Domingo 28°. Tiempo durante el año. Ciclo C. Domingo 9 de Octubre de 2022

Domingo XXVIII. Tiempo Ordinario. Ciclo C. Domingo 9 de octubre de 2022

2 R 5, 10. 14-17:                         Ve a bañarte siete veces en el Jordán
2 Tm. 2, 8-13:                             Si somos constantes, reinaremos con El
Lc 17, 11-19:                              ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?

Evangelio

Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros. Al verlos, Jesús les dijo: Vayan a presentarse a los sacerdotes. Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: ¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿Dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero? Y agregó: Levántate y vete, tu fe te ha salvado

Comentario

La gran oportunidad

          El texto de este domingo, presenta la curación milagrosa de los diez leprosos. En el evangelio de San Lucas, el camino que hace Jesús a Jerusalén tiene un sentido teológico, ya que se acerca a cumplir el misterio Pascual, su pasión, muerte y resurrección. En ese trayecto, le salieron a su encuentro los diez y se detuvieron a distancia, ya que por el peligro del contagio no podían acercarse a la gente. Ellos vivían en lugares apartados, cuevas, desiertos, o cementerios, en condiciones indignas, y estaban aguardando solo la muerte. Esta era su penosa realidad.

Seguramente, conocían la fama del Señor, habían oído hablar de El, de sus milagros y de sus enseñanzas. Por eso, aprovechan la oportunidad de sus vidas. Es Cristo, el que pasa, y no puede irse sin escuchar los gritos de su petición. Ten compasión de nosotros. Esa súplica confiada, expresaba algo fundamental de sus corazones. La gente no tenía compasión de ellos, de su situación, de su estado, de su indigencia y de su misma lepra. Por eso, se la piden al Señor. No le dicen directamente que los cure de su lepra, pero se lo insinúan. Al verlos así la mirada del Jesús, se llena de misericordia, y les dice simplemente que vayan a presentarse a los sacerdotes, que eran aquellos que comprobaban o certificaban su curación, para poder admitirlos a la comunidad y al culto. ¡Qué fe la de estos leprosos! Jesús no le dice, como en otras ocasiones, que ya están curados, sino que ellos obedecen prontamente y se dirigen a los sacerdotes de Jerusalén. Recién en  el camino, descubren que están purificados, palabra clave en este relato, ya que los leprosos, eran considerados impuros, y por lo tanto marginados del pueblo y paganos.

La gratitud del Samaritano

La lepra, palabra que en su etimología significa llaga, era una enfermedad terrible e incurable, una afección cutánea que veían como un castigo divino y como un signo del pecado. Solo uno de los diez leprosos, es el que regresa al Señor. Jesús se muestra como el purísimo, el autentico sacerdote y el que obró, como medico divino, el milagro. Y fue un extranjero, un samaritano, pueblo enemistado históricamente con los judíos de ese tiempo. Por lo tanto este leproso, tenía dos impurezas, la propia por su lepra, y la de su pueblo, por ser samaritano.

Esta es la sorpresa del texto, como ocurrió también con la parábola del buen samaritano, ese hombre que se compadeció y curo al golpeado por los ladrones. Este samaritano, cambia su dolor en alegría, su suplica en alabanza, su gratitud en adoración, al postrarse a los pies del Señor. Dice el texto, que se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias.

            Los demás se quedaron con la orden del Señor, pero no volvieron a agradecer a aquel que los curó, posiblemente apurados por llegar, y olvidados del milagro. Por eso el reproche del Señor, ¿Dónde están los otro nueve? Solo este extranjero vino a agradecer. El Señor reconoce su fe: tu fe te ha salvado. Todos fueron purificados, pero uno solo fue salvado, porque reconoció al Salvador, se encontró con Él, y abrazó la salvación su salvación. Por eso dice el dicho popular, «somos prontos para pedir y tardos para agradecer». Algo similar ocurre en la primera lectura, donde Naamán el Sirio, enfermo también de lepra, es curado sumergiéndose siete veces en el rio Jordán, y agradece al profeta el haber descubierto al verdadero Dios: Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Tenemos sobrados motivos para agradecer al Señor, tantos beneficios, tantas bendiciones, desde el don de la vida, hasta las maravillas de la creación, del cuerpo, de la familia, del trabajo y otros  favores recibidos y ocurridos a lo largo de la vida. Todo esto lo ofrecemos en la misa, en la celebración eucarística, que significa justamente acción de gracias. Unas de las dimensiones de la oración es el agradecimiento. Dice el Catecismo en el Nº 2637: «Todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias»

Los nuevos leprosos

Considerando el milagro de la curación de los diez leprosos, como signo de los nuevos tiempos Mesiánicos que inaugura el Señor, y sello de su divinidad, podemos reflexionar que hoy también existentes hombres y mujeres con otras lepras o enfermedades, que aíslan de la comunidad. Por ejemplo los que sufren el flagelo del Sida, o aquellos que viven en establecimientos terapéuticos de recuperación contra la adición a las drogas. Es motivo de gratitud que puedan encontrar un espacio de acogida y caridad donde reponerse y curarse. El famoso Santo, padre Damián de Veuster, sacerdote belga, que trabajo pastoralmente en la isla de Molokai, Hawái, Estados Unidos, donde atendió hasta contagiarse, a sus hermanos leprosos, hoy su Santo Patrono, es un testimonio fuerte de caridad, y de entrega incondicional al prójimo, como tantos otros a lo largo de la historia de la Iglesia.

No solo podemos considerar a los que padecen enfermedades endémicas, sino también a los que están excluidos y marginados de la sociedad, y viven en situaciones lamentables de miseria y promiscuidad. Ellos también están esperando la atención y preocupación del Estado y la compasión efectiva de la Iglesia, que desde el evangelio quieres llevarle un mensaje de esperanza para sus vidas. Lo que vivían los leprosos, con todos su consecuencias, lo viven espiritualmente los que están en pecado, porque están también alejados de Dios, apartados de los hermanos, y cerrados al culto. Falta que escuchen nuevamente al Señor, que les dice: preséntense a los sacerdotes. Esto es la fe. Escuchar, elegir y responder a Dios que llama,  invita, urge, para ser purificados, en el sacramento de la penitencia o confesión, por el ministerio de los sacerdotes, que con la absolución de los pecados nos insertan nuevamente en la comunión eclesial y en la comunión eucarística

Un testimonio

El Hospital Nacional Dr. Baldomero Sommer, es el único leprosorio de Argentina, y está ubicado a la altura de la Ruta Provincial Nº 24, en la localidad de General Rodríguez. Tiene la particularidad de albergar a 300 enfermos y a los 3000 familiares de los pacientes. A su vez sostiene un jardín de infantes, una Escuela Nivel de Educación Básica (EGB) y una Escuela Polimodal donde se capacitan aproximadamente 400 alumnos. El espacio perteneciente al hospital ocupa aproximadamente treinta manzanas convirtiéndose en una especie de pueblo que tiene bares, confiterías e incluso cárcel propia. En 1930, por iniciativa de un grupo de damas católicas, el entonces presidente de la Nación, Agustín P. Justo, promulga el decreto que aprueba la adquisición del predio destinado a la instalación de un asilo colonia de dermatosos, el cual fue finalmente inaugurado en 1941, año en que empiezan a ingresar los enfermos. Hoy lleva el nombre del Dr. Baldomero Sommer (fundador de la Sociedad Dermatológica Argentina)  En sus comienzos, se creía que la lepra era contagiosa, por lo que todo el predio estaba lleno de fuertes medidas de seguridad. Recién en 1975 se descubrió que no lo era. En el lugar no se usa la palabra Lepra por que tiene una carga social tan grande, que la consideran ofensiva. Es esta la razón por la cual, dentro del predio, a este mal se lo llama Hansen, nombre del médico que descubrió el bacilo que produce la enfermedad.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario