Domingo 14° Tiempo durante el Año. Ciclo A. domingo 5 de Julio de 2020

Domingo 14º durante el año. Ciclo A. domingo 5 de julio de 2020

Zac 9, 9-10                           “Mira que tu Rey viene humilde hacia ti “

Rom 8, 9. 11-1                     “Ustedes no están animados por la carne sino por el Espíritu”

Mt 11, 25-30                         “Aprendan de mí porque soy paciente y humilde de corazón”

Evangelio

Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.

Comentario

La oración del corazón

Este pasaje del evangelio de San Mateo, es una súplica de alabanza y gratitud de Jesús, a Dios su Padre, “Señor del Cielo y la Tierra”, donde los autores reconocen en ella tres partes: 1- la oración 2- la autorrevelación 3- la invitación. Nos detendremos en la oración y la invitación.

Dios se manifiesta, se da a conocer, a los humildes de corazón, a los simples y sencillos, a los pobres de espíritu como lo hizo en María, la Santísima Virgen. En ese hermosísimo cántico y oración de humildad, conocida como el Magníficat, por la primera palabra latina, María inspirada por el Espíritu, abre el corazón a su Señor: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora”

Dios ha ocultado las cosas del Reino, a los sabios de orgullo y a los prudentes mezquinos, y las ha revelado, a los pequeños, a los apóstoles, a los que ante la grandeza de Dios se sienten realmente pequeños, niños, hijos, discípulos, necesitados de las manos providentes y amorosas de su Padre del Cielo, como mendigos que reclaman el don de sus bienes.

La oración del corazón, surge de quien habla, dialoga y trata con intimidad con aquel que nos ama. Así es la pedagogía de Dios. A los soberbios, autosuficientes, engreídos, o llenos de sí mismos, no puede el Señor comunicar sus dones y gracias, porque el corazón está cerrado a la luz, a la verdad divina y no porque no pueda, sino porque el hombre no quiere, esperando que llegue el tiempo propicio.

En la historia bíblica podemos reconocer la insuficiencia de los instrumentos humanos designados por Dios para llevar adelante los designios de salvación. Abraham, un anciano, Moisés, con dificultades para hablar, David, el más pequeño de los hermanos, Isaías, que se consideraba un hombre de labios impuros, Pedro, el prepotente y el que lo negaría, Pablo, un perseguidor, y tantos otros. Elige a tres niños pequeños y analfabetos para llevar el mensaje de Fátima al mundo, a una niña pobre y sencilla, Bernardita, confiando la Virgen de Lourdes la conversión y oración por los pecadores.

La oración humilde, confiada, perseverante, y paciente abre las puertas de la gracia, despeja las nubes de los problemas, fortalece el espíritu para afrontar las dificultades de los apostolados. Con la ayuda de Dios, estamos llamados a dejarnos conducir y guiarnos por el Espíritu Santo, escucharlo, atenderlo y tratarlo. La segunda lectura de la misa lo expresa muy bien: “    Ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo”

            Esta es la oración del corazón, y el corazón de la oración: la gracia de Dios en nosotros.

Vengan a mí

La invitación de Jesús, es para todos los que están afligidos y agobiados. En nuestro mundo hay muchos hermanos que por diferentes razones y motivos están afligidos, angustiados, apesadumbrados, estresados, cansados. Jesús también nos promete que nos aliviará, nos sacará el peso del pecado, y la carga de las dificultades. Ir a Jesús, volver a Dios es ir a los lugares tradicionales de la espiritualidad cristiana donde podemos encontrar consuelo, paz, y respuesta: La oración personal, y comunitaria, especialmente la misa, los sacramentos, en particular la confesión y la eucaristía, la palabra de Dios, la ayuda de la dirección espiritual, la intercesión de la Virgen María, los Ángeles y los Santos, la lectura espiritual de un buen libro, un curso de retiro, y otros medios de conversión y ayuda.

Vengan a mí, nos dice Jesús, como una amorosa y confiada invitación. A veces esta palabra cae en el olvido y en el vacío del corazón, y se buscan otros caminos que intentan ser salvadores, como “la adivinación, el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, la consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso  médiums…la magia, la hechicería, llevar amuletos, el espiritismo. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden él” (ver Catecismo nº 2115- 2117)

Carguen sobre ustedes mi yugo”. El yugo, era un instrumento de madera al cual formando yunta se unían los bueyes. Pero el nuevo yugo que nos invita a cargar Jesús es su ley, ley de amor y misericordia,  no como la de los escribas y fariseos, que no se podía llevar por la cantidad de normas ridículas y pesadas. El yugo es como la voluntad de sumisión a Dios del discípulo. “Mi yugo es suave, y mi carga liviana”, porque el amor hace posible llevar el peso de la vida. Dice San Agustín: “Cualquiera otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas, parece que le alivias del peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás como vuela” (San Agustín, Sermón., 126).

 La virtud de la Humildad 

            “Aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón” Cuantos verbos, cuantas acciones que exige Jesús. Vengan, carguen, aprendan. La humildad de Jesús, es la cara opuesta de la soberbia del Demonio y del pecado de la humanidad, desde Adán y Eva hasta nuestros días y hasta que el Señor vuelva. La humildad, de latín humilitas, humus, tierra fértil, es la base y el sostén de la vida espiritual. Edificar sobre la arena de la soberbia, es construir sobre algo frágil, que en cualquier momento de tormenta, o viento fuerte de la vida, se cae. Edificar sobre la roca de la humildad es soportar el edificio de la vida, sobre la gracia de Jesús.

La humildad se define como: “Una virtud derivada de la templanza que nos inclina a moderar el desordenado apetito de la propia excelencia, dándonos el justo conocimiento de nuestra pequeñez y miseria principalmente delante de Dios” Entre los aspectos que podemos destacar de esta descripción, resaltamos la referencia fundamental a Dios, grande y cercano a nosotros, que nos posiciona en la verdadera ubicación de la vida, ya que sin Él, nada podemos hacer de bueno para la eternidad. Por esto los maestros espirituales proponían cuatro escalones de la humildad: 1- conocerse  2- aceptarse  3- olvidarse de sí  4- darse.

San Josemaría tiene en el libro surco un examen para medir nuestro camino de la humildad:

“Déjame que te recuerde, entre otras cosas, algunas señales evidentes de falta de humildad: 1- pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás. 2- querer salirte siempre con la tuya. 3- disputar sin razón o – cuando la tienes- insistir con tozudez y de mala manera. 4- dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad. 5- despreciar el punto de vista de los demás. 6- no mirar todos tus dones y cualidades como prestados. 7- no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees. 8- citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones. 9- hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan. 10- excusarte cuando se te reprende. 11- encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene. 12- oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti. 13- dolerte de que otros sean más estimados que tú. 14- negarte a desempeñar oficios inferiores. 15- buscar o desear singularizarte. 16- insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional. 17- Avergonzarte porque careces de ciertos bienes”. (Surco 263)

Podemos decirle a Jesús, cuando nos broten aires de soberbia. “Sagrado Corazón de Jesús en vos confió. Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario