Solemnidad de la Asunción de la Virgen María. Ciclo C. 1° Vísperas. 14 de Agosto de 2022

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María. Ciclo C. 1° Vísperas. 14 de agosto de 2022

Cron 15, 3-4. 15-16; 16, 1-2.           “Introdujeron el Arca de Dios y la colocaron en medio de la Carpa”

Salmo 13, 6-14.                                 “Levántate Señor, entra en tu Santuario”

1° Cor 15, 54-57.                               “Porque lo que provoca la muerte es el pecado”

Lc 11, 27-28.                                      “Feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron”

Evangelio

Jesús estaba hablando y una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: “Feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron”. Jesús le respondió. “Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”

Palabra del Señor

Comentario

María, arca de la Alianza

La Iglesia celebra hoy la Solemnidad de Asunción de la Virgen María, en cuerpo y alma a los cielos, Dogma católico proclamado por el Papa Pío XII, siervo de Dios, el 1° de noviembre del año 1950. De este modo se asientan las cuatro verdades marianas de la Virgen María: La Inmaculada Concepción, la Maternidad Divina, la Virginidad Perpetua y la Asunción.

La primera lectura celebra la alegría del traslado del Arca de la Alianza a Jerusalén, entre cánticos y resonar de instrumentos musicales. En el Arca estaban las tablas de la ley, los diez mandamientos o el decálogo, escritas en piedra, y dadas por Dios a Moisés. Se traslada en andas con una inmensa procesión y la colocan en medio de la Carpa que David había hecho levantar para ella, ofreciendo holocaustos y sacrificios de comunión.

Este acontecimiento prepara las futuras procesiones, como la del Corpus Christi, y de las imágenes de los santos, para luego ofrecer el sacrificio de la Nueva Alianza, que es la Santa Misa.

María es ahora el Arca de la nueva Alianza, como reza unas de las letanías lauretanas; “Foederis Arca”, arca de la Alianza, porque lleva ahora en su seno purísimo al autor y consumador de la nueva Alianza Jesucristo, nuestro Señor, que peregrinó con ella, al llevarla al Santuario de la nueva Jerusalén, que es el cielo.

El salmo 131, nos invita a entrar en el Santuario, que es templo, pero también un anticipo de la Iglesia Celestial, donde reina el Señor y su Madre: “Entremos en su Morada, postrémonos ante el estrado de sus pies”.

La muerte ha sido vencida

Es lo que dice la segunda lectura de San Pablo. “Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo”. Con la resurrección de Cristo, la muerte presente en la historia de la Humanidad, como fruto del pecado de nuestros padres, ya ha sido vencida por el Señor, que no muere más y resucitará al final de los tiempos a todo el mundo, recuperando el cuerpo propio para vivir eternamente en la gloria o en la condenación definitiva.

Dice el Papa Pio XII, en la Constitución Apostólica Munificentisimus Deus (Munifentísimo Dios, superlativo de munificente, dadivoso o generoso) que “la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo”, sin definir expresamente su muerte, pero abriendo la puerta al asociar a la Virgen a su Tránsito o dormición de este mundo al cielo sin pasar por la corrupción del cuerpo. Se puede entender que, al librarla Dios de la herencia de Adán y Eva, el pecado original, desde su Inmaculada Concepción, y sin tener ningún pecado, no haya experimentado la corrupción del sepulcro, pero si era conveniente que se sometiera a la ley universal de la muerte, conformándose así totalmente a su Hijo amado. Es la razón por la cual está gozando en el cielo, como anticipo de la resurrección final de los cuerpos, como Madre, intercesora y Reina, donde en muchas manifestaciones se apareció a sus hijos radiante y gloriosa, acompañando las necesidades de los pueblos, como en Lourdes o en Fátima.

Feliz el vientre que te llevó

En el Evangelio, se presenta a Jesús hablando a la multitud y una mujer anónima, levanta su voz y grita. “Feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron”. Está anunciando una nueva bienaventuranza, la de la maternidad de la Virgen María, que, como toda madre, llevó en su vientre durante nueve meses a su hijo y luego de darlo a luz, le da su leche para alimentarlo. Es un elogio a la Madre de Jesús.

En Belén, cerca de la Basílica de la Natividad, se encuentra la Gruta de la leche, lugar donde según la tradición, María amamantó a su Hijo Jesús. Esto también se ha plasmado en varios cuadros alusivos a este suceso normal y natural de toda madre al tener un hijo, conocidos como la Virgen de la leche, propio de la lactancia materna.

Junto al reconocimiento de la Virgen María, como a Madre de Jesús, el Señor extiende otra bienaventuranza: los que escuchan la palabra de Dios y la practican. Escuchar y practicar es el desafío que nos presenta Jesús. María es propiamente el modelo de la escucha y la práctica de la palabra como oyente fiel y discípula incondicional de su hijo. Se dice que de la cabeza al corazón está el camino más largo, aunque solo sean treinta centímetros de distancia, pueden ser largos años, para que la palabra germine y de fruto, tocado y recibido por la gracia divina.

Hay una anécdota graciosa sobre este tema. Un sacerdote estaba dando una charla sobre el bautismo, a los padres y padrinos, y veía que una mujer tomaba nota de lo escuchado. Al finalizar la señora dejo el papel en la silla y el sacerdote pensando que se había olvidado el resumen de lo hablado, se encontró con la sorpresa que había anotado los siguiente: “doce huevos, dos kilos de papas, seis tomates, un kilo de zanahorias, cuatro zapallitos, tres litros de leches”. La verdad es que estaba presente con el cuerpo, pero su alma estaba en otra cosa. Pidamos al Señor que no se repita esto en la misa. Aunque nadie nos vea, Jesús y la Virgen desde el cielo no mirarán, pero también se estarán riendo de esta ocurrencia.

Terminamos con unas expresivas palabras de Papa Francisco en esta Fiesta:

Cuando el hombre puso un pie en la Luna, se dijo una frase que se hizo famosa: «Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad». De hecho, la humanidad había alcanzado un hito histórico. Pero hoy, en la Asunción de María al Cielo, celebramos una conquista infinitamente más grande. La Virgen ha puesto sus pies en el paraíso: no ha ido solo en espíritu, sino también con el cuerpo, toda ella. Este paso de la pequeña Virgen de Nazaret ha sido el gran salto hacia delante de la humanidad. De poco sirve ir a la Luna si no vivimos como hermanos en la Tierra. Pero que una de nosotros viva en el Cielo con el cuerpo nos da esperanza: entendemos que somos valiosos, destinados a resucitar. Dios no dejará desvanecer nuestro cuerpo en la nada.  ¡Con Dios nada se pierde! En María se alcanza la meta y tenemos ante nuestros ojos la razón por la que caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que se desvanecen, sino para conquistar la patria de allá arriba, que es para siempre. Y la Virgen es la estrella que nos orienta. Ella ha ido primero. Ella, como enseña el Concilio, «precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo» (Lumen Gentium, 68). 15 de Agosto de 2020

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario