Domingo 25. Tiempo durante el año. Ciclo A. Domingo 20 de Septiembre de 2020

Domingo 25º.  Tiempo durante el año. Ciclo A. domingo 18 de septiembre de 2011

Is 55, 6-9                    “Los pensamientos de ustedes no son los míos”

Fil 1, 20b-26               “Para mí la vida es Cristo”

Mt 19, 30–20, 16       “¿Para qué tomas a mal que yo sea bueno?

Evangelio

Jesús dijo a sus discípulos: Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: «Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo». Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: «¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?» Ellos les respondieron: «Nadie nos ha contratado». Entonces les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña». Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: «Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros». Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: «Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada». El propietario respondió a u no de ellos: «Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?» Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.

Comentario

Los primeros y los últimos

En nuestro lenguaje habitual, consideramos a los primeros evaluándolos por las notas y los meritos. Hablamos de las primeras calificaciones, y de los primeros puestos en las competencias deportivas. Lo mismo hacemos con lo últimos. Pero en este relato del evangelio Dios tiene otra forma diferente de juzgar y hace referencia a también a otra realidad. Lo anticipa la primera lectura de Isaías:

“Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor -. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes”.

Por eso comienza el texto con una sentencia de Jesús: “Muchos de los primeros serán los últimos y muchos de los últimos serán los primeros” y cierra también de la misma manera el texto. Para explicar este dicho, el Señor se vale de una parábola o comparación tomada de la realidad de aquel tiempo, cuando para la época de la vendimia los propietarios salían a buscar en distintos momentos del día trabajadores para su viña. Por eso este pasaje es conocido como la parábola de los obreros de la última hora.

Nos preguntamos quienes son los últimos y quiénes son los primeros. Jesús se está refiriendo a los que en el aquel momento eran considerados últimos en la vida, los paganos como también los publicanos y pecadores, que fueron los últimos en el tiempo de recibir el mensaje de salvación. Los primeros son propiamente los judíos y en especial los fariseos, que recibieron en primer lugar la alianza, el decálogo, la ley y las promesas, pero se convertirán en últimos por su incredulidad, soberbia y rechazo. Por eso Jesús dará a los que creen en él con corazón humilde el primer lugar en el Reino.

Como nos damos cuenta, en esta parábola Dios es el propietario, el Señor de la creación y de la vida, que sale al encuentro de sus hijos, en distintos momentos de la existencia de los hombres y de la historia de la humanidad para que trabajen en su viña, que es la Iglesia, y trabajen por su viña, que es el corazón, para alcanzar y dar frutos de santidad y justicia.

El propietario sale en cinco momentos del día: muy de madrugada, a media mañana, al mediodía, a media tarde y al caer la tarde. Arregla con los primeros en un denario, que era el jornal diario de un obrero. Con los demás pacta pagar lo que sea justo. El denario es aquí la vida eterna, los bienes de salvación que Dios trae a la humanidad. La sorpresa es que comienza a pagar por últimos dándoles también un denario. Esta es la razón de la queja de los primeros. Pero leyendo bien el texto vemos que el propietario no comete ninguna injusticia, sino que manifiesta su bondad, porque si hubiera pagado a los últimos por las horas de trabajo no le hubiera alcanzado para la comida de su familia. Y este es el secreto del texto: la incomprensión de la bondad de Dios. Así dice el relato:

«Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?» Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.

Los bienes de Dios son de Dios. El hace salir el sol para justos e injustos, y hace llover para buenos y malos. La envidia de los fariseos es el pecado de cerrarse egoístamente a la universalidad de la salvación, que comprende también a los últimos. Por eso los que se creen soberbios pasarán al último lugar, como lo confirma la vida, cayendo del pedestal de su orgullo y los que se consideraban los últimos, humildes y sinceros, pasarán a obtener el primer lugar en el reconocimiento de Dios y en el beneficios de sus dones.

Nadie nos ha contratado

La parábola encierra también otra lección, entre tantas que podemos extraer. Dice San Mateo:

“Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: «¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada? Ellos les respondieron: «Nadie nos ha contratado». Entonces les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña»

            El pensar en que nadie los ha contratado merece dos reflexiones. En primer lugar el drama mundial del desempleo o la desocupación de tantos hombres y mujeres de este mundo, que intranquilos por su situación e inseguridad social, acarrean las consecuencias de su estado de ánimo y la desprotección de su familia. Son los nuevos indignados de este mundo. El compendio de la Doctrina Social de la Iglesia dice al respecto:

“El amor tiene por delante un vasto trabajo al que la Iglesia quiere contribuir también con su doctrina social, que concierne a todo el hombre y se dirige a todos los hombres. Existen muchos hermanos necesitados que esperan ayuda, muchos oprimidos que esperan justicia, muchos desocupados que esperan trabajo, muchos pueblos que esperan respet”. (Compendio Nº 5) Este es un llamado a contribuir con soluciones justas, tanto por parte del estado, como de los gobiernos, empresarios y dadores de empleo, a extender la mano de la generosidad con los que están necesitando del pan de cada día.

En segundo lugar, podemos pensar en relación con los miembros de la Iglesia. Hay muchos que están esperando que  los llamen  a formar parte de la Iglesia, a estar en algunos grupos, a ser tenidos en cuenta, a hacerlos participar en las instituciones, a darle la posibilidad de trabajar y colaborar en la comunidad. Este es el apostolado. Cada uno es, como el guardián de su hermano, el pastor de las ovejas desprotegidas. Y no podemos quedarnos en nuestra pereza o desidia. La inercia de la Iglesia, la falta de espíritu misionero, enfría el compromiso y deja la puerta abierta a que sean llamados por otros viñadores que no son de los nuestros. Que no caigamos en este pecado de omisión, pudiendo hacer un bien que no lo hicimos. Dice San Josemaría Escrivá de Balaguer en el libro Surco (205): “Has tenido una conversación con éste, con aquél, con el más allá, porque te consume el celo por las almas. Aquél cogió miedo, el otro consultó a un prudente, que le ha orientado mal. Persevera; que ninguno pueda después excusarse afirmando “quia nemo nos conduxit”, nadie nos ha llamado”

            Estamos llamados a reflejar la bondad de Dios, con todas las limitaciones y flaquezas humanas. Pero que esta realidad no nos excuse  trabajar apostólicamente por el prójimo. Dice el salmo 144 de la misa de este día:

“El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas”.

            Los que estamos en la Iglesia por gracia de Dios y respuesta nuestra, seguramente hemos sido llamados por nuestro Señor de la Viña, en distintos momentos, en distintas edades y en distintas circunstancias, por medio de personas o acontecimientos que nos atrajeron a trabajar por el Reino. Que nos merezcamos el denario, aunque nos hayamos convertido hace poco. Tenemos que remover la tierra de nuestra pereza para que despierte el fruto de la misión y desde que nos levantamos hasta que nos acostemos pensemos si hoy alguien entro en la viña del Señor, creció, lo ayude, recé por él o pude decirle simplemente: ahora pasas a ser el primero.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario