VIERNES SANTO 29 DE MARZO DE 2024. CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR


Is 52, 13-53,12:                         “Por sus heridas fuimos sanados”

Heb 4, 14-16; 5, 7-9       “El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias”

Jn 18, 1 — 19, 42                       “Todo se ha cumplido…Y entregó su espíritu”

Lectura del libro del profeta Isaías     52, 13 — 53, 12

    Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande. Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído.
    ¿Quién creyó lo que nosotros hemos oído y a quién se le reveló el brazo del Señor?
    El creció como un retoño en su presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos. Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada.
    Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados.
    Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no habría su boca.
    Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo. Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca.
    El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado.
    Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes y él repartirá el botín junto con los poderosos. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en favor de los culpables.

SALMO
   Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25

R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Yo me refugio en ti, Señor, 
¡que nunca me vea defraudado!
Yo pongo mi vida en tus manos: 
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel. R.

Soy la burla de todos mis enemigos 
y la irrisión de mis propios vecinos;
para mis amigos soy motivo de espanto,
los que me ven por la calle huyen de mí.
Como un muerto, he caído en el olvido,
me he convertido en una cosa inútil. R.

Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen. R.

Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia.
Sean fuertes y valerosos,
todos los que esperan en el Señor. R.

Aprendió qué significa obedecer
y llegó a ser causa de salvación eterna
para todos los que le obedecen

Lectura de la carta a los hebreos     

    Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado.
    Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.
    El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO
     Flp 2, 8-9

Cristo se humilló por nosotros
hasta aceptar por obediencia la muerte,
y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el nombre que está sobre todo Nombre.

EVANGELIO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
     

C. Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: 
+ «¿A quién buscan?» 
C. Le respondieron:
S.«A Jesús, el Nazareno.»
C. Él les dijo: 
+ «Soy yo.» 
C. Judas, el que lo entregaba estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: «Soy yo», ellos retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó nuevamente:
+ «¿A quién buscan?» 
C. Le dijeron: 
S. «A Jesús, el Nazareno.» 
C. Jesús repitió: 
+ «Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejen que estos se vayan.» 
C. Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me confiaste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. Jesús dijo a Simón Pedro: 
+ «Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?»

Llevaron primero a Jesús ante Anás

C. El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás era el que había aconsejado a los judíos: «Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo.» 
Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: 
S. «¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?» 
C. Él le respondió: 
S. «No lo soy.» 
C. Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza. Jesús le respondió: 
+ «He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho.» 
C. Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: 
S. «¿Así respondes al Sumo Sacerdote?» 
C. Jesús le respondió: 
+ «Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» 
C. Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás

¿No eres tú también uno de sus discípulos? No lo soy

C. Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: 
S. «¿No eres tú también uno de sus discípulos?» 
C. Él lo negó y dijo: 
S. «No lo soy.» 
C. Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: 
S. «¿Acaso no te vi con él en la huerta?» 
C. Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo

Mi realeza no es de este mundo

C. Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. Pilato salió adonde estaban ellos y les preguntó: 
S. «¿Qué acusación traen contra este hombre?» 
C. Ellos respondieron: 
S. «Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado.» 
C. Pilato les dijo: 
S. «Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la ley que tienen.» 
C. Los judíos le dijeron: 
S. «A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie.» 
C. Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir. Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: 
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?» 
C. Jesús le respondió: 
+ «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?» 
C. Pilato replicó: 
S. «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?»
C. Jesús respondió: 
+ «Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí.» 
C. Pilato le dijo: 
S. «¿Entonces tú eres rey?» 
C. Jesús respondió: 
«Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz.» 
C. Pilato le preguntó: 
S. «¿Qué es la verdad?» 
C. Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: 
S. «Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?» 
C. Ellos comenzaron a gritar, diciendo: 
S. «¡A él no, a Barrabás!» 
C. Barrabás era un bandido

¡Salud, rey de los judíos!

C. Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: 
S. «¡Salud, rey de los judíos!», y lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo: 
S. «Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena.» 
C. Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: 
S. «¡Aquí tienen al hombre!» 
C. Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: 
S. «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!» 
C. Pilato les dijo: 
S. «Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo.» 
C. Los judíos respondieron: 
S. «Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios.
C. Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: 
S. «¿De dónde eres tú?» 
C. Pero Jesús no le respondió nada. Pilato le dijo: 
S. «¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?» 
C. Jesús le respondió: 
+ «Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave.» 

¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!

C. Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: 
S. «Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César.»
C. Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado «el Empedrado», en hebreo, «Gábata.» 
Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: 
S. «Aquí tienen a su rey.» 
C. Ellos vociferaban: 
S. «¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!» 
C. Pilato les dijo: 
S. «¿Voy a crucificar a su rey?» 
C. Los sumos sacerdotes respondieron: 
S. «No tenemos otro rey que el César.» 

Lo crucificaron, y con él a otros dos

C. Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota.» Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: «Jesús el Nazareno, rey de los judíos», y la hizo poner sobre la cruz. 
Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: 
S. «No escribas: «El rey de los judíos», sino: «Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos.
C. Pilato respondió: 
S. «Lo escrito, escrito está.» 

Se repartieron mis vestiduras

C. Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: 
S. «No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca.» 
C. Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.

Aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu madre 

C. Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: 
+ «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» 
C. Luego dijo al discípulo: 
+ «Aquí tienes a tu madre.» 
C. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. 

Todo se ha cumplido

C. Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: 
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: 
+ «Todo se ha cumplido.» 
C. E inclinando la cabeza, entregó su espíritu. 

Aquí todos se arrodillan, y se hace una breve pausa

En seguida brotó sangre y agua

C. Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos. Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron. 

Envolvieron con vendas el cuerpo de Jesús, agregándole la mezcla de perfumes

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. 
Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos.
En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Comentario

La Iglesia, según la antigua tradición, ni hoy ni mañana celebra los sacramentos, excepto la Penitencia y la Unción de los enfermos. En este día, la comunión se distribuye a los fieles únicamente en la celebración de la Pasión del Señor. El altar está totalmente despojado: sin cruz, sin candelabros y sin manteles

La celebración de la Pasión del Señor consta de tres partes: la Liturgia de la Palabra, la Adoración de la Cruz y la Sagrada Comunión. La celebración comienza en silencio. Los sacerdotes, revestidos con casulla roja como para la misa, ingresan en procesión y se postran, como signo de humillación y de tristeza y dolor de la Iglesia ante este día. Luego el sacerdote, con los ministros se dirigen a la sede y vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, invita a la oración

Los textos bíblicos se orientan hacia el misterio de la pasión de Jesús y su entrega en la cruz. Dice el profeta Isaías, en la primera lectura: “Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero. La segunda lectura expresa así: “Aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen”.

El pasaje de San Juan sobre la pasión tiene distintos momentos. Comienza por la entrega de Judas, junto a los soldados y guardia, en el huerto de los Olivos y la reacción de Pedro al cortar la oreja al servidor del Sumo Sacerdote, llamado Malco. Luego los juicios en la casa de Anás y Caifás: Lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año, y luego lo trasladaron atado a la casa de Caifás. Aparece la figura de Pedro que lo va a negar tres veces, hasta que cante el gallo, como lo había profetizado el mismo Jesús. El Señor es traslado al pretorio, donde este juzgado por el procurador Poncio Pilato, donde Jesús declara su realeza. Luego es azotado, coronado de espinas, flagelado y se le coloca un manto rojo, donde recibe, burlas, bofetadas, escupidas e insultos. Piden que lo crucifiquen, sin que Pilato logre manejar la situación, entre dos malhechores, donde le pondrán un cartel escrito en Hebreo, Latín y Griego, con el motivo de su condena: Jesús, Nazareno, Rey de los Judíos (I.N.R.I). Los soldados, se reparten en cuatro partes sus vestiduras y sortean la túnica. Aparece la Madre de Jesús y el apóstol amado, San Juan junto a la Cruz, donde el Señor le confía el cuidado de la Madre y la intercesión por sus hijos. Jesús dice esta palabra: “todo se ha cumplido” e inclinando la cabeza entregó el espíritu. Muerto Jesús, un soldado le atraviesa con una lanza su costado, y del costado abierto de su corazón, brotan sangre y agua, símbolos de los sacramentos de la Iglesia, la Eucaristía y el Bautismo, como muy bien está representado en la pintura de Jesús Misericordioso. Descendido de la cruz, José de Arimatea, pide a Poncio Pilato el cuerpo de Jesús para ponerlo en una tumba nueva de su propiedad y Nicodemo aporta mirra y aloe, para la sepultura, como acostumbraban los judíos. Las mujeres traen sus perfumes, aunque no completan el rito, debido a que se acercaba la Pascua, con la primera aparición de la estrella en el firmamento, dando lugar al descanso sabático.

En todo este camino de la Cruz, vemos, como el vía crucis que hemos rezado, tres situaciones de Jesús al llevar la cruz. La cruz tirada, la cruz inclinada y la cruz erguida. Podemos pensar en aquellos hermanos en la fe que ante las dificultades de la vida están tirados y no se levantan. Otros que viven inclinados, están a punto de caer, arrastran la vida tibiamente. Por últimos los que con fe y entrega mantienen la cruz erguida, sobrellevando con entereza la enfermedad, las contrariedades. Los santos han visto la cruz, una llave, que nos abre las puertas del cielo, una escalera que nos ayuda a subir a la gloria y un bastón que sostiene nuestro camino a la vida eterna. Junto a Jesús estaban dos ladrones crucificados, que representan dos modos de llevar la cruz. La del mal ladrón, protestando e insultando. La del buen ladrón, aceptando con resignación su situación, y la de Jesús que amor está en la cruz por la salvación del mundo.

Jesús abrió los brazos para salvar a todo el mundo que quiera creer en El y aceptar la salvación de Dios y el perdón de sus pecados, que limpió con su sangre. Una vez vi en una capilla de una familia de San Martin de los Andes, Mendoza, llamada Steverling, de origen alemán, un Cristo Jansenista, que tenía los brazos estrechos, como indicando que son pocos los que se salvan, pensamiento que fue condenado por la Iglesia, ante la actitud de rigorismo moral. Dios quiere que todos los hombres se salven, y por amor así lo intentará

La cruz está presente, en los templos, en los cementerios, en algunos hospitales y juzgados, en la cumbre de las montañas, en imágenes enormes. También los cristianos la llevan o están colgadas en su cuello. Es una santa costumbre besar la cruz, o mirarla en medio del trabajo o ante una dificultad o tentación, como tenerla en la mesita de luz. Decía una canción: “Al pecho llevo una cruz y en mi corazón lo que dijo Jesús”. Dios quiera que así sea, contrario a lo que dice un dicho popular: “La cruz en el pecho y el diablo en los hechos”

Jesús nos rescató del pecado. Por eso muchos santos contemplaron el misterio del crucificado, como fuente de todas las virtudes. San Francisco de Asís y San Pio de Pietralcina, recibieron los estigmas de Jesús y Santa Teresa se convirtió al ver un Cristo llagado. Por eso es oportuno ver y quedarse orando ante un crucifijo

Este fue el precio que el Señor pagó por amor al mundo, ante el Padre de los cielos para salvar a la humanidad de la esclavitud el pecado.

Quiero terminar esta reflexión con una historia interesante que se llama: “la esclava comprada”

Esta historia es de mediados del siglo XIX, con la fiebre del oro en América. Un inglés, decidió ir a América en busca de fortuna. Trabajo durante un año y medio trabajó duro para ahorrar y viajar a California para buscar pepitas de oro en los lechos de los ríos. Se pasó un año y medio buscando y sacando pepitas de oro, acampando en las riberas del río, pasando frio y calor, defendiéndose como podía de ladrones y fieras. Después de un tiempo que le consumió en total tres años, sacó una bolsa llena de pepitas de oro. Emprendió su viaje de vuelva pasando por Nueva Orleans. Allí observó algo que nunca había visto en su vida. “Una subasta de esclavos”. En Inglaterra estaba prohibida la venta de esclavos años antes desde el 1834 (En EE. UU 1865). Al llegar a la plaza vio que habían vendido un esclavo. Luego subió una chica africana de unos diecisiete años, asustada que escuchaba los gritos y las burlas del gentío. El inglés no podía contener su indignación. Comenzó la puja. El precio superó pronto lo que se pagaba por un esclavo joven. Finalmente, un hombre subastó una cifra que nunca se había dado por un esclavo. El subastador comenzó a gritar: “A la una, a las dos y…” En ese momento el Ingles gritó una suma que duplicó al de su contrincante. Se escucharon carcajadas, pensando que el hombre estaba loco que ofreció esa cifra de dinero. El subastador llamó al inglés para ver si tenía el dinero. El inglés mostró su bolsa de oro y el subastador golpeó con el martillo: “Vendida”. En cuanto hubo pagado, le entregaron a la chica encadenada. Tan pronto como estuvo frente a él, la chica lo escupió en la cara, y le dijo:” Te odio”. El inglés se limpió la cara con su pañuelo, le quitó los grilletes y se llevó a la chica de allí. Caminando llegó a una tienda. Dejó a la chica afuera y entró. El encargado era un hombre mayor. Desde afuera la joven los vio discutir. Finalmente logró escuchar al encargado gritar:” Esto te va a costar una fortuna”. No importa el precio respondió el inglés. Usted firme el documento. Maldiciendo y a regañadientes, el anciano firmó el papel y se lo dio. El inglés firmó el papel y dejó lo que le quedaba de la bolsa de oro, todo lo que con sacrificio había conseguido. Salió el inglés de la tienda y le entregó el documento a la joven y le dijo: “Toma, aquí está tu carta de libertad”. Eres libre. Te puedes marchar. La joven no entendía bien, y sin moverse volvió a escupir al inglés y a repetir: “Te odio”. El inglés le puso el papel en la mano y le dijo: “Este documento dice que eres libre”. Ahora puedes ir a donde quieras. La chica seguía confundida. ¿Me acabas de comprar y ahora me liberas? Para eso te he comprado, sonrió el inglés, para liberarte. Finalmente, la chica entendió. Aquel hombre dio todo lo que tenía para liberarla. Y la historia concluye diciendo que la chica se fue con aquel hombre no ya como una esclava sino como una mujer libre.

Esto es lo que celebramos en la Semana Santa. Tu Jesús me has rescatado de la esclavitud, con todo lo que tienes. De la esclavitud del pecado, de los vicios y de todo mal, y del maligno que le teme a la cruz. Podemos vivir la semana santa, como las distintas personas de ese tiempo, por curiosidad, otros por obligación, algunos para ver como sufría y moría, los hubo que se compadecieron de ti y lloraban. Los hubo que se mofaban, insultaban y escupían. Y también estaban los indiferentes, los que vieron el espectáculo como una película o espectáculo. Más que seguirte para verte de cerca Jesús, quiero estar cerca para que me veas tú, para que sepas que no estás solo y te acompaño hasta el final

Bendecida Semana Santa

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario