Domingo 26º. C. A. Domingo 1 de octubre de 2023

Ez 18,24-28   “Cuando el malvado se aparta del mal él mismo preserva su vida”

Fil 2,1-11          “Vivan con los mismos sentimientos que hay en Cristo Jesús”

Mt 21, 28-32     “Se arrepintió y fue. Los publicanos y las prostitutas llegan antes al Reino”

Evangelio

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: «Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña». El respondió: «No quiero». Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: «Voy, Señor», pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre? El primero, le respondieron.

Jesús les dijo: Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.

Comentario

La parábola de los dos hijos

            La revolución francesa de 1789 grabo en la historia tres palabras: “libertad, igualdad y fraternidad”. Estos valores, por si mismo tienen un origen cristiano. Pero detenemos brevemente nuestra atención, en la libertad, que como dice el himno nacional argentino es “el grito sagrado”

Dice el compendio del catecismo: “La libertad es el poder dado por Dios al hombre de obrar o no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar de este modo por sí mismo acciones deliberadas…la libertad implica también la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. La elección del mal es un abuso de la libertad, que conduce a la esclavitud del pecado” (N.º 363)

            La libertad tiene en cuenta las elecciones y las decisiones. Por lo tanto, se suma a este don de Dios, también otro elemento importante: la responsabilidad. Y esta introducción nos da pie para comentar el evangelio de este domingo donde este tema está latente y presente. Jesús tiene como destinatario de su enseñanza a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo de Israel, es decir, las autoridades religiosas, que en otra oportunidad dijo de ellos: “Ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen” (Mt 23,3).

            Narra una parábola que los involucra y compromete, conocida como la parábola de los dos hijos. Jesús como lector de la realidad, comenta la historia de un padre que tiene dos hijos, que envía a trabajar en su viña. El primero le dice que no quiere ir, pero después se arrepiente y va. El segundo le dice que va a trabajar, pero no lo hace. Ante la pregunta que hace Jesús, sobre quien hizo lo que el padre quiso, la respuesta es obvia. Solo el primero cumplió la voluntad, el pedido o deseo del Padre. Entonces entendemos que en el segundo hijo está haciendo referencia a los judíos, que escucharon la voz de los profetas y del mismo Jesús, pero no quisieron trabajar en la viña, el nuevo Reino de Dios, que es la Iglesia. En los primeros están incluidos los paganos, y aquellos que eran considerados excluidos, como los publicanos, y los pecadores, en concreto las prostitutas, que no escuchando al comienzo la voz de Dios, después se arrepienten e ingresan en la comunidad eclesial.

            El misterio de la libertad humana y la responsabilidad está en el corazón del hombre. Dios como un Padre bondadoso, quiere a todos sus hijos, y busca su salvación. La respuesta es diferente en ambos y lo ha sido a lo largo de la historia del mundo. De otra manera aparece este mismo tema en la primera lectura del profeta Ezequiel, hablando de la conversión del malvado y la perversión del justo:

“Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida”

            La salvación ofrecida por Dios a todos los hombres es una respuesta personal y no proviene de derechos adquiridos o por pertenecer a un pueblo elegido y predestinado, como los judíos, que habían dicho sí a Dios. Ser aparentemente exclusivos en la elección divina, no significa ser excluyentes. Ahora también el corazón de Jesús, es inclusivo, se abre a todos aquellos que lo buscan sinceramente, a pesar de sus pecados.

La virtud de la obediencia

            Hemos escuchados algunas veces esta sentencia: “la palabra dada es un documento”. Seguramente hoy también esto se vive y se cumple. Por eso en algunos lugares bastaba esta promesa sin necesidad de firmas, para cumplir lo prometido.

            En el texto del evangelio se puede intuir que Dios alude indirectamente a su propio hijo, a Jesús, que, si cumplió plenamente la voluntad del Padre, fue el Sí del Padre, que sello su palabra con la vida. Es el verdadero Hijo, que vino a trabajar en la viña de esta historia, ofreciendo en el árbol de la cruz, como un racimo, su sangre por la redención de los hombres, para salvación de la humanidad, de manera que, con su sangre, fecundara la tierra para ser semilla de nuevos cristianos. Jesús verdaderamente es el documento del Padre, su firma, el selló con la vida su voluntad y cumplió plenamente su palabra.

            Hoy asistimos a un panorama social donde en muchos sectores la palabra no se cumple, las promesas son engaños y las propuestas no se realizan. Lo vemos a nivel, local, nacional y mundial.

            Dice también Jesús: “Cuando ustedes digan “sí, que sea sí, y cuando digan “no”, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del maligno” (Mt 5,37)

            Reconocemos que en los ámbitos cotidianos la palabra obediencia tiene en estos momentos un significado peyorativo o fastidioso. Por supuesto que la llamada obediencia debida no puede aceptarse cuando es una invitación al pecado. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, dice Hc 5,29. Pero si, tenemos que rescatar esta virtud en la convivencia social, donde hay muchas desobediencias a normas comunes, sea de tránsito, de conducta ciudadana, de trato, etc. Esta virtud de la obediencia la tenemos que extender también a las legítimas autoridades y a las justas leyes. Dice el compendio el catecismo:”

Quienes están sometidos a las autoridades deben considerarlas como representantes de Dios, ofreciéndoles una colaboración leal para el buen funcionamiento de la vida pública y social. Esto exige el amor y servicio… el ciudadano no debe en conciencia obedecer cuando las prescripciones de la autoridad civil se opongan a las exigencias del orden moral. (464-465)

             Tenemos campos de obediencia, (palabra que proviene de ob – audire, de saber escuchar), que son importantes. El primero es la obediencia a Dios, fruto de su amor por nosotros, y a sus mandamientos. Luego está la esfera de la obediencia a los padres, y autoridades, la obediencia en el campo familiar, laboral, social y eclesial, en especial al Papa, obispos y sacerdotes.

            La obediencia tiene algunas características o reglas propias que resumimos en unos textos de San Josemaría Escrivá de Balaguer, del libro Surco:

Obedecer dócilmente. Pero con inteligencia, con amor, con sentido de responsabilidad, que nada tiene que ver con juzgar a quien gobierna. (372)

Se obedece con los labios, con el corazón y con la mente. Se obedece no a un hombre sino a Dios

(374)

La mayor parte de las desobediencias proviene de no saber escuchar el mandato, que en el fondo es falta de humildad o de interés en servir. (379)

¿Quieres obedecer cabalmente? Pues escucha bien, para comprender el alcance y el espíritu de lo que se te indican; y, si algo no entiendes, pregunta. (380)

            Todos tenemos a estos dos hijos en el corazón. Valga el camino del arrepentimiento y de la sinceridad para buscar siempre la voluntad de Dios, que es vivir en su obediencia, al estilo de Jesús, que San Pablo expresa tan bien en la segunda lectura:

“Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.  Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor».

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario