual que no se contradice con el dolor sino con la tristeza que es aliada del enemigo, que más que un sentimiento pasajero o estado de ánimo es un estado del alma. Que el Señor Resucitado y vivo entre nosotros, nos ayude a vivir este tiempo especial de gracia con estas intenciones

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario