Domingo 2° de Pascua o de la Divina Misericordia. Ciclo B. Domingo 11 de Abril de 2021

2º domingo de Pascua o de la Divina Misericordia. Ciclo B. domingo 11 de abril de 2021

Hc 4, 32- 35                                       “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma”

1º Jn 5, 1-6                                         “El que ha nacido de Dios, vence al mundo”

Jn 20, 19-31                                       “La paz esté con Ustedes”

Evangelio

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»

Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.  Jesús les dijo de nuevo: « ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»

Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: « ¡Hemos visto al Señor!» El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»

Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.»

Tomás respondió: « ¡Señor mío y Dios mío!»

Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Comentario

El 2º domingo de Pascua, es también ahora el domingo de la Divina Misericordia. Así lo pidió el mismo Jesús al aparecerse a una joven religiosa polaca, Santa Faustina Kowaska. El Papa Juan Pablo II, Beato, instituyó esta fiesta para toda la Iglesia, y el mismo partirá al cielo en la víspera de ese día, un sábado de la octava de Pascua, el 2 de abril del 2005.

Vamos a meditar el evangelio de este domingo glosando y comentando algunos pasajes:

“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la Semana”

Ese día es el domingo, día del Señor, día de la nueva creación, donde en la primera creación Dios hizo la luz, y Jesús Resucitó, ocurrieron las apariciones del Resucitado, y enviaría el Espíritu Santo, consagrado por lo tanto como un día Trinitario.

En la vigilia Pascual, los catecúmenos, que se prepararon para el bautismo, celebraron su pascua, es decir el paso del pecado a la gracia. Fue su verdadera resurrección. Los neo-bautizados recibían, durante el bautismo, una vestidura blanca, que los distinguía durante toda la octava de Pascua. En este día del II domingo, deponían tales vestidos; de donde el antiquísimo nombre; domingo in Albis depositis

“Estando cerradas las puertas,…por temor a los Judíos…llegó Jesús…y les dijo: La paz esté con ustedes”

Las puertas del lugar, que fue el cenáculo, donde comieron la última cena, no eran solo las de la casa, sino también las de los apóstoles, ya que los embargaba el temor y el miedo. Llega Jesús, en su nueva condición de resucitado y con su cuerpo glorioso, sin reprocharles su abandono en el momento de la cruz, y le ofrece la paz, el típico saludo Hebreo, la paz que no tenían y necesitaban, ya que la presencia de Jesús, en medio de ellos genera, paz, alegría y esperanza.

“Les mostró sus manos y su costado”

Los signos de la crucifixión. Sus llagas son como el trofeo, la condecoración después de la pasión. Sus llagas, sanaran al verlas las heridas de la incredulidad de los apóstoles y de todas las generaciones que crean en El. Así lo expresa la 1º Carta de San Pedro (2, 24)

“El llevó sobre la cruz, nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron curados”

“Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”

El enviado, envía a los discípulos. Justamente la palabra Apóstoles significa enviado. Pero antes de lanzarlos a la misión evangelizadora en el mundo, sopla sobre ellos, recordando el soplo de Dios, que dio vida al hombre según narra el libro del Génesis, para que reciban el Espíritu Santo,  en orden a perdonar o retener los pecados, instituyendo así, el sacramento de la reconciliación, o sacramento de la misericordia.

En la imagen de Jesús misericordioso, el Señor tiene levantada la mano derecha, no para castigar o acusar, sino para bendecir, pero más aun para perdonar de corazón. Jesús quiere ofrecer la mano de su misericordia, de su perdón, a los que están arrepentidos, por ministerio de los sacerdotes, ya que participan del sacerdocio eterno del Señor

Tomas, de la incredulidad a la fe 

“Tomás, uno de los Doce,…no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor! El les respondió: Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”

Tomas, el ausente, posiblemente dándole vueltas a lo de Jesús o escondido en otra parte, no estaba presente cuando llego Jesús. Se perdió su visita, por abandonar a la comunidad de los apóstoles. Se corto solo, diríamos hoy.  Los otros apóstoles llenos de alegría quieren convencerlo que han visto al Señor. Pero con atrevimiento no solo no le cree, sino que quiere verlo, tocar sus manos y hasta el capricho de meter su mano en su costado. Estaba desafiando a los apóstoles y desconfiando de la aparición, para poder creer.

“Ocho días más tarde,… estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús,… Luego dijo a Tomás: Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe. Tomás respondió: ¡Señor mío y Dios mío!”

Y Jesús, lleno de paciencia, el otro domingo, o el segundo domingo de pascua, se le aparece a todos, pero le habla solo a quien tenía que convertir y regresar al rebaño de los apóstoles como una  oveja perdida. Le cumple su deseo, pero reprochándole su falta de Fe. Pone sus manos en las manos de Jesús y en su costado, y confiesa, luego de ver y tocar, esa hermosa expresión, que podemos pronunciar siempre como un acto de Fe: ¡Señor mío y Dios mí! (Domine meus, et Deus meus)

Dice muy bien el Padre Martín Descalzo:

“Tomas temblaba cuando Jesús le mandó tocar. No quería hacerlo. Sentía ahora una infinita vergüenza de sus palabras de ocho días antes. Si tocó no lo hizo ya por necesidad de pruebas, sino como una penitencia por su cerrazón. Deslumbrado…cayó de rodillas y dijo: Señor mío y Dios mío…nadie antes le había dicho esto a Jesús”

Todos podemos tener el corazón de Tomas, a veces por la incredulidad, y por la mentalidad racionalista y positivista que cierra la puerta al mundo de la fe, y otras el Señor, nos regala una mirada de Misericordia, que es la que tuvo con Tomás, para afirmar convencidos el don de la  fe. Por hay más merito en los que creen sin ver, como lo dijo Jesús, porque “la victoria que vence a nuestro mundo es la FE”, dirá San Juan (1 Jn 5, 1-6) y la fe nos lleva a vivir en el amor, alimentado en la comunidad eclesial y en la esperanza que sostiene nuestro futuro, hasta llegar a la generosidad con los que más necesitan, como narra los hechos de los apóstoles.

“Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos”

Que dentro del tiempo pascual, Dios nos abra el corazón a la fe trinitaria, eclesial y escatológica, y confesar con Humildad: SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario