Nm 21, 4-9. “Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un mástil. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará sano”.
Fil 2, 6-11. “Dios los exaltó y le dio el Nombres que está sobre todo nombre»
Jn 3, 13-17. “Es necesario que Hijo del hombre sea levantado en alto”
Evangelio
Jesús dijo:
“Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.”
Comentario
Un poco de historia
La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el 14 de septiembre, conmemora dos eventos clave en la historia de la Iglesia: el descubrimiento del madero de la Cruz por Santa Elena, madre del emperador Constantino en el año 320 y la dedicación de la Basílica del Santo Sepulcro construida por Constantino en Jerusalén, que tuvo lugar un tiempo después, el 13 de septiembre de 335. Además, la fiesta también recuerda la recuperación de la Santa Cruz de manos de los persas por el emperador Heraclio en el año 628, evento que se celebraba el 14 de septiembre.
Hay narraciones acerca de trozos de la cruz desde fines del siglo IV, cuando se comenzó la repartición de fragmentos de ella. Las de las iglesias eran conservadas en cajas llamadas «estauroteca» que tenían forma de cruz y tenían al centro un vano para colocar la reliquia. Sobre el vano se solía poner una piedra preciosa que impedía el contacto visual con el trozo de madera. Desde el siglo VI las estauroteca colocan un cristal en vez de la piedra. Las más famosas estaurotecas son: la de Limburgo (datada en el siglo X), la de la catedral de Cosenza y de la catedral de Nápoles (siglo XII). También tiene renombre la de la catedral de Génova (siglo XIII).
En Europa desde la Edad Media, hubo muchas reliquias de la Vera Cruz. En 1870 Charles Rohault de Fleury, franciscano, estudió el tema en su «Memoria sobre los instrumentos de la Pasión» y llegó a la conclusión de que la suma de todas las reliquias de la Cruz existentes alcanza a un tercio de una cruz de tres metros de altura. Una de las reliquias (considerada auténtica) se encuentra en la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma, a pocos metros de la Basílica de San Juan de Letrán. Otros fragmentos también se encuentran en España, en el monasterio de Santo Toribio de Liébana (Cantabria) y en Caravaca de la Cruz, (Murcia), y en otros países.
La serpiente de bronce
En la primera lectura del libro de los Números se narra el suceso cuando los Israelitas protestaron contra Dios y contra Moisés por el hambre y la sed en el desierto, desconfiando la protección y providencia Divina. Como represalia y escarmiento el Señor envió serpientes abrazadoras que mordieron y mataron a muchos israelitas.
Al darse cuenta del pecado acuden a la intercesión de Moisés, que construye sobre un mástil, a pedido del mismo Dios una serpiente abrazadora, de manera que al mirarla los que fueron mordidos serían curados.
Este acontecimiento prepara, el más importante que hace referencia a otra exaltación o elevación, que anuncia también San Pablo en la segunda lectura, a Jesucristo en la cruz: “Dios lo exaltó y le dio en Nombre que está sobre todo nombre…Jesucristo es el Señor.
Esta elevación de Jesús, como conclusión de su obra redentora, al morir en la cruz, y elevado entre el cielo y la tierra, presentado a la vista de todos los presentes de ese tiempo, nos habla hoy de su amor por la humanidad al aceptar por obediencia al Padre, el plan de Salvación. Dice el evangelio: Es necesario, que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en El tengan vida eterna.
La exaltación de la cruz hoy
“Al pecho llevo una cruz y en mi corazón lo que dijo Jesús”, letra de una canción religiosa escrita por un sacerdote de Brasil de hace muchos años, que tiene todo un significado importante. No se trata solo de llevar un crucifijo en el pecho, algo muy noble y digno, sino de llevar en el corazón las palabras del Señor, que calen nuestra vida y se hagan práctica cotidiana con su ayuda divina presente.
Seguramente en nuestra casa tendremos un crucifijo, o en la mesita de luz, que podemos besar al acostarnos, o vemos el Cristo del Templo, del altar, como renovación del Santo Sacrificio de la misa y en tantos otros lugares, caminos, montañas, aulas y hasta en lugares públicos, si es que no se han sacado.
Pero todas estas hermosas imágenes, como recordatorios nos mueven al verlas, el gran amor de Dios por nosotros, que entregó a su Hijo Jesucristo al mundo para reparar los pecados y abrir los brazos por la salvación.
La cruz es el signo más, porque Jesús nos amó más que todos los hombres y mujeres de la tierra, es la letra T del triunfo del Señor sobre el pecado, el demonio y la muerte, y es el madero bendito donde estuvo el Señor, sellando su amor con su sangre y con su vida, para resucitar al tercer día como lo prometió y quedarse entre nosotros oculto y presente en la Eucaristía.
Decía muy bien Santa Teresa de Calcuta: “Cuando miramos a Jesús en la cruz, pensamos, cuanto nos amó, y cuando miramos a Jesús en el Sagrario, pensamos cuanto nos ama hoy”
Concluyo con un hermoso himno a la cruz de la liturgia de las horas, que nos anima agradecer, a dolernos por nuestros pecados y a confiar en la misericordia del Señor por siempre
Delante de la cruz los ojos míos
quédenseme, Señor, así mirando,
y sin ellos quererlo estén llorando,
porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos,
quédenseme, Señor, así cantando,
y sin ellos quererlo estén rezando,
porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en vos prendida,
y así con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra cruz asida,
quédenseme Señor, el alma entera;
y así clavada en vuestra cruz mi vida
Señor, así, cuando queráis me muera.
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Mendoza 1381. Rosario