Domingo 18°. Tiempo durante el año. Ciclo B. Domingo 1 de Agosto de 2021

Domingo 18º Tiempo durante del año. Ciclo B. domingo 1 de agosto de 2021

Ex 16, 2-4. 12-15                             “Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del cielo”

Ef 4, 17. 20-24                                 “Revístanse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios”

Jn 6, 24-35                                       “El que viene a mí, jamás tendrá hambre”

Evangelio

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?»
Jesús les respondió:
«Les aseguro
que ustedes me buscan,
no porque vieron signos,
sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero,
sino por el que permanece hasta la Vida eterna,
el que les dará el Hijo del hombre;
porque es él a quien Dios,
el Padre, marcó con su sello».
Ellos le preguntaron: « ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?»
Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado».
Y volvieron a preguntarle: « ¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura:
«Les dio de comer el pan bajado del cielo»»
Jesús respondió:
«Les aseguro que no es Moisés
el que les dio el pan del cielo;
mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios
es el que desciende del cielo
y da Vida al mundo».
Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les respondió:
«Yo soy el pan de Vida.
El que viene a mí jamás tendrá hambre;
el que cree en mí jamás tendrá sed».

Comentario

Yo soy el Pan de Vida

La primera lectura de este domingo del libro del Éxodo,  relata la protesta o queja de los israelitas contra Moisés y Aarón, por el hambre que están pasando en el desierto. Dios pone a prueba a su pueblo,  pero atiende a su demanda, y anuncia que hará caer pan del cielo durante la mañana y comerán carne a la hora del crepúsculo, de esa manera sabrán o reconocerán que el Señor es su Dios. Esta promesa se cumplirá. Apareció una bandada de codornices y una cosa tenue y granulada, que hace exclamar a los israelitas; ¿Qué es esto? en hebreo, Mana, palabra que utiliza el salmo 77, agradeciendo a Dios sus glorias y su poder:

“Hizo llover sobre ellos el maná, y les dio como alimento un trigo celestial”

De alguna manera el pueblo de Israel, estaba pensando y actuando con poca fe, no según Dios, sino según el modo de pensar y actuar de los paganos, por eso ante las dificultades del desierto, estaban dispuestos a volver a ser esclavos en Egipto, con tal de comer las ollas de carne y pan hasta saciarte, que vivir las exigencias de la libertad.

San Pablo, en la segunda lectura, hace un comentario en la carta a los Efesios, que se puede aplicar a la situación del pueblo hebreo, cuando piensan vanamente, o superficialmente, deseando vivir la vida del hombre viejo o anclado en el pecado y sus consecuencias.

“Les recomiendo en nombre del Señor: no procedan como los paganos, que se dejan llevar por la frivolidad de sus pensamientos. Pero no es eso lo que ustedes aprendieron de Cristo… De Él aprendieron que es preciso renunciar a la vida que llevaban, despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo por la seducción de la concupiscencia, para renovarse en lo más íntimo de su espíritu y revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad”

En el evangelio, también aparece ahora la multitud que sigue a Jesús, también atravesando el desierto, para encontrarse con el Señor, y pedirle nuevamente el pan de la multiplicación, milagro que narró el evangelio del domingo anterior. Jesús, que conoce su corazón, le advierte que buscan el pan pero no el signo, es decir buscan el pan para saciar el hambre, pero no aquel que les dio el pan. Jesús es el signo de Dios, el sello de Dios, el verdadero pan.

Ellos no entienden o no comprenden el milagro, y es por eso que le preguntan inexplicablemente que signos haces para que creamos en ti, sabiendo que había dado de comer a cinco mil hombres. Si el gran signo del pueblo de Israel en el desierto fue el maná, que dio Dios y no Moisés como ellos creían, ahora el verdadero mana es el propio Jesús. Pero primero es preciso creer en él para luego creer en sus obras:

“La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado”

Tres veces habla de ese pan, como pan del cielo, pan de Dios, y pan de Vida, llamándose a si mismo, yo soy el pan de vida. Así, como uno para saciar el hambre va a buscar el pan material,  ahora Jesús es el que sacia el hambre espiritual, con este nuevo alimento para la vida, para el camino y para el alma, que realmente satisface plenamente el corazón.

La necesidad del pan

El camino por el desierto, es una imagen del camino de la vida, desde la salida de Egipto, pasando por el mar Rojo, signo del bautismo, hasta llegar a la tierra prometida, tierra de Canaán, símbolo de la vida eterna. En ese trayecto aparecen pruebas y tentaciones, pero el Señor sale al encuentro de su pueblo, otorgando el pan, mana, y la carne, las codornices, signos del verdadero pan y verdadera carne sacramental que daré el Señor en la última cena.

El mana fue el alimento para la travesía por el desierto, pero no cuando llegan a Canaán, alusión a que en el cielo, la nueva tierra prometida, no será necesaria la eucaristía o el pan de vida, ya que contemplaremos a Jesús cara a cara. Por eso los sacramentos, acompañan y sostiene todo el camino de la vida cristiana, desde que nacemos hasta que partimos.

El pan tiene distintas acepciones. Puede referirse al pan material, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, como al pan del trabajo, y el pan espiritual. Dice el Compendio del Catecismo:

“Puesto que «no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4), la petición sobre el pan cotidiano se refiere igualmente al hambre de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, recibido en la Eucaristía, así como al hambre del Espíritu Santo. Lo pedimos, con una confianza absoluta, para hoy, el hoy de Dios: y esto se nos concede, sobre todo, en la Eucaristía, que anticipa el banquete del Reino venidero”. (Nº 593)

El pan de trigo, será el elemento o materia que escoja Jesús, como signo vivo de su presencia, ya que el pan es un alimento universal, básico, accesible, y nutritivo, que no se le niega ni a los pobres.

Necesitamos alimentarnos para estar fuertes para el trabajo y las actividades. También necesitamos el pan de palabra y de la eucaristía, como alimentos fundamentales de la vida cristiana para estar fuertes en la fe, la esperanza y la caridad.

Es importante estar bien, preparados para recibir al Señor. Nosotros en la hostia vemos pan, pero por acción del Espíritu Santo, y las palabras consagratorias, el Señor se hace presente con su cuerpo, con sangre, con su alma y con su Divinidad. Podemos recibirlo sacramentalmente, espiritualmente, cuando alguien no está en condiciones de hacerlo, o sacrílegamente, cuando lo recibe sabiendo que está en pecado mortal. El compendio nos recuerda las condiciones:(Nº 291)

“Para recibir la sagrada Comunión se debe estar plenamente incorporado a la Iglesia Católica y hallarse en gracia de Dios, es decir sin conciencia de pecado mortal. Quien es consciente de haber cometido un pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar. Son también importantes el espíritu de recogimiento y de oración, la observancia del ayuno prescrito por la Iglesia y la actitud corporal (gestos, vestimenta), en señal de respeto a Cristo”.

Una realidad de nuestro tiempo, es aquellos que no pueden recibir sacramentalmente la comunión, como son los divorciados casados de nuevo. Dice al respecto la Encíclica Familiaris Consortio, del Papa Juan Pablo II, Beato, del año 1981

En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

Por último para esta reflexión concluimos con esta experiencia del pan. Cuando uno compra un pan, puede básicamente, contemplarlo, por lo rico de su aspecto, comerlo, o compartirlo. Esto se puede extender de algún modo a la realidad eucarística: contemplar a Jesús en la Eucaristía, como testimonio de fe y de amor, en la adoración, comerlo, bajo las especies de pan, en la comunión y compartirlo, como fruto de la recepción del pan de vida, con gesto de caridad y servicio con los hermanos.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario