Domingo XXII. Tiempo durante el año. Ciclo C. Domingo 28 de Agosto de 2022

Domingo XXII. -Tiempo durante el año. Ciclo C. Domingo 28 de agosto de 2022

Ecle 3, 17-18.20-28-29:               “Debes ser humilde para obtener el favor del Señor”

Heb 12, 18-19. 22-24:                  “Se han acercado a la montaña de Sión, a la ciudad del Dios viviente”

Lc 14,1. 7-14:                              “El que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”

Evangelio

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: «Déjale el sitio», y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: «Amigo, acércate más», y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado». Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»

Comentario

Una Catequesis ocasional

En este domingo, el evangelio presenta un suceso ocurrido cuando el Señor, invitado por uno de los principales fariseos, observa la escena de los que buscaban los primeros puestos, para estar cerca de él. Jesús aprovecha este hecho para darnos una catequesis o enseñanza sobre la humildad.

Dice el texto que los fariseos, hombres celosos de la ley, pero muchos de ellos arrogantes y soberbios, observaban atentamente, como si buscaran algo que reprochar al Señor o alguna cosa de que acusarlo, como sucederá en otras oportunidades. La mirada de ellos es sobre Jesús, con ojos que buscan la paja ajena y no viendo la viga que ellos tienen. Pero la mirada del Señor es a los invitados, una mirada humilde, contraria a la mirada orgullosa del corazón de los fariseos. Jesús dejará dos parábolas una a los invitados y otra al que lo invito, al dueño de casa, el principal fariseo. Por eso se dice: “a los invitados les dijo esta parábola….después dijo al que lo había invitado”

En la vida también nosotros somos invitados, llamados por Dios al banquete del Reino que El tiene preparado, imagen de la eucaristía,  y como dueño o Señor de la Casa, que es la Iglesia, espera a los importantes, para que sean humildes, y a los pobres, lisiados, paralíticos y ciegos para que sean importantes. Porque el se eleva será humillado y el que se humilla será elevado.

Decía el Papa San Juan Pablo II:

El hombre es un “invitado” por Dios. No sólo ha sido llamado a la existencia como todas las demás criaturas del mundo visible, sino que desde el primer momento de su existencia y para todo el tiempo de su vida terrena, ha sido invitado; invitado a un “banquete”, o sea, a la intimidad y comunión con el mismo Dios, más allá del ámbito de esta existencia terrena.

 Una nueva lógica 

La retribución que promete Jesús, es como una bienaventuranza: Feliz de Ti, dichoso, porque no tienen como retribuirte, pero yo te recompensare en la resurrección de los justos. El Señor es, como se dice, un buen pagador de las acciones, que con rectitud de intención se hacen por los más pobres, aunque ellos no puedan nunca devolverlas.

Estas buenas obras de misericordia, también hoy se realizan. La Iglesia, a través de Caritas, como de otras personas e Instituciones Eclesiales, tiene abiertos comedores, hogares, copas de leche, refugios, y otras iniciativas, en distintos lugares del país, para acoger, a los no invitados, en la gran mesa de la patria. Pero primero tienen abierto las puertas del corazón para invitar y buscar a los más necesitados. Si todo esto se realiza con amor de Dios y por amor a Dios y a los hermanos, aunque no sea noticia, es importante para Dios, y el que posiblemente no era considerado por el mundo o la sociedad, como si fuera el último, seguramente pasara a ser el primero el reino, por su servicio, por su desinterés, por su entrega. Estos si que son los primeros. Los últimos en la lógica de Dios, son los soberbios, los engreídos, y los altaneros.

La base de la humildad

La humildad, dice el diccionario de la Real Academia; es la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades, y en obrar de acuerdo con este conocimiento. El que camina en la humildad es la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y faltas, y actúa sin orgullo. Tiene el verdadero humus de la tierra, de donde deriva la palabra humildad, esa sustancia fecunda en productos orgánicos, y fértil para acoger la buena semilla y germinarla. Desde este don, que hay que pedir a Dios, y tarea cotidiana de todos, esta la base, donde se edifica la vida de las personas. Si no somos humus, seremos barro del pecado, o tierra dura, de la incredulidad

Dice la primera lectura del libro del Eclesiástico: “Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor de Dios” Y nos ayuda también a reflexionar la segunda lectura: “Ustedes se han acercado a Dios, que es el Juez del Universo… a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza”. La humildad, nos ubica en el mundo y en el tiempo, ante Dios, como creaturas, niños, hijos, dependientes de las manos de Dios y ante los demás, como hermanos. El, que siendo grande se hizo pequeño, El, que siendo rico, se hizo pobre, y El, que siendo fuerte se hizo débil, nos dejo por su vida, este himno a la humildad. Nosotros por creernos como dioses, únicos, y ególatras, caemos de la altura de la soberbia, como nuestros primeros padres de la humanidad, al suelo de la verdad, para caminar luego, en el arrepentimiento y la humildad. Para finalizar, San Josemaría Escrivá de Balaguer tiene un texto, que es todo un examen de conciencia sobre, la falta de humildad, que es caminar en verdad, como diría Santa Teresa de Jesús. Dice en Surco 263

Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad:
-pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás;
-querer salirte siempre con la tuya;
-disputar sin razón o -cuando la tienes- insistir con tozudez y de mala manera;
-dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad;
-despreciar el punto de vista de los demás;
-no mirar todos tus dones y cualidades como prestados;
-no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees;
-citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones;
-hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan;
-excusarte cuando se te reprende;
-encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene;
-oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti;
-dolerte de que otros sean más estimados que tú;
-negarte a desempeñar oficios inferiores;
-buscar o desear singularizarte;
-insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional…;y avergonzarte porque careces de ciertos bienes.

Oración: Jesús, manso y humilde de corazón, dame un corazón semejante el tuyo. Amen

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario