Domingo 5° de Cuaresma. Ciclo A. Domingo 29 de Marzo de 2020. Extraido

Domingo 5º de Cuaresma. Ciclo A. domingo 10 de Abril de 2011

Ez  37, 12-14        “Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán”

Rom  8, 8-11        “El que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales”

Jn  11, 1-45          “Yo soy la Resurrección y la Vida”

Evangelio

Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: Señor, el que tú amas, está enfermo. Al oír esto, Jesús dijo: Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: Volvamos a Judea. Los discípulos le dijeron: Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver allá? Jesús les respondió: ¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él. Después agregó: Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo. Sus discípulos le dijeron: Señor, si duerme, se curará. Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. Entonces les dijo abiertamente: Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo. Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: Vayamos también nosotros a morir con él. Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dio a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le respondió: Sé que resucitará en la resurrección del último día. Jesús le dijo: Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto? Ella le respondió: Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo. Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: El Maestro está aquí y te llama. Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó adonde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: ¿Dónde lo pusieron? Le respondieron: Ven, Señor, y lo verás. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: ¡Cómo lo amaba! Pero algunos decían: Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera? Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: Quiten la piedra. Marta, la hermana del difunto, le respondió: Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero le he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado. Después de decir esto, gritó con voz fuerte: ¡Lázaro, ven afuera! El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario.  Jesús les dijo: Desátenlo para que pueda caminar. Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.

Comentario

La resurrección de Lázaro

            El evangelio de este domingo presenta el extenso y maravilloso relato de la resurrección de Lázaro, nombre derivado de Eleazar. Hay otro Lázaro en los evangelios. Es el mendigo pobre de la parábola, que pedía limosna a la puerta del rico epulón. Jesús tenía un afecto especial sobre el, y sus hermanos. Era realmente un verdadero amigo. Los judíos dirán: “¡Como lo amaba!” El Señor no estaba presente en la enfermedad y muerte de Lázaro, pero se lo anuncia proféticamente a sus discípulos: “Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí” El amor que sentía Jesús por su amigo, lo lleva a atravesar las dificultades de Judea, donde los judíos querían apedrearlo, hasta llegar al pueblo de Betania, ubicado a tres kilómetros de Jerusalén. Marta le sale al encuentro, reprochándole su ausencia. Jesús le anuncia antes de realizar el milagro, o el signo como lo llama San Juan, que El es la resurrección y la vida, y que esta vida no hay que esperarla solo al final de los tiempos, como creía Marta, sino que se hace presente ahora. Dice el texto: “El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”

Al llegar al lugar, Jesús conmovido y turbado, lloró. La humanidad del Señor se expresa en estos sentimientos hacia su gran amigo. Este llanto del Señor se puede extender hacia el misterio de la muerte, que entro como consecuencia del pecado en el mundo, y que el vino a rescatar con su vida y hacia la muerte espiritual del alma, que vino a salvar con su resurrección.

La muerte de Lázaro era real, hacia cuatro días que estaba sepultado y olía mal. Jesús en su oración invoca a su Padre, y realiza el milagro de resucitarlo con la fuerza y el amor de su palabra: “Lázaro, ven afuera” En ese momento se levanta con las vendas y el sudario, que era el modo típico que tenían los judíos de enterrar a los muertos, y muchos creyeron en El.

Este admirable signo de Jesús, anticipa su pronto misterio pascual, la muerte y resurrección del Señor. Pero El dejará las vendas y el sudario en el sepulcro para no morir más. Lázaro salió con toda la mortaja, anunciando su propia muerte. Por eso se dice que es el hombre que murió dos veces. Así también ocurrió con las otras dos resurrecciones que traen los evangelios, la del hijo de la viuda de Naím (Lc 7,11) y la hija de Jairo (Mt 9,18)

La resurrección hoy

Lázaro hoy es San Lázaro para la tradición de la Iglesia. Esta famosa e impactante resurrección es un anticipo de la resurrección del mismo Jesús. De alguna manera lo sucedido en Betania, tiene rasgos comunes con la pascua del Señor y con la liturgia que vivirá la Iglesia en la Semana Santa. Jesús morirá en las afueras de Jerusalén, será puesto en un sepulcro, la piedra estará corrida, se verán las vendas y el sudario, pasarán tres días, hasta su resurrección. La Iglesia también realizará este viaje espiritual como lo hizo el Señor, se conmoverá por los acontecimientos, podrán brotar lágrimas, como Jesús, y muchos seguramente volverán a creer en El.

En el la humanidad hay un germen divino de vida, ansías de seguir existiendo,  como los vemos en las reanimaciones o resucitaciones de personas en estado de shock que realizan los profesionales médicos. Este deseo de inmortalidad, tiene su primera interrupción ante el misterio de la muerte, la separación del alma del cuerpo, que esperará la promesa de Jesús, en la resurrección de los muertos como reza el Credo. El alma tendrá su destino, por las obras de esta vida, en el cielo, el infierno o el purgatorio.

Pero no solo confesamos la resurrección de los muertos, sino también creemos en la resurrección de los vivos, la resurrección corporal y la resurrección espiritual o del corazón. Hoy también el Señor puede resucitar los muertos por el pecado por la fuerza de su gracia y de los sacramentos, como sucede en el bautismo y en la reconciliación. La primera lectura habla de otra resurrección, la resurrección de un pueblo, sumergido en la desesperanza. El profeta Ezequiel anuncia la apertura de las tumbas y el comienzo de una nueva vida: “Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel” Pero somos concientes que a veces necesitamos la resurrección del animo, o psicológica, que con una palabra, un gesto, una suplica, un consejo, de un amigo o hermano, nos haga volver a recuperar el horizonte de la vida. Cada uno tiene también el poder espiritual de ayudar a otro a resucitar, como otros lo tiene también para destruir y matar. Dice le Padre Rainero Cantalamessa, que una de las obras de misericordia materiales, como es enterrar a los muertos, se puede convertir hoy en resucitar a los muertos espirituales.

En el lenguaje cotidiano a veces se habla que un club, una institución, una comunidad, una parroquia, esta muerta, en el sentido que no hay vida, no hay dinamismo, no hay proyectos, parece como todo estancado. Es la hora de volver a escuchar el grito fuerte del Señor: “Ven afuera”, resucita, resurge. Como dirá San Pablo, en la lectura: “Si Cristo vive en ustedes, el espíritu vive a causa de la justicia”

            Señor, ayúdame a quitarme las vendas y el sudario que me atan a la muerte de los propósitos, ayúdame a quitar la piedra del desánimo, ayúdame a resucitar del pecado y salir afuera contigo. Amen

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario