Domingo 20°. Tiempo durante el año. Ciclo C. Domingo 14 de Agosto de 2022

DOMINGO 20°. TIEMPO DURANTE EL AÑO. CICLO C. DOMINGO 14 DE AGOSTO DE 2022

Jer 38, 3-6. 8-10                 “Tomaron a Jeremías y lo arrojaron al aljibe de Malquías”

Heb 12 1-4                         “Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús”

Lc 12, 49-53                      “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, y como desearía que ya estuviera ardiendo”

Evangelio

Jesús dijo a sus discípulos:

Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!

¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Comentario

Fuego sobre la tierra

Un grave problema que está ocurriendo en nuestra ciudad, es la quema indiscriminada en las islas. El fuego consume los pastizales y el humo que se genera alcanza grandes zonas, que afecta la salud de la población. Esto es ocasionado no por accidente sino provocado por determinadas personas que maliciosamente realizan estos hechos repetidos y que afectan al ecosistema.

Jesús, el Señor, nos habla en este evangelio también del fuego, que vino a traer sobre la tierra, pero que tiene otro significado. Es el fuego del amor de Dios, que el mismo ha encarnado en su vida, y desea encender en los corazones de todos. Por eso su plegaria o petición de deseo, es que ya estuviera ardiendo. Su palabra es como el fuego, que ha tocado la vida de los discípulos y encendió en ellos el seguimiento.

En la aparición de Jesús resucitado a Santa Margarita de Alacoque, revela su corazón encendido, ante la frialdad de ese momento histórico, para que se divulgara la devoción amorosa al su Sacratísimo Corazón, misión que concretará la Santa.

El amor infinito del Dios Padre y de Dios es Hijo, es la persona divina del Espíritu Santo que se lo representa también con el fuego, que ardió como lenguas en Pentecostés, en la cabeza de los apóstoles.

Esta es la propiedad del fuego, quemar, arder, purificar, dar calor. Si estamos apagados, el Señor nos invita a volver a recuperar el fervor del amor. Los lugares donde se enciende el fuego del alma es primero en la oración o meditación. Así lo dice un punto del libro Camino de San Josemaría Escrivá de Balaguer, en el numero 92:

“Et in meditatione mea exardescit ignis” (Salmo 39,4). Y en mi meditación, se enciende el fuego. A eso vas a la oración: a hacerte una hoguera, lumbre viva, que dé calor y luz. Por eso cuando no sepas ir adelante, cuando sientas que te apagas, si no puedes echar en el fuego troncos olorosos, echa las ramas y la hojarasca de pequeñas oraciones vocales, de jaculatorias, que sigan alimentando la hoguera. Y habrás aprovechado el tiempo”.

También en la lectura de la Biblia, y en la participación de la Santa Misa. El papa Francisco sacó una carta apostólica llamada Desiderio desideravi (ardientemente he deseado) sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios, del 29 de junio del 2022, Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, recordando el deseo de Jesús de compartir la cena pascual con sus apóstoles. Por lo tanto, en la celebración eucarística, con una participación consciente, activa, fructuosa, plena y piadosa (Constitución Sacrosanctum Concilium 11, 14, 19, 30 y 48) se da la oportunidad que se encienda el alma con la gracia del Espíritu en los concurrentes.

 

Un nuevo Bautismo

Si el Señor vino a traer fuego sobre la tierra, la respuesta que recibirá será asumir el misterio de su pasión, que es su nuevo bautismo, no de agua como cuando se presentó ante Juan el Bautista en el río Jordán, sino sumergido en la sangre y el sufrimiento, para resucitar el al tercer día. La Humanidad de Jesús siente angustia, como ocurrirá en el huerto de los olivos. Es un dolor redentor, es el precio de la salvación del mundo, la entrega amorosa del Señor, la Nueva Alianza con su sangre, para saldar el pecado el mundo.

El bautismo de sangre, es el que vivieron los catecúmenos martirizados que no recibieron el bautismo como sacramento, y que les abrió las puertas del cielo.  Unidos al bautismo está el sacramento de la confirmación que confirma nuestro bautismo y nuestra fe, para ser testigos de Cristo en el mundo, como un nuevo Pentecostés del alma.

La paz y la división

Pareciera contradictorio esta expresión de Jesús. Se está refiriendo al impacto que produce su palabra y su testimonio ante los hombres, que puede ser de aceptación o de rechazo, incluyendo en la vida familiar, no porque lo busque directamente, ya que Él vino a traer la paz, como dicen los ángeles en su nacimiento y como lo proclama el mismo el día de su resurrección, sino debido al efecto que trae en la libertad de los oyentes, que puede alterar las decisiones fundamentales de la vida.

No es para lamentarse sino para comprender y seguir anunciando la palabra de Dios. En la primera lectura el profeta Jeremías sufre en carne propia la adversidad que trae consigo profetizar que la ciudad será entregada al Rey de Babilonia, ante la incredulidad de las autoridades que lo catalogan de desmoralizar a los hombres de guerra, razón por la cual será arrojado a un aljibe, hasta que a petición de Ebed Mélec, logre rescatarlo por mandato y compasión del Rey.

El salmo es una respuesta a la plegaria del profeta ante la adversidad:

“Señor, ven pronto a socorrerme…me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso…Tú eres mi ayuda y mi libertador”

Jeremías, esta incluido en esa nube de testigos que habla la carta a los hebreos, como de tantos hombres y mujeres desconocidos, santos sin papeles que vivieron a fondo el evangelio, que corrieron resueltamente el combate de la vida puesta la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, como continua el texto de la segunda lectura.

A imitación de Cristo, San Maximiliano Kolbe, sacerdote franciscano conventual, es un referente y un santo que, por don del Espíritu, entregó su vida voluntariamente en reemplazo de un sargento polaco, padre de familia, Franciszek Gajowniczek, de 40 años, en el campo de concentración de Auschwitz, en la Polonia ocupada por los nazis. Al escaparse un recluso, eligieron al azar a diez internos. Maximiliano se ofrecerá en lugar del sargento, y será el último en morir, sosteniendo y consolando la muerte de lo demás en el bunker, después de una inyección de fenol el 14 de agosto de 1941.

La paz de Dios, se la pedimos al Señor, y nos la damos en la misa. Pero si nuestra palabra causa división, incomprensión, disgusto, que sea por el evangelio no por nosotros. Jesús, Ayúdanos a ser fieles a Jesús y la Iglesia, y si llegase el momento de la contradicción por el Reino de los Cielos, confiamos en tu gracia y tu misericordia que nos sostendrá.

 

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario