Domingo 21° Tiempo durante el Año. Ciclo B. Domingo 21 de agosto de 2021

Domingo 21º Tiempo durante el Año. Ciclo B. Domingo 21 de agosto de 2021

Jos 24, 1-2a. 15-17. 18b        “Serviremos al Señor, ya que Él es nuestro Dios”

Ef  5, 21-33                               “Este es un gran misterio; y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia”

Jn 6, 60-69                               “Señor, ¿a quien iremos? Tú tienes palabras de Vida Eterna”

Evangelio

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: « ¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?»

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: « ¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida,
la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen».

En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó:

«Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: « ¿También ustedes quieren irse?»

Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».

Comentario

Dios y los dioses

La primera lectura, presenta a Josué, sucesor de Moisés, que convoca a su pueblo, para prepararlos a residir en la tierra prometida, renunciando a los falsos dioses paganos, y adhiriéndose al Dios verdadero, que los hizo salir de la esclavitud, con una pregunta desafiante:

«Si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor».

El primer testimonio de fe, lo da el mismo Josué, y su familia, que están dispuestos a servir y seguir al Señor. La respuesta del pueblo, esta en consonancia con la de su pastor y líder; también nosotros serviremos al Señor, ya que El es nuestro Dios, aunque luego los hechos confirmen lo contrario.

Este demuestra que nuestras decisiones, nuestras opciones por seguir al Señor, hay que pedirla todos los días, ya que no es suficiente la adhesión de un momento y de un día.

Dijo Josué, yo y mi familia serviremos al Señor. Así lo expresa también San Pablo en la segunda lectura hablando del matrimonio, cuando se vive en el Señor, con la fidelidad de Cristo a su Iglesia Dice la carta a los Efesios:

“Sométanse los unos a los otros, por consideración a Cristo. Las mujeres deben respetar a su marido como al Señor, porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo. Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a su marido.

Los maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla. Así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo. «Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne». Este es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia”.

Recordemos lo que dijeron los Obispos Argentinos la reforma del Código Civil y tema del matrimonio y la familia, en el mensaje del 22 de agosto del año 2012:

“En el Código Civil se regulan derechos vinculados a la vida personal, matrimonial, familiar, social, económica, de todos nosotros. En él se expresa de alguna manera la forma y el estilo de vida que como sociedad queremos promover. Tiene, por eso, una función pedagógica y efectos de muy largo plazo. Podríamos afirmar: dime cómo legislas y te diré qué sociedad deseas. La sanción de un nuevo Código Civil y Comercial es seguramente la reforma legislativa más importante de las últimas décadas por la variedad de cuestiones implicadas y por la entidad de algunos de los cambios propuestos. Por eso coincidimos con el reclamo de academias, colegios profesionales, universidades, iglesias y otras personas e instituciones que con toda razón vienen pidiendo que a la discusión en el Congreso se le otorgue todo el tiempo que sea necesario. Sería conveniente, además, la realización de audiencias públicas en cada provincia.

La reforma propuesta contiene aspectos positivos; sin embargo necesitamos reiterar la preocupación acerca de algunas cuestiones de fundamental importancia.

El modelo de familia proyectado por estas normas expresa una tendencia individualista y se opone a los criterios evangélicos y también a valores sociales fundamentales, como la estabilidad, el compromiso por el otro, el don sincero de sí, la fidelidad, el respeto a la vida propia y ajena, los deberes de los padres y los derechos de los niños.

Si se aprueba sin modificaciones este proyecto, algunos seres humanos en gestación no tendrán derecho a ser llamados «personas». La maternidad y la paternidad quedarán desfiguradas con la denominada «voluntad procreacional»; se legitimará, por un lado, la promoción del «alquiler de vientres» que cosifica a la mujer y por otro, el congelar embriones humanos por tiempo indeterminado, pudiendo ser éstos descartados o utilizados con fines comerciales y de investigación. Se discriminará, en su derecho a la identidad, a quienes sean concebidos por fecundación artificial, porque no podrán conocer quién es su madre o su padre biológico. Los cónyuges que se unan en matrimonio, no tendrán obligación jurídica de fidelidad ni tampoco de convivir bajo un mismo techo; los lazos afectivos matrimoniales quedarán debilitados y desvalorizados.

Queremos una sociedad en la cual se fomenten los vínculos estables y en donde se dé prioridad a la protección de los niños y de los más indefensos. Los deseos de los adultos, aunque parezcan legítimos, no pueden imponerse a los derechos esenciales de los niños. Como adultos, tenemos más obligaciones que derechos. Es necesario que reconozcamos y demos protección jurídica a toda vida humana desde la concepción, y que recordemos que no todo lo científicamente posible es éticamente aceptable”.

 Tú tienes palabras de vida eterna 

            El Señor, en el evangelio, como un nuevo Josué, pone también a los apóstoles en un desafío, luego que los judíos se escandalizaron por las palabras del Señor, respecto al misterio de la Eucaristía. Dice Jesús: “También ustedes quieren irse. Leamos el comentario que hizo el Papa Emérito Benedicto XVI, sobre este texto, en agosto de 2012:      

Hoy, el evangelio nos presenta la reacción de los discípulos a ese discurso, una reacción que fue el mismo Cristo, de manera consciente, quien lo provocó. En primer lugar, el evangelista Juan –que estaba presente junto con los demás apóstoles–, refiere que «desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él» (Jn 6,66). ¿Por qué? Debido a que no creyeron en las palabras de Jesús cuando dijo: Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que come mi carne y bebe mi sangre vivirá para siempre (cf. Jn 6,51.54); ciertamente que eran palabras difíciles de aceptar en ese momento. Esta revelación fue incomprensible para ellos, porque la entendían en sentido material, cuando en esas palabras se preanunciaba el misterio pascual de Jesús, mediante el cual Él se entregaría por la salvación del mundo: la nueva presencia en la Sagrada Eucaristía.

Al ver que muchos de sus discípulos se iban, Jesús le dijo a los Apóstoles: «¿También ustedes quieren marcharse?» (Jn. 6,67). Como en otros casos, es Pedro quien responde en nombre de los Doce: «Señor, ¿a quién vamos a ir? –También nosotros podemos reflexionar: ¿a quién iremos?– Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn. 6,68-69).

Sobre este pasaje tenemos un bellísimo comentario de san Agustín, que dice: «¿Ven cómo Pedro, por la gracia de Dios, por inspiración del Espíritu Santo, entendió? ¿Por qué sucedió? Debido a que ha creído. Tú tienes palabras de vida eterna. Tú, que nos das la vida eterna, ofreciéndonos tu cuerpo (resucitado) y tu sangre (a Ti mismo). Y nosotros hemos creído y conocido. Él no dice: hemos conocido y después creído, sino, hemos creído y después conocido.

Hemos creído para poder conocer; Si, en efecto, hubiéramos querido conocer antes de creer, no hubiéramos sido capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué cosa hemos creído y qué cosa hemos conocido? Que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, por tanto, tú eres la misma vida eterna, y en la carne y en la sangre nos das de lo que tú mismo eres» (Comentario al Evangelio de Juan, 27, 9). Así lo dijo san Agustín en esta prédica a sus fieles.

Por último, Jesús sabía que incluso entre los doce apóstoles había uno que no creía: Judas. También Judas pudo haberse ido, como lo hicieron muchos discípulos; es más, tendría que haberse ido si hubiese sido honesto. En cambio, se quedó con Jesús. Permaneció no por fe, no por amor, sino con la secreta intención de vengarse del Maestro. ¿Por qué? Debido a que Judas se sintió traicionado por Jesús, y decidió que a su vez lo iba a traicionar. Judas era un zelote, y quería un Mesías triunfante, que guiase una revuelta contra los romanos. Jesús había decepcionado las expectativas. El problema es que Judas no se fue, y su fallo más grave fue la mentira, que es la marca del diablo. Por eso Jesús dijo a los Doce: «Uno de ustedes es un diablo» (Jn. 6,70). Pidamos a la Virgen María, que nos ayude a creer en Jesús, como san Pedro, y a ser siempre honestos con Él y con todos.

Concluyamos con una anécdota que ilumina esta realidad de la libertad y las próximas elecciones en nuestro País con las P.A.S.O. Cuenta la historia que un joven quería desafiar y ridiculizar a un sabio monje, que tenía el don de consejo. El joven llevaba en su mano una mariposa viva. Al presentarse al monje le iba a preguntar si la mariposa, escondida en su mano y detrás de la espalda, estaba viva o estaba muerta. Si el sabio, decía que estaba viva, el la apretaba y le mostraba que estaba muerta, y si decía que estaba muerta, el la soltaba y la mariposa volaba. Así lo hizo, y al estar delante del monje, le pregunta: Usted que se crea sabio, la mariposa que tengo en mi mano, ¿esta viva o está muerta? El monje con gran sabiduría le respondió: La decisión está en tu mano.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario