Solemnidad de la Epifanía del Señor. C. P. Luis

Solemnidad de la Epifanía del Señor. Domingo 6 de Enero de 2013. Ciclo C

 

Is 60, 1-6                               “Todos ellos vendrán desde Sabá, trayendo oro, e incienso

Salmo 71                              “Pueblos de la Tierra, alaben al Señor”

Ef 3, 2-6                                “También los pagano participan de una misma herencia”

Mt 2, 1-12                             “Hemos venido a adorarlo”

 

Evangelio

 

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: « ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo.»

Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:

«Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel».»

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje.»

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino

 

Comentario

 

La fiesta de la niñez

 

“Llegaron ya los reyes y eran tres, Melchor, Gaspar y el Negro Baltasar, arropa y miel le llevaran y un poncho blanco de alpaca real…al niño Dios muy bien lo agradeció tomo la miel y el poncho lo abrigo y fue después que sonrió y a medianoche el solo relumbro”

 

Así se expresa el hermosísimo texto y canción de los Tres Reyes Magos, del disco “la Navidad nuestra”, del año 1964, compuesta por Ariel Ramírez con letra de Félix Luna, en estilo Takirari, que en versión gauchesca, llevan arropa, miel y un poncho blanco, dulces y un abrigo para el frío.

 

Esta fiesta de los niños y de la niñez del corazón, nos llena de recuerdos y de ilusiones, donde los chicos reciben regalos, como lo recibió el niño Jesús, de parte de los tres Reyes Magos.

 

El relato que solo trae San Mateo, presenta a unos magos de oriente, que como comenta el Papa Benedicto XVI, en el libro la Infancia de Jesús, eran sabios, en búsqueda de la verdad, del Dios verdadero y del sentido de la vida. Guiados por una estrella exterior del firmamento, pero también por una luz interior divina, se movilizan hacia Jerusalén.

 

Al llegar ellos dan la noticia del nacimiento del niño Jesús, el Rey de los Judíos, porque vieron su estrella en Oriente. San Mateo enseña en su evangelio, que Jesús es el Mesías, un rey a la manera de un nuevo y más grande David, en el que se han cumplido la profecía: la estrella que anuncia su nacimiento (Nm 24, 17; “Una estrella se alza desde Jacob, un cetro surge de Israel”)

 

Herodes, al enterarse, queda desconcertado y llama a los sumos Sacerdotes y a los escribas, conocedores e intérpretes de la Escritura, y recuerdan que es en Belén de Judá, donde tiene que nacer, como dijo el profeta Miqueas. La primera lectura de Isaías, anunciaba, que las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora, de modo que ya estaba escrito siglos antes, el misterio del nacimiento del Mesías, Rey, Jefe y pastor de su pueblo.

La falsedad de Herodes, que habla de ir a rendirle homenaje al nuevo Rey recién nacido, confirma la crueldad con que asesino a los niños inocentes, al verse engañado por los Sabios de Oriente, como también lo había hecho, con cualquiera que intentara  usurparle el trono real. Tanto Herodes como las autoridades Judías, se quedan en su frialdad y su conocimiento, pero no va a adorar al niño.

 

Al llegar los Reyes, guiados por la estrella, a la casa del niño, ya que no estaban en la gruta de Belén, se postran delante de El, y le ofrecen los dones de sus cofres, oro, como rey, incienso, como Dios y mirra como hombre. Avisados en sueños, regresan por otro camino, pero no a Jerusalén.

 

El testimonio de los Reyes Magos

 

Se ha dicho de este relato, en forma sintética, referentes a los personajes históricos que presenta el Evangelio de San Mateo, que Jesús, atrae, los reyes caminan y las autoridades se quedan. Y así sucedió.  En esta reflexión espiritual, meditamos solo el testimonio de los reyes, que representan a todos lo pueblos, a los pueblos paganos o gentiles como dice San Pablo en la segunda lectura;

 

“Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio”

 

Todos son atraídos por el niño Jesús, que trae la salvación para la humanidad. Las tres actitudes de los reyes magos son ejemplares: la peregrinación, la adoración y la donación.

 

La peregrinación: Con mucho esfuerzo, venciendo el cansancio, y las comodidades, emprenden esta peregrinación de la fe, movidos por una gracia especial, que los lleva al encuentro de ese rey que ha nacido y que se ha manifestado en esa luminosa estrella. Que nosotros también vayamos al encuentro del Señor en la oración, en la Misa, en la reconciliación, con esa actitud de alegría y de búsqueda. San Buenaventura hace una hermosa comparación sobre la luz de esta estrella:

 

“Tres estrellas debemos descubrir; una estrella externa, que es el Evangelio, una estrella superior, que es la Virgen Madre, y una estrella interior, que es la gracia del Espíritu. Con la luz de estas tres estrellas hemos de llegar hasta Cristo para ofrecerle nuestros dones y nuestra vida” (Epifanía; Obras. Vol. II; Pág. 404)

 

La adoración: fue la actitud que tuvieron los sabios de oriente. Dice el texto: “Hemos venido a adorarlo; postrándose le rindieron homenaje”. Dice el Padre Romano Guardini, el gran teólogo Italo Alemán, que “el mundo esta enfermo porque no adora”. Que gran verdad. En nuestros altares, las flores y las velas adoran al Señor hasta consumirse. Pero también adornan. Cuando esta presente la adoración del placer, del tener, del poder, de las cosas, de las personas, y tantas otras adoraciones, se está enfermo espiritualmente. La adoración a Dios, en la Eucaristía, en el Culto, libera de estas falsas adoraciones y nos sana

 

La donación: le ofrecieron oro, incienso, y mirra. Las plantas aromáticas que producen el incienso (Boswellia) y la mirra (Commiphora myrrha) no existen en Palestina, pero si en Arabia y en algunas zonas de África, son dones que esconden otro sentido. El oro, representa la limosna, el obsequio del dinero al Señor, con generosidad, sea para la Iglesia, la liturgia, los pobres o la evangelización. El incienso, que al quemarse se eleva al cielo, representa la oración del Pueblo de Dios y de cada cristiano, que cada día quema en el altar de su corazón como ofrenda agradable al Señor, su súplica y su plegaria. La mirra, con su agradable aroma, simboliza las buenas obras en favor del Señor y los hermanos, como don precioso de la entrega.

 

Los reyes, como dice el himno de la liturgia de las horas de Vísperas, son sorprendidos por la nueva luz, el sol de Dios

 

“Reyes que venís por ellas, no busquéis estrella ya, porque donde el Sol está no tiene luz las estrellas”

 

Siempre aparece una estrella en el camino de la vida, como una luz, como la vocación nos guía al encuentro del Señor. Nosotros también podemos ser estrella o luz para otros hermanos que están buscando al Señor. Si lo llevamos al misterio de su nacimiento, le rendirán el culto de adoración

 

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario