Evangelio: Domingo 10º Ciclo C. domingo 9 de junio de 2013. Mes del Sagrado Corazón de Jesús
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naim, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate». El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo». El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región.
Comentario del Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rorario
En el evangelio de este domingo, Jesús al llegar a la ciudad de Naim, acompañado por la procesión de los discípulos y la multitud, se encuentra con otra procesión, en sentido contrario, el entierro del hijo único de una mujer viuda, acompañados por mucha gente del lugar.
En este mes de junio, mes del Sagrado Corazón, máxima expresión humana del amor divino, el Señor manifiesta su amor misericordioso y su amor sufriente con los protagonistas de este evangelio
Jesús se encuentra con tres realidades: la muerte del joven, el sufrimiento de la madre y el dolor del pueblo. Vamos a meditar en estos tres puntos y como el Señor transformará la situación.
La muerte del joven: Hoy también son muchos los jóvenes que mueren, por distintos motivos, enfermedades, accidentes, robos, venganzas, drogas, sida, y tantas otras cosas. La muerte es un dolor para Jesús, pero mucho más cuando es un joven. La muerte es un dolor para la familia.
El sufrimiento de la madre: Las madres tienen un corazón muy grande, y quedan marcadas por la muerte de un hijo, más que por otra muerte. En este caso el dolor es tres veces más intenso: por la muerte de su hijo, porque ser su hijo único, y por su viudez.
El dolor del pueblo: Seguramente era un joven muy querido por la gente de Naim. Acompañan al difunto y a la viuda, con mucha congoja y pena, llevándolo envuelto sobre una especie de camilla, hacia el cementerio, que estaba en las afueras del poblado como era costumbre entre los judíos. La presencia de la gente demuestra su dolor.
Jesús tiene poder sobre la muerte y el sufrimiento, y va a cambiar la situación de estas tres realidades. Con el joven resucitándolo; Joven, yo te lo ordeno, levántate. Con la madre, calmando su llanto y devolviendo vivo a su hijo. Con el pueblo, recuperando su alabanza y reconociendo en Jesús a un gran profeta y a Dios que ha visitado a su pueblo.
La procesión de la Vida y la procesión de la muerte, se encontraron y triunfo la Vida y la Resurrección.
El cortejo del joven, la madre y el pueblo anticipara otro cortejo, la sepultura de Jesús. Estará solo la Virgen María, viuda de San José, acompañando a su hijo único, muerto en la cruz, pero con un dolor esperanzador, creyendo en su resurrección, pero en esos momentos no habrá tanta gente, serán solo algunas mujeres, Nicodemo, José de Arimatea, y el apóstol San Juan.
El Corazón de Jesús se muestra sensible ante el dolor humano, no pasa de largo, se detiene y se compadece de la gente y anticipando su propia resurrección, da vida al joven muerto, sin que se lo pidan. Hoy Jesús vuelve a repetirnos a todos, especialmente a los jóvenes: Joven, yo te lo ordeno, levántate, de tu egoísmo, de tu pereza, de tus muertes. Escucha la voz de Jesús y hazle caso, que resucitaras de nuevo de tus desánimos y de tus pecados. Confiésate para resucitar.
El Corazón de Jesús nos invita a estar presente en los momentos del dolor de nuestros hermanos, y no pasar de largo, visitar, sostener, consolar, acompañar, rezar, estar, con los que sufren para aliviar su pena y transfórmalos en ofrecimiento y esperanza. Sagrado Corazón de Jesús, en vos confió.