Domingo 2° del Tiempo durante el año. Ciclo C. Domingo 16 de Enero de 2022

Domingo 2º del Tiempo durante del Año. Ciclo C. Domingo 16 de enero de 2022

1º L.     Is 62, 1-5;               «Porque el Señor pone en ti su deleite y tu tierra tendrá esposo»

2º L.     1 Cor 12, 4-11;       «El Espíritu distribuye sus dones a cada uno como El quiere»

Ev:     Jn 2, 1-12                 «Este fue el primer signo de Jesús y lo hizo en Caná de Galilea»

Evangelio

2, 1 Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. 2 Jesús también fue invitado con sus discípulos. 3 Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». 4 Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». 5 Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga». 6 Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. 7 Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde. 8 «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron. 9 El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo 10 y le dijo: «Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento». 11 Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. 12 Después de esto, descendió a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí unos pocos días.

Comentario

El primer signo de Jesús

En este domingo, donde se inauguró el nuevo tiempo durante el año o llamado tiempo común u ordinario, cerrando el ciclo de navidad, con la festividad del bautismo de Jesús, celebrada el domingo anterior, la liturgia nos presenta el conocido relato de las bodas de Caná, y el primer signo, como lo llama San Juan, o milagro realizado por el Señor.

En estas bodas hebreas, donde se preparaban con gran esmero y con días de anticipación, el novio iba con sus amigos, como era costumbre a buscar a su novia, que estaba aguardando en su casa, junto con sus amigas y con velas encendidas, para que luego todo el cortejo fuera a la casa del esposo a festejar el casamiento.

Entre los invitados, seguramente amigos de los esposos, estaba la Virgen María, y también fue invitado Jesús, con algunos de sus discípulos, que el mismo había llamado. Había iniciado ya el Señor, su ministerio público.

Las bodas de Caná, es una nueva epifanía o manifestación, como lo fue la de los reyes magos y el bautismo del Señor. Aparece esta palabra en el texto: Así manifestó su gloria, es decir se dio a conocer por un signo, para llevar a la fe a sus discípulos. Podemos decir que toda epifanía concluye en el llamado a la fe.

Este es un milagro muy especial. La razón es que no lo piden los esposos, sino que a instancia de la Virgen María, ella presenta, mas que pide, la situación a Jesús, y de algún modo adelante la hora, no de su muerte, sino de su poder, para realizar este signo.

No tienen vino dice la Madre de Jesús. El vino era usado de forma muy esporádica, ya que no era común beberlo entre la gente, salvo en casos especiales. Hubiera sido una pena y una tristeza, para los novios que se enteraran de este imprevisto. Pero la Virgen esta en los detalles, como Madre y Mediadora, intercede por los jóvenes esposos para que el Señor Jesús, salvara  esta situación de la fiesta y casi sin enterarse los invitados. Y el Evangelio registra las últimas palabras de María: Hagan lo que El les diga

Las tinajas vacías

El texto dice, que había allí unas tinajas de agua, para la purificación, que se usaban para cuando iban llegando los comensales, para el lavado de las manos. Seguramente había mucha gente, y quedaron vacías. El Señor va a pedir a los servidores que la vuelvan a llenar y para sorpresa de ellos, el agua se convertirá en el mejor vino.

La abundancia del milagro, seis tinajas de cien litros cada uno, seiscientos litros de vino, anticipa el signo de los tiempos mesiánicos, y las nuevas bodas del cordero con su Iglesia. Pero también nos puede hablar del amor. A veces en la vida de los esposos y también en otros ámbitos, por la misma rutina del tiempo o los descuidos involuntarios que se acumulan, el amor parece que se va secando. Acudir al Señor para que llene esas tinajas de nuestros corazones con el agua de su misericordia y realice el milagro de transformarlo en el vino de la esperanza y de la alegría. Esto me hace recordar al signo o emblema del movimiento evangelio de Caná, conocido como el MEC, que fundara el querido Padre Héctor García, de feliz memoria, donde aparecen dos tinajas como símbolo del amor que los esposos tienen que construir diariamente.

El gran invitado

Se acostumbra en los casamientos acercar invitaciones a los familiares y amigos por el acontecimiento de las bodas. Y este es uno de los sentidos de celebrar el amor conyugal realmente. Invitar a Jesús al casamiento. El tiene la tarjeta especial. Y El sellara con su gracia, el amor de los jóvenes novios, con su sacramento, para que permanezca también en el hogar, junto con la Virgen María y la presencia de los apóstoles que simbolizan la Iglesia, que quiere acompañar y sostener, como comunidad, la vida y el desafío del matrimonio y la familia.

La realidad actual, y las estadísticas lo confirman es que son pocos los novios que se acercan a celebrar el sacramento nupcial en la Iglesia. Gran parte de ellos conviven antes, como una mentalidad cultural asumida y otros han rotos su matrimonio tempranamente.

Esto no es para desalentar. Al contrario, es para motivar en los cursos prematrimoniales, la oportunidad del anuncio kerigmático del Señor, transmitir con la vida y la palabra la buena noticia del amor de Dios, que quiere consagrar la vocación al matrimonio, transformando esos corazones, a veces duros, vacíos, y secos de Dios, en tinajas de agua fresca y vino rebosante de alegría divina. Es la mejor y única manera de celebrar la fiesta del matrimonio, que no pasa por lo exterior, vestido, música, anillos, invitados, fotos, etc., y a veces es solo eso, sino por lo interior por el corazón, por la intención, por la fe, por la esperanza, por la gracia.

Estamos llamados a realizar una fuerte cruzada por re evangelizar el matrimonio y la familia nuevamente, junto con los esfuerzos que se vienen ya realizando.

No se puede aguar el evangelio con falsas propuestas que endulcen los oídos de los novios y esposos. Sino con claridad, con caridad y con pedagogía, presentar los elementos básicos, doctrinales y espirituales del matrimonio y la familia, sembrando la semilla de Dios en los corazones. Cada uno recibirá de acuerdo a su tierra. Pero no podemos silenciar para los novios y otros, que el estar juntados no es el camino correcto, no solo por el estado de pecado, sino por todo lo que Dios quiere regalarles si abren el corazón, que es posible vivir, con la gracia de Dios y esfuerzo mutuo la planificación familiar, sin necesidad de recurrir a los métodos anticonceptivos, que las dificultades del matrimonio se pueden resolver en su gran mayoría, con un poco de paciencia, de asesoramiento, de perdón y de oración.

Recemos por las familias, recemos por los jóvenes que se están preparando desde el noviazgo a celebrar cristianamente su próximo matrimonio, recemos por las parejas en crisis, por los separados, por los viudos y por todas las realidades familiares que necesitan del agua y del vino de Dios. Podemos preguntarnos que rescatamos del evangelio de este domingo y de este sencillo comentario para compartirlo con otros o llevarlo a la oración

Dios los bendiga

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario