Domingo de Pascua de Resurrección. Domingo 4 de Abril de 2021

DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECIÓN. Ciclo B. domingo 4 de abril de 2021

Hc 10, 34a.37-43                                        “Comimos y bebimos con El, después de su resurrección”

Col 3, 1-4                                                     “Busquen los bienes del cielo, donde está Cristo”

Jn 20, 1-9                                                     “El debía resucitar de entre los muertos”

Evangelio

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Comentario

El primer día de la Semana

¡Feliz Pascua! Es el saludo tradicional en esta fiesta litúrgica que corona el camino iniciado el miércoles de ceniza. Feliz Pascua. Es el grito de la Iglesia que celebra el triunfo de Cristo, vencedor del pecado y de la muerte, para reinar vivo con su presencia en este mundo.

La Semana Santa, nos hizo revivir el misterio de su pasión y muerte, hasta entrar en la noche de la vigilia que abría las puertas de la eternidad.

Con el Cirio Pascual, el sacerdote, acompañado de los fieles, ingresó en el Templo a oscuras, mientras las llamas ganaban espacio a la oscuridad. Jesús, luz del mundo, irrumpió en la historia para resucitar, lleno de gloria y de luz el primer día de la semana, el domingo, el primer día de la creación, cuando Dios hizo la luz.

Cada domingo es también la pascua semanal. Ese día, María Magdalena, relata San Juan, fue de madrugada al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada, luego de concluido el  descanso sabático para visitar la tumba. Su amor al Señor la hace ir temprano, y estar sin demora junto a su cuerpo. María Magdalena, al ver la inmensa piedra corrida y el sepulcro vacío, se asusto, y corrió a avisar a los apóstoles, pensando que habían robado el cuerpo de Jesús. Ella, como los demás apóstoles, no había comprendido el anuncio que hizo el Señor de su resurrección al tercer día.

En ese mismo momento, San Juan y San Pedro, se dirigen urgente al sepulcro, ante tamaña noticia para ver lo sucedido, como le puede pasar a cualquiera de nosotros, que correría de inmediato ante una necesidad imperiosa.

Por ser más joven, San Juan, que se autodenomina el otro discípulo, o el discípulo amado, corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Se asomó al sepulcro y vio las vendas en el suelo pero no entró, por respeto a la autoridad del otro apóstol y esperando que llegara. El también vio las vendas y el sudario, que envolvía la cabeza del Señor, enrollado en un lugar aparte. San Juan entro nuevamente, y dice el texto; vio y creyó. Es decir, vio las vendas y el sudario, pero creyó en ese momento que el Señor estaba resucitado. Por lo tanto no se trataba de un robo, como suponía María Magdalena, pues vieron que los lienzos estaban puestos de un modo especial.

Dice el comentario de la Universidad de Navarra, sobre este texto lo siguiente:

“El sepulcro vacío y los demás datos que lo acompañan son señales perceptibles por los sentidos; la resurrección, en cambio, aunque pueda tener efectos comprobables por la experiencia requiere la fe para ser aceptada. La Resurrección de Cristo en un hecho real e histórico, nueva unión del cuerpo y del alma de Jesús. Pero, siendo una Resurrección gloriosa, no como la de Lázaro, que está muy por encima de lo que podemos apreciar en esta vida, y supera, por tanto, los limites de la experiencia sensible, se requiere una ayuda especial de Dios, el don de la fe, para conocer y aceptar con certeza este hecho que, al mismo tiempo que es histórico, es sobrenatural. Por tanto, puede decirse con Santo Tomás de Aquino, que “cada uno de los argumentos de por sí no bastaría para demostrar la Resurrección, pero, tomados en conjunto, la manifiestan suficientemente; sobre todo por el testimonio de la Sagrada Escritura, el anuncio de los Ángeles y la palabra de Cristo, confirmada con milagros” (S.T. III, q. 55, a. 6 ad 1)

El nuevo paso

Cuenta el Padre Carlos Acosta, en su revista Espiga, de la localidad de Las Rosas:

Que en la escuela se  enseñaba sobre el paso de los Andes del General San Martín, y las dificultades que vivió para llevarles la libertad a los países de América del Sur. Con nuestra imaginación de niños nos sorprendíamos de tal proeza y nos decía la maestra, por colosal emprendimiento en pos de la independencia de los pueblos americanos, que Don José de San Martín pasó a la inmortalidad.

            Pero todos sabemos que los restos mortales de San Martín reposan en una urna de la Catedral de Buenos Aires. Los cristianos sabemos que nuestro Dios y Señor también realizó un paso que no solo liberó a unos pocos hombres, sino que ese paso liberó a todos los hombres, no de la tiranía u opresión de un país, sino que rompió las ataduras, la esclavitud del pecado con el que Satanás tenía sometido al hombre desde el principio cuando este desobedeció a su Creador.

            El paso, la Pascua de Jesús, no sólo libera hacia el futuro, sino desde Adán en adelante, todos los hombres justos son liberados por la entrega del Hijo único de Dios para que todo el que “crea en El tenga vida Eterna”. El paso, la Pascua de Cristo, implicó su pasión y su muerte, su entrega libre en la ignominia de la cruz, para que el hombre en el Hijo sea hijo de Dios. A partir de su donación, la muerte ya no tiene ningún poder sobre nosotros, por su muerte tenemos vida y vida en abundancia, porque el Señor venció la muerte con su Resurrección.

            La tumba de los grandes héroes de la tierra están llenas de huesos secos y cenizas, en cambio la tumba de Cristo esta vacía: “¿Donde está muerte tu victoria? ¿Done tu aguijón? Todo es luz y victoria: Cristo Resucitó

Esto es celebrar la Pascua. El poder de la resurrección, conquistó el corazón de los apóstoles y los transformó con su gracia, para ser testigos fidedignos del Señor, superando pruebas, sufrimientos, denuncias, calumnias, cruces. Así lo expresa la primera lectura:

Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.

El poder de la Resurrección está en el corazón de los discípulos, es encuentro con el resucitado, y compromiso de buscar las cosas de Dios. Dice San Pablo en la segunda lectura:

Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.

Las cosas de arriba son las cosas de Dios, invocando su auxilio y abriendo el alma a la acción de su palabra. El Cirio Pascual, nuevo y erguido en lo alto, está indicando hacia el cielo con su llama encendida, hacia arriba, donde esta la respuesta a los interrogantes del mundo actual. Así nosotros, firmes en la fe como el cirio, encendidos siempre y consumidos en el trabajo cotidiano, iluminando y dando calor humano y sobrenatural al ambiente laboral, familiar, social, eclesial

Este es del día que hizo el Señor, Alegrémonos y regocijemos en El. Aleluia, Aleluia, reza la antífona del Salmo de la Misa. Y es verdad. Es una alegría especial la de esta pascua. Aunque el cristiano esta llamado a vivir siempre alegre en el Señor, en estos días pascuales se profundiza y se reafirma.

En este tiempo Pascual que concluirá con la solemnidad de Pentecostés, la Iglesia nos invita a la alegría de la Fe, en Cristo, muerto y resucitado. El compromiso de la misión para animar y evangelizar a los que se estuvieron acercando para estas celebraciones es muy grande, pero no imposible. Ante tanto analfabetismo religioso como dijo el Papa Benedicto XVI, está la tarea de todos los días: el testimonio, la palabra, la oración y la cruz, que no faltara.

Feliz Pascua de Resurrección, Aleluia, Aleluia. Con Cristo, cada día estamos resucitando.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario