2° Domingo de Adviento. Ciclo B. Domingo 6 de Diciembre de 2020

2º DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo B. domingo 6 de Diciembre de 2020

Is 40, 1-5. 9-11                                  “Preparen el camino del Señor”

2 Pe 3, 8-14                                       “Esperamos un cielo nuevo y una nueva tierra”

Mc 1, 1-8                                           “Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor”

Evangelio

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.

Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.

Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»

Comentario

 Los nuevos San Juan Bautistas

 En este tiempo de Adviento, tiempo de memoria, presencia y promesas, el evangelio que se anuncia en este Ciclo “B” es el de San Marcos. Se inicia con “la Buena Noticia” o lo que es lo mismo el “Evangelio” de Jesús, o mejor dicho Jesús, es la Buena Noticia para la humanidad, después de tantas malas noticias. San Marcos resaltará los títulos de Mesías, que traducido significa ungido, el Cristo, el esperado, que confesará San Pedro en Cesárea de Filipos, (Mc 8, 29) y el Hijo de Dios, que confesará el centurión al ver a Jesús muerto en la cruz. (Mc 156, 39) Por el bautismo nos convertiremos en hijos de Dios, en el Hijo.

            La figura de este segundo domingo de Adviento, sin ocultar al verdadero protagonista que es el mismo Jesús, está concentrada en San Juan Bautista. El texto destaca varios aspectos de su personalidad. Es el mensajero de Dios, Jesús será, la Buena Noticia, el que va delante, el Precursor, el que abre caminos, Jesús será el Camino, es la voz de Dios, Jesús será la Palabra, es el preparador, Jesús será el cumplidor de las promesas, es el que Bautiza con agua, así llamado el Bautista, Jesús será el Sacramento del Padre, el que bautiza, o sella con el Espíritu Santo, el predicador, Jesús será la predicación, el austero, Jesús será el Místico, es el ultimo profeta, Jesús será el Hijo de Dios, el profeta con mayúsculas.

            En la primera lectura, se anuncia la figura de San Juan Bautista, en el anuncio de Isaías: “Preparen en el desierto el camino del Señor… Aquí está tu Dios” El será el que preparara a su pueblo, como en este Adviento a la venida, visita o llegada del Señor.

La palabra que resuena, como un campanazo, o un despertador es: Conversión, que significa cambio de mentalidad y de vida, volver a Dios, como Isaías que predicó en el exilio de Babilonia a su pueblo, dándole palabras y realidades de consuelo, y esperanza. “Consuelen a mi Pueblo,… su tiempo de servicio se ha cumplido, su culpa está paga”

Una imagen que puede ayudarnos a entender esta figura de San Juan Bautista, es la del entrenador o preparador físico.

En este hemisferio, el calor se hace presente con intensidad. Se presenta la primavera y el comienzo del verano a que muchos intenten tener un cuerpo adaptable para este tiempo. Es por eso que se acude mucho más al gimnasio, a las dietas, al cuidado del físico, para lograr bajar algunos kilos de peso y estar de alguna manera más presentable corporalmente. Esto que pasa en la realidad, se puede trasladar al aspecto espiritual. San Juan Bautista es como un preparador físico, un entrenador del alma. El gimnasio ahora es el desierto, un lugar duro, agreste, silencioso, alejado, difícil. Es como la imagen del desierto cuaresmal, lugar necesario para el espíritu del adviento. Este espacio puede ser físico, como hacer un retiro de un día o más, en un ámbito adecuado y preparado, o tal vez unas horas, desconectados del trajinar del trabajo para encontrarse con un mismo, en el templo, en el campo, en la montaña, etc. Pero este espacio puede ser también interior. El desierto hay que llevarlo adentro. Hacer desierto en el corazón, para escuchar a Dios que quiere hablar en la calma del alma. Y este es el desafío, hacer desierto es comenzar a despojarse de muchas cosas, aunque sea por algunas horas y concentrarnos. Es dejar el reloj, dejar los problemas, dejar de hablar, dejar de correr, dejar las compañías, dejar de proyectar. Es la hora de escuchar, es la hora de que alguien nos predique, para luego ser uno predicador de sí mismo y comenzar como dice Isaías, a trazar un sendero en el corazón, rellenar los vacíos, aplanar los pecados, que las quebradas de los desordenes, se conviertan en llanuras de paz, y los terrenos escarpados de vicios, en planicies de reconciliación.

El entrenador o preparador físico también nos pedirá una vestimenta adecuada. Es la vestimenta de la exigencia, del sacrificio, de la mortificación, de las pequeñas renuncias, realizadas con la sal del amor generoso y esperanzador. Todo por Dios, y en Dios.

Hoy  asistimos a un desborde en el destape de la vestimenta, y un excesivo culto al cuerpo. Esto se refleja en la calle y en otros ambientes, donde se ha perdido el pudor y la vergüenza. Pero  también ocurre en los templos, donde se ha caído en cierta relajación. Nos encontramos con algunos, que asisten en ojotas, o en ropa mas para la playa que para un templo, y en ropa que no condice con un lugar sagrado y propio para una celebración litúrgica.

Por eso se hace necesario predicar, aclarar con claridad y caridad, para ir logrando una cultura de buenas y serias costumbres, siendo uno el primer testimonio. Tenemos que ser San Juan Bautistas de nosotros mismos y predicar con fuerza, aunque a veces se hable en el desierto, porque siempre se encontraran oasis de receptividad.

Su salvación está muy cerca de sus fieles

Este es un versículo del Salmo 84 de la Misa. La Salvación la traerá Jesús, que viene a nosotros, se acerca, como una melodía in crescendo, para explotar en el gozo de la Navidad. La actitud que nos pide el Señor a través de San Juan Bautista es la humildad, que es aceptar a aquel que es el Todopoderoso para perdonar los pecados y que bautizará con el agua de su gracia, el desierto de nuestro corazón.

La presencia de Jesús en el desierto de este mundo, es para habitarlo y transformarlo. Nosotros podemos ir preparando el camino, en nosotros mismos, y también abriéndolo en otros amigos y hermanos, con una invitación, un consejo, una oración, o acercándonos a compartir sus preocupaciones, dándole ánimo para confesarse después de mucho tiempo o esperándolo en una misa, o en un retiro. De esta manera imitamos el oficio de San Juan Bautista, preparar, ser entrenadores o preparadores del alma de nuestros prójimos.

Este espíritu de conversión que se suscita y comienza a brotar especialmente en este adviento, traerá como fruto de esperanza y de aliento, ante tantas injusticias y pecados, lo que dice también el salmo 84, de manera tan bella y poética:

“El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo”

Por lo tanto adviento es encuentro, es encontrarse con el Señor que viene al corazón, porque habla al corazón del hombre, como dice la primera lectura de Isaías, toca sus fibras, llega a conmover y a reponer el camino, abriendo horizontes de entrega y compromiso.

El adviento es también arreglar el alma. Así como uno se prepara siempre para algo importante o para un acontecimiento por llegar, uno tiene también que arreglarse para recibir al Señor, no solo exteriormente sino interiormente, con la belleza del alma, con lo mejor de uno. San Pablo lo dirá en la segunda  lectura:

“Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche”.

De este modo, nos vamos adentrarnos en este camino del Adviento hacia la pronta Navidad y hacia otra Navidad, que será cuando Jesús retorne. Como dice San Pablo:

“El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. Sin embargo, el Día del Señor llegará como un ladrón”

            Esta paciencia de Dios por esperarnos, se pueda concretar este año en nosotros para darle una pequeña alegría en nuestra vida cristiana. El se lo merece y se lo pedimos.

Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario