Domingo 13°. Tiempo Ordinario. Ciclo A. Domingo 28 de junio de 2020

Domingo 13º durante el año. Ciclo A. domingo 28 de julio de 2020

2 Re 4, 8-11. 14-16 “Eliseo dijo a la mujer sunamita: El año próximo, tendrás un hijo en tus brazos“

Rom 6, 3-4. 8-11      “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, y tener una vida nueva”

Mt 10, 26-33             “El que no toma su cruz no es digno de mí. El que los recibe, me recibe a mí”

Evangelio

Dijo Jesús dijo a sus apóstoles:

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí, y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

El que los recibe a ustedes, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe a Aquél que me envió.

El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.

Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa”

Comentario

No quedará sin recompensa

El Señor sentencia de una manera gráfica y real,  que no quedará sin recompensa el que recibe a un profeta, a un apóstol, a un justo, o de a beber un vaso de agua fresca. Dios es el mejor pagador, y nada que se hace por él, sus hijos o sus ministros, escapa a su mirada, a su amor, a su compasión.

La primera lectura del libro de los reyes, es una aplicación de esta promesa del Señor. Una mujer pudiente de Sunám, acoge, recibe, da hospedaje al profeta Eliseo que pasa por esta población, considerándolo un santo hombre de Dios. Le construye una pequeña vivienda para que cuando el venga tenga donde alojarse. El profeta, le pregunta a su servidor Guejazí que se puede hacer por esta mujer tan buena, generosa y hospitalaria. El servidor le responde: Lamentablemente no tiene un hijo y su marido es viejo. Eliseo la llama y le dice: El año próximo para esta época tendrás un hijo en tus brazos. Y esta palabra del profeta se cumplirá. Dios autor de los milagros, por medio de su profeta le concederá esta gracia.

Cuantas historias se repiten a lo largo de la historia, y también en nuestro tiempo. Recuerdo que en la parroquia un joven en situación de calle pidió un jabón de tocador, seguramente para bañarse. Cuando alguien se lo dio con mucho cariño se puso a llorar, agradeciendo ese gesto. Recuerdo también una anécdota de la madre Teresa de Calcuta, ahora Santa,  donde antes de ingresar un templo a rezar se encontró con una mujer indigente que le pide alguna limosna, cosa que no tenía. Pero la hermana le besa la mano y promete tratar de ayudarla en otro momento. Al salir de la Iglesia, luego de su oración, se encuentra con esta mujer que estaba llorando. Al acercarse le pregunta que le pasaba. La pobre mujer le responde: Es la primera vez que alguien me besa la mano. Sorprendente gesto y emotiva anécdota. Un solo vaso de agua fresca no quedará sin recompensa. Cuanto podemos hacer por los demás, no porque esperemos la recompensa prometida, sino porque nos mueve o nos tendría que mover el amor al prójimo por Dios, que está ahí presente: todo lo que hagas por uno de estos pequeños me lo hacen a mí.

No dejemos también de ayudar a los sacerdotes, a las religiosas, religiosos,  consagrados: Podemos invitarlos a nuestra casa, a que bendigan el hogar, o a compartir un almuerzo, merienda o cena. Nos hacemos eco de las palabras de Jesús: el que recibe a un profeta. Recuerdo una frase que pusieron una vez en el sobre para ayudar económicamente al seminario Arquidiocesano. Decía: “Nunca será pobre un hogar generoso” del Santo Cura de Ars. Esta realidad se cumple en verdad.

No es digno de mí

Hace algunos años apareció un libro del Padre Alessandro Pronzato, titulado: Evangelios molestos. Entre tantas expresiones del Señor, esta frase del evangelio de este domingo puede sorprendernos sino lo interpretamos correctamente. No es digno de mí; el que ama a su padre, madre, hijo, hija más que a mí, y tampoco el que no toma la cruz. El Señor no está diciendo que descuidemos, abandonemos o despreciemos el auténtico amor a los padres, a la familia, el primer mandamiento de la segunda tabla de la ley, o el cuarto del decálogo. Pero si nos advierte, que no podemos ponerlo en primer lugar, ya que la prioridad la tiene el amor del mismo Jesus por nosotros, expresado en el primer mandamiento: Amaras a Dios sobre todas las cosas. El amor a la familia tan importante, puede estar absorbido en el corazón del creyente que haga descuidar las amorosas obligaciones o deberes con el Señor, sea la misa, la oración, o el plan de la vida cristiana, salvo honradas excepciones. Cuando un corazón está, tocado, entregado, ungido por el Espíritu, entiende las palabras de Jesus. Así sucede con los llamados a una vocación sacerdotal, religiosa, laical. Cuando Dios toca el corazón y lo llama a seguir de una manera más radical, puede generar incomprensión y hasta hostilidad. Pero el corazón ardiente del Señor triunfa siempre. Recuerdo que un compañero de mi curso al ingresar al Seminario, fue denunciado por su propia madre, porque se había ido sin  su consentimiento a comenzar su vocación sacerdotal. Abogados de por medio, y oraciones por detrás, pudo solucionar el tema, y con el tiempo la madre comprendió la vocación de su hijo, que luego agradeció ya que hoy es sacerdote.

Queremos ser digno de él, sus discípulos y misioneros, sus testigos y evangelizadores, sus amigos y  confidentes.

El que no toma su cruz

Narra el Padre Ramón Carrizo, que en los países de Siria e Irak, la persecución de grupos fundamentalistas islámicos, es muy fuerte contra los cristianos. Muchos se tatúan una cruz en la muñeca para asumir su identidad y si fuera necesario ofrendar su vida. Que testimonio hermoso. Es lo que dice Jesus tomar la cruz. No solo la lleva el Señor, sino que murió en ella por la salvación de la humanidad.

La cruz no solo es una señal, sino un sello. Es el sello del verdadero amor. Dice San Juna de la Cruz: “El secreto para llevar mucha cruz es el mucho amor”.

Cada uno tiene su cruz, puede ser una enfermedad, una desilusión, una perdida, una calumnia, o la cruz de la soledad. Pero se trata de tomarla, no rechazarla, sino con la ayuda de Dios, asumirla y ofrecerla. La cruz es estandarte de victoria, es signo glorioso del amor del Señor. Como dice una canción: al pecho llevo una cruz y en mi corazón lo que dice Jesús. El dolor sabemos que asumido santifica, hace crecer. Pero no tenemos que tener una actitud de victimismo, sino que tendríamos que  llevar la cruz de Señor con alegría: La cruz abrazada es menos pesada. Cuando se rechaza la cruz, o se la lleva mal, aparece ese dicho popular: la cruz en el pecho y el diablo en los hechos.

Se dice que un joven soñó que tiró la cruz, y luego se encontró con Jesús que le mostró un cumulo de cruces para que elija la que más le satisfaga. Comenzó a revisar hasta que se decidió por una. Cuando la tomó el Señor le dijo que era la misma que había tirado. Moraleja. Cada uno tiene la suya y está llamado a llevarla con valor y paciencia. La cruz irradia luz.

Nosotros vivimos el misterio pascual, como dice la segunda lectura: “Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con El”. La muerte y la vida, el placer y el dolor, las penas y las alegrías están presentes y vivas en nuestra existencia. Nada quedará sin recompensa. El cielo se construye en esta tierra y se disfrutara después de esta vida Esta gracia es nuestra tarea  y conquista

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario